Capítulo 16

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“Bajita"

Habían pasado cuatro perfectos días, tranquilos y cómodos, al menos de eso me pretendía convencer. No volví a ver ningún invertro. Por una vez todo empezaba a ser normal, en el fondo me preocupé un poco por el hecho de que no había vuelto a ver a mi perteneciente o el invertro, esa chica sin rostro.

Ese día comenzaba la universidad y no quise pensar más en esas cosas. Aún me costaba asimilar todo ese mundo. Habíamos decidido no dar importancia a los que revolvieron mis cosas, sabíamos que buscaban algo y que no lo encontraron porque no se llevaron nada.

Mi cama se sentía un poco vacía, Dylan ya no dormía a mi lado, había pasado el plazo en que le permití dormir a mi lado. Esa apuesta de la sal y el azúcar. Reí en silencio. 

Era muy pronto, Dylan y Eloi aún seguían durmiendo. Yo últimamente me despertaba en plena noche, sin poder volver a conciliar el sueño. Estaba cómoda entre las mantas, lo único que me irritaba era oír el tic tac del despertador, aunque agradecía que no fuese el lo que me despertase. Los primeros rayos de sol, atravesaban los cristales de mi ventana. No podía esperar más, me levanté y abrí mi armario.

Saqué, una camiseta blanca de encaje con tirantes, unos pantalones cortos negros y las Converses blancas.

Quería aprovechar los últimos rayos de sol, que aún dejaban del verano, para broncear mi piel. Porque cuando llegase el invierno, mi piel no se distinguiría entre la nieve o al menos eso era lo que me decía mi madre para obligarme a ponerme morena.

Después de estar en el baño, fui al salón, puse el móvil encima de la isla con la música en alto.

Me apetecía bailar y eso hice. Empecé a recorrer el salón pegando saltitos y cantando.

Agitaba la cadera de un lado a otro, pasitos hacia adelante y hacia atrás, derecha, izquierda y giro. A la vez que agitaba las manos en el aire, movía la cabeza dando vida a mi pelo y despeinándome.

Después unas carcajadas hicieron que parase en seco, me quedé a pata coja con los brazos extendidos hacia atrás.

Estaba ahí Dylan, apoyado contra la pared de brazos cruzados, frunció el ceño pero me miró divertido.

Me reí dejando caer el pie en el suelo.

—¿No estabas durmiendo? —le reprendí.

El negó con la cabeza y con una sonrisa.

—¿Insomnio? —le pregunté acercándome a la isla.

—No, falta de ti.

Le sonreí perdidamente, agité la cabeza para quitarme la tontuna. Cogí el móvil y apagué la música.

—Podríamos alargar el plazo, porque yo tampoco puedo dormir —comenté inadvertidamente mientras me sentaba encima de la encimera de la isla. Me constó un poco ya que estaba muy alta, pero pude.

Se acarició la barbilla.

—¿Una semana más? —masculló campechano mientras se acercaba a mí.

—¿Solo eso? —sugerí mientras jugaba con mis dedos en mi regazo.

Podía ver sus pies avanzar poco a poco hasta ponerse enfrente de mí. Con sus manos me apartó el pelo hacia un lado. En menos de un segundo inclinó su cabeza y acercó sus labios despacio a mi oreja.

—Muchas más —susurró con una voz sensual.

Eloi apareció por el pasillo.

—No sé vosotros, pero yo necesito un buen desayuno —abrió la puerta de la nevera.

Dimensión: Sincronía inversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora