Capítulo 5

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La culpabilidad...

Un sentimiento de lo más horrible, ¿verdad?

Pues eso era lo que corría por las venas de Foxy en estos instantes, a pesar de que él no quisiera admitirlo.

Algo de tiempo pasó desde que la banda se separó y Chica trató de reunirlos de nuevo. El único integrante que faltaba era Golden y aunque el pelirrojo odiara admitirlo, era parte del grupo y en parte él podría llegar a considerarlo parte de su vida, de una forma u otra lo era. Pues si para él el joven no tuviera mayor importancia que una mosca, no estaría tratando de localizarlo para poder llegar a reunir a toda la banda.

Frente a él una gran verja se alzaba y tras ella, una mansión de gigantescas dimensiones, pintada de un delicado color crema, con unos jardines extensos y verdes, con algunos arbustos, podados con sumo cuidado y delicadeza.

Su corazón bombeaba a mil y los nervios lo estaban comenzando a traicionar. Se auto convenció, no era su culpa. Pero un fugaz recuerdo pasó por su mente, ese momento en el que le dijo que no era el cantante de la banda y un escalofrío recorrió su espalda, dejándole bien claro su parte de culpa en el asunto.

Recorrió con su mirada ámbar el portal, en búsqueda de un timbre al que llamar, cosa que no encontró. El joven bufó exasperado y se quejó entre dientes de las pijerias del lugar. Dio un golpe con su cabeza a lo que a su parecer era una pared común, de la exasperación que sentía al no poder encontrar un simple timbre.

Su frustración se desvaneció al escuchar una voz.

–¿Diga?

–Eh...– comenzó el chico a decir con algo de nervios en su voz.–¿Está Golden en casa?

–¿Busca al señor Golden o a Golden Junior?

–¿Golden Junior?- preguntó con sorna el pelirrojo.–¿Qué clase de nombre es ese?– se burló el joven.–

–El señor Golden no se encuentra en casa.– y el asistente dio por terminada la conversación, cortando la comunicación con el chico.

–Eh, gracias.– dijo el chico más para sí mismo que para dirigirse a alguien.–

Foxy miró una última vez la fachada de la gran casa con un escalofrío recorriendo su espalda, lento y tortuoso, avisándole con pelos y señales de que algo no estaba bien, su instinto le chillaba, sabía que algo no estaba bien, sabía que algo estaba pasando con Golden, y no era ninguna de sus firmas o cualquiera de sus quehaceres.

Decidió irse ignorando el mal presentimiento creciente en su interior y se dirigió a su hogar, con el propósito de dormir y descansar su mente un poco de todo el caos que rodeaba ahora su vida.
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Su mirada grisácea posada en la ventana, inocua, vacía. La vida había abandonado al gris color de los orbes del chico. Sus sentimientos estaban tan muertos, tan dañados... Golden ahora era un simple cuerpo, sin voz con la que chillar, sin voluntad con la que actuar, sin corazón para amar.

Se encontraba sentado en una silla al lado del ventanal. Su espalda estaba recta y sus brazos estaban posados sobre sus rodillas. Su cabello dorado estaba igual de perfecto que de costumbre y su traje lo hacía ver como un verdadero empresario.

La conciencia de Golden ya no le hablaba, ya no era consciente de lo que era correcto o no, ya no era consciente de sus actos. Estaba tan roto que apenas podía respirar.

Sin embargo, su rostro siempre mantenía la misma expresión. Sus labios formando una línea recta y sus ojos entrecerrados en una expresión de calma total. Su alma se alejaba cada vez más de ese cuerpo roto, en un intento de reparase a sí misma.

¿Acaso ya no sientes Golden?
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Lunes, nada.

Martes, nada.

Miércoles, nada.

Y así comenzaron a pasar los días de la semana y en ninguno de ellos el joven rubio se apareció en los pasillos del instituto.

El grupo de los Animatronicos estaban sentados en una mesa de la cafetería del lugar. Cada uno comía su comida y los pensamientos de Chica no paraban de traer a Golden de nuevo a su mente. Decidió preguntar a su grupo, decidió compartir su palpable inquietud con sus amigos cercanos.

–Realmente me pregunto dónde estará Golden.– las palabras quedaron en los pálidos labios de la chica cuando la voz de Freddy se hizo resonar entre todos.–Empiezo a preocuparme.

–Sí...– comenzó a decir la rubia.– Yo también. Ni siquiera ha venido a decirnos "hola".– concordó la joven con el castaño.–

–Sí...– suspiró el pelirrojo, extrañando a todos los allí presentes.– Y tampoco está en su casa.

–¿Mhm?– la extrañeza de Chica fue la voz de todo el grupo para expresar su desconcierto.– Y tú... ¿Cómo sabes eso?

–¡¿Eh!? No, bueno, me lo imagino.– comenzó a excusarse entre tartamudeos y vacilaciones el chico.– Si estuviese, seguro que habría venido a vernos, Puff, vamos, fijo. Ya sabes como es.– convenció el joven a sus compañeros.–

–Bueno, sí, tienes razón. Al menos para despedirse.– comentó la fémina.–

Foxy suspiró para sus adentros al ver que había logrado convencer a sus compañeros con su excusa recién inventada.

– Pues...– comenzó Foxy.– Habrá que buscar un nuevo cantante.

Bonnie se levantó de la mesa con el propósito de ir a hacer un pendiente, dejando la propuesta del chico en el aire, y al igual de la forma con la que había venido, con esa rapidez inmediata, se fue.

El grupo se quedó pensativo, cada uno sumido en sus pensamientos. Foxy trataba de olvidar a ese cantante, pero el mal presentimiento no se iba. Sabía que algo andaba mal, todas las cortinas del gran hogar estaban corridas o casi cerradas, dejando tan sólo una fina línea por la que entraba la luz, y no había rastro de vida en el interior del hogar. Quizá era demasiado paranoico, pero algo lo hacía sentirse incómodo al estar cerca de ese lugar y no paraba de pensar en porque tales pensamientos negativos del lugar.

Optó por olvidar el tema y seguir saboreando su pudín.

Ah, Foxy, esperemos que tu instinto falle y que sea verdad que no pase nada.

Sálvame [Foxy X Golden] FNAFHS COMPLETADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora