Capitulo 24

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Narra Zayn

-No puedo creer que la invitaste a salir!- Harry siseó, inclinándose sobre su escritorio para hablar en mi oído. Varios de los estudiantes a nuestro alrededor se voltearon para ver a qué se debía el alboroto. Sonreí tímidamente a modo de disculpa antes de voltearme y enfrentar a Harry.

-Fue tu idea desde un principio, querías que la distrajera.. Y ni siquiera me has contado a qué viene todo esto.- lo fulminé con la mirada. Él suspiró exasperado.

-Te pedí que la distrajeras, no que la llevaras en una cita- puse los ojos en blanco.

-No es una cita romántica, Hazza, lo juro. Es algo meramente platónico, nada más. Sabes que no la quiero de esa forma...

-Eso dices ahora...-masculló por lo bajo, volviendo su mirada a la hoja delante de él. Lo miré incrédulo.

-¡¿Y eso qué se supone que significa?! Además, ¿cómo es que estás tan celoso? Al parecer eres lo suficientemente masoquista como para arrojarte a los brazos de alguien que te trató como si fueras basura- escupí furioso.

Levantó su mirada y la fijó nuevamente en mí, sus ojos reflejando..¿dolor?

--No tienes idea, Zayn.- se levantó bruscamente de su asiento, agarró todas sus pertenencias y comenzó a dirigirse hacia la puerta del salón.

-Sr. Styles, ¿adónde cree que va?- la profesora Morgenstein le lanzó una mirada irritada. Todo el salón se volteó hacia donde se encontraba Harry, congelado en el umbral de la puerta; esperando su respuesta. Se dio la vuelta y sonrió dulcemente en dirección a la profesora, a la vez que un pequeño hoyuelo aparecía en su mejilla.

-¿Al baño?- contestó dubitativo. La profesora arqueó una ceja, dirigiendo su mirada a los libros y cuadernillos que él llevaba en su mano; pero su expresión se suavizó en menos de lo que dura un pestañeo.

-De acuerdo- sacudió una mano indiferentemente, alentándolo a retirarse.

Podía sentir una fina capa de sudor expandirse por la parte superior de mi cuerpo y mi cuello, mientras esperaba escuchar su voz a través del intercomunicador, jugando nerviosamente con mis dedos.

-Maldición, Zayn, relájate. No le pedirás matrimonio, es una simple salida- me susurré a mi mismo, molesto, a la vez que pasaba una mano por mi pelo. El pitido estrangulado del intercomunicador me interrumpió entonces, cortando mi discurso de auto-control.

-¿Zayn?- interrogó una voz masculina del otro lado de la línea. Carraspeé.

-Sí, soy yo.

-Jojo bajará en un minuto, que se diviertan- contestó Harry en un tono aburrido. Abrí la boca para contestar pero reconocí el sonido del teléfono al chocar nuevamente contra la base. Puse los ojos en blanco ante su comportamiento infantil.

Unos cinco minutos más tarde, Joanna atravesó la puerta del complejo. La miré de arriba a abajo rápidamente; vestía jeans oscuros ajustados y una simple blusa amarilla con delicados volados, y calzaba zapatos negros estilo ballerina. Su ondulado pelo castaño caía sobre sus hombros, y un suave maquillaje resaltaba el azul de sus ojos.

-Hola- me sonrió, dubitativa.

-Hola- sonreí cálidamente y me acerqué a abrazarla por la cintura. Reí al verla balancearse sobre la punta de sus pies para estar a mi misma altura y luego envolver sus brazos alrededor de mi cuello por unos instantes. -Estás linda- dije en su oído; pude ver cuando me separé de ella que se había ruborizado.

-Gracias. Tú no estás nada mal- dijo ojeándome exageradamente. Reí.

-Ya, ¿vamos?- le ofrecí mi brazo.

-Claro- rió y enredó su brazo alrededor del mío.

-Así que, ¿adónde me llevas?

-Por décima vez, Jojo, no te lo diré. Ya casi llegamos..- gruñó levemente y reí ante su expresión de niña irritada.

El centro de Londres se encontraba en plena oscuridad, simplemente iluminado por locales, autos que pasaban constantemente por las atestadas calles de un típico viernes por la noche, y dispersas farolas en cada esquina. Normalmente no verías más que adolescentes o parejas adultas, pero debido a la zona en la que nos encontrábamos, también había niños que iban de la mano de sus padres y no dejaban de parlotear. Cruzamos la última esquina y finalmente llegamos al lugar en el que había planeado pasar la noche.

El sonido de conversaciones mezclado con risas, llantos, gritos y el ruido de las atracciones de la feria resultaba abrumador. La última vez que había ido a una había sido cuando tenía once.

Las diferentes atracciones se presentaban imponentes ante nuestros ojos, pintadas de brillantes y llamativos colores y decorados con luces que provocaban querer apartar la vista, pero a la vez subirse a cada una de ellas. Pequeñas montañas rusas, stands repletos de gente a su alrededor tratando de ganar el premio mayor que ofrecía cada juego, túneles del terror -y del amor- se expandían por el campo, hasta llegar al muelle dispuesto a orillas del pequeño lago.

Bajé la mirada hacia Jojo y la miré expectante. -¿Y bien?-. Lo consideró unos minutos y me miró.

-Esto será asombroso- dijo en un suspiro, a la vez que sus ojos se iluminaban como los de un niño en una dulcería. Reí. -Siempre quise ir a una de estas!- dijo entusiasmada, a la vez que me arrastraba del brazo para avanzar.

-Pensé que lo encontrarías demasiado infantil- admití en un susurro, fijando la mirada en el agua debajo de nuestros pies. Habían paso unas tres horas y ya estábamos exhaustos; habíamos recorrido la feria en su totalidad y estaba casi seguro de habíamos pasado por cada uno de los juegos. Ahora nos encontrábamos sentados en el muelle desde hacía un par de minutos, conversando.

-¿Bromeas? Creo que jamás me había divertido tanto en mi vida!- dijo a la vez que se metía un trozo de algodón de azúcar a la boca. Levanté la mirada y sonreí, fijando mis ojos en sus labios, la vez que mi sonrisa se ampliaba. Tragó antes de hablar. -¿Qué?-

Reí. -Tienes..déjame a mí.- me acerqué a ella y quité un pequeño trozo de algodón que había quedado en la comisura de sus labios, para luego llevármelo a la boca. Rió y se sonrojó.

-Gracias-

-No hay problema-. Nos quedamos en silencio un par de minutos, pero no era incómodo para nada; se sentía agradable. Jojo se recostó contra la madera, mirando hacia el cielo; me recosté a su lado e hice lo mismo.

-Louis y yo solíamos mirar las estrellas cada noche cuando éramos pequeños- rió ante el recuerdo. La miré curioso. -Cuando alguno de los dos no podía dormir, nos acostábamos sobre el césped del patio trasero y tratábamos de encontrar constelaciones. Él siempre decía que una tenía forma de zanahoria pero yo jamás la vi, para serte sincera. -.Ambos estallamos en carcajadas.

-Cuando yo era pequeño quería ser astronauta- admití. -Sólo para ser capaz de atrapar una estrella, meterla en un frasco y traerla a casa conmigo para tenerla al lado de mi cama.- rió. -Lo sé, era bastante tonto en ese entonces...

-No, en realidad me parece adorable que pensaras eso- susurró y me miró. No sé por cuánto tiempo nos quedamos mirando a los ojos, pero se sintió como una eternidad; sentí que en cuanto la miré, me hundí en sus ojos como si fueran dos enormes piscinas de agua, y ya no pude apartar la mirada ni el nudo que se había formado en mi garganta. En cuanto tomé consciencia de mis acciones, carraspeé.

-Creo que deberíamos irnos ya, es tarde- dije. Sonrió y asintió, a la vez que comenzaba a levantarse. -Pero...-me miró expectante- no creas que te devolveré sin cenar- le guiñé un ojo.

Strong | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora