Epilogo

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CUATRO AÑOS MÁS TARDE

Cuatro años pasan volando, aunque uno normalmente espera que se arrastren por el suelo, lentamente, como un felino acechando a su presa, y que consigo arrastren millones de eventos tanto oportunos como inoportunos. Por suerte, en mi vida ya no cabían eventos desafortunados, por lo que todo fue bastante viento en popa luego de que Harry mejoró.

Como ya dije, no fue fácil; el cerebro de Harry aún sufría secuelas, secuelas que de vez en cuando también lo hacían olvidar cosas que acababa de aprender. Además de la usual amnesia esporádica, algunos recuerdos solían atacarlo cual avalancha, poniéndolo tan nervioso (o por lo menos logrando exaltarlo), que Morgenstein terminó recetándole las mismas pastillas para la ansiedad que me había dado a mí cuando casi caigo en la depresión tras el accidente de Harry.

Pero todo fue para mejor, y al cabo de un año y medio, Harry recordaba hasta el color de barniz de uñas que Gemma había usado en él la vez que lo había hecho tomar el té con ella y sus muñecas cuando él tenía 5.

Una semana luego del casamiento de Gemma, ambos volvimos a Londres, y tras un mes de estar alternando entre ambos apartamentos, la totalidad de mis pertenencias se encontraban en el suyo- tras decidir que su apartamento era más amplio y de todos modos había sido mi hogar también.

Izzy también se quedó con nosotros, pero debido a mi alergia, debí comenzar a tomar un medicamento que evitaría que mis ojos lagrimearan y estornudara todo el tiempo; aunque aún así no debía abusar de la cercanía entre ambos.

Harry y yo volvimos a la universidad en enero, concentrándonos en ponernos al día en todo lo hecho durante nuestra ausencia a clases.
Fuera de la universidad, él consiguió un trabajo de medio tiempo en un estudio de abogados (ya que además de estudiar Economía, Medicina e Ingeniería, había agregado Leyes a su programa de la Universidad); mientras que yo, por mi parte, había dejado de trabajar en el refugio y conseguido un trabajo en una empresa como traductora, atendiendo conferencias telefónicas y respondiendo emails en su mayoría. Afortunadamente, este era nuestro último año de universidad, lo que significaba más trabajo duro, pero también más tiempo para nosotros.

Y en eso era en lo que consistía nuestra vida ahora...

-Jojo..Amor, levántate.-sentí la voz de Harry susurrar en mi oído, su respiración haciendo cosquillas en mi rostro y dándome escalosfríos.
Traté de abrir mis ojos, pero era como si hubiera yunques colocados sobre mis párpados. Bueno, en todo mi cuerpo en realidad; me sentía tan agotada que ni siquiera lograba que mi cerebro ordenara despertarme e incorporarme de la posición en la que me encontraba.

-Joanna, has estado durmiendo por más de doce horas, me preocupas- habló en un tono levemente más alto, denotando genuina preocupación. ¿Doce horas? Jamás había dormido tanto. Sí, está bien, me agradaba quedarme en la cama hasta última hora y si tenía la oportunidad de dormir un poco más de las siete horas usuales, la aprovechaba. Pero aún tenía límites.

Fruncí el ceño e hice una mueca, mis ojos aún sellados. Sentí la respiración de Harry golpearme en el rostro como una oleada de menta a la vez que emitía una simple carcajada de su garganta.

-Enstás bromeando, ¿verdad?- logré murmurar, ligeramente arrastando las palabras.

-Nunca hablé más en serio en toda mi vida- contestó. Rodé sobre mí misma hasta estar sobre mi espalda y entreabrí un ojo, espiando a mi alrededor.

Los ojos verdes de Harry fueron lo primero que mi cerebro registró; un verde alegre y profundo, casi radioactivo, el iris rodeado por una hilera de finas y largas pestañas oscuras. Las esquinas de sus ojos se llenaron de pequeñas arrugas a la vez que una enorme sonrisa se extendía por su rostro, sus hoyuelos instantáneamente haciendo su aparición en ambas mejillas. Suspiré y cubrí mi rostro con ambos brazos, para luego dejarlos caer sobre el edredón a ambos lados de mi cuerpo, a la vez que mordía mis labios para no dejar entrever mi sonrisa. Gruñí.

Strong | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora