Capítulo 20

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"Aura dorada"

 ¿Cómo había llegado la nota y el collar a mi habitación? Rápidamente me di cuenta de que la ventana estaba abierta. Me dirigí hacia ella y asomé la cabeza miré a todos lados, no había rastro de Brice, había subido por las escaleras de emergencia. Eché un último vistazo y cerré la ventana. Salí corriendo para encontrar a Dylan, quería decirle que de alguna manera Brice me había dejado el collar encima de la mesita. Lo que no sabía era por qué había tardado tanto.

Pero nada más cruzar el límite de la puerta, el dolor de cabeza que pareció haberse ido, volvió a sacudirme de una manera tan inoportuna y brutal que frené en seco, impulsando todo mi cuerpo hacia atrás, caí al suelo y noté como mis huesos crujían, era una sensación desagradable pero el peor dolor se presentó cuando mi cabeza rebotó contra en suelo, al parecer perdí el conocimiento.

—¡Dylan! —grité haciéndome despertar a mí misma. Inmediatamente recordé que ya había gritado su nombre anteriormente.

Me puse las manos sobre el pecho e intenté recuperar mi pulso normal dándome pequeños impulsos. Sentía que me ahogaba. Estaba sudando, tenía mucho calor, me deshice inmediatamente de las mantas. Inspiré profundamente y al ver mi dorado collar colgando de mi cuello, recordé lo que había pasado y nuevamente me puse de pie para buscar a Dylan. Pero la puerta se abrió antes de tiempo.

—¿Estás bien? —susurró la voz de Dylan asomando la cabeza por la puerta.

Bruscamente me levanté de la cama y me dirigí a Dylan, abrí más la puerta y no dudé en abrazarle con fuerza. Y él, nuevamente se mostró tenso, sus brazos colgaban a ambos lados de su cintura, no me estaba abrazando.

Me aparté de él, mis manos envolvieron sus muñecas. Alcé la cabeza para poder mirarle a los ojos.

—Te quiero —mascullé con un tono de voz que juraba que sonó desesperado.

Él apartó la vista de mí y permaneció callado. Después volvió a poner la vista nuevamente en mí.

—¿April, te acuerdas de las pastillas que te dio tu madre? Te las tienes que seguir tomando.

Arrugué mi frente. ¿Qué quería decir con que tenía que seguir tomándolas? ¿Acaso no fue él quien me dijo que eran malas y que me dejaban sin recuerdos? Como podría estar pidiéndome que las siga consumiendo.

—¿No me dijiste que eran malas? —pregunté intentado buscar respuesta a su repentina exigencia.

—No, las he estado analizando más y me he dado cuenta de que son para mantener a los invertros lejos de ti —sonó nervioso llegando a balbucear algunas palabras—. A lo mejor así consigues eliminar al invertro.

Ajá así que ahora era eso, no sé por qué pero por mucho que intentaba creerle se me hacía difícil, tenía la sensación de que me estaba mintiendo y seguía sin encontrar explicación a su extraño comportamiento y lejanía que presentaba hacia mí.

—¿Estás seguro? —exigí nuevamente.

—Tenemos que encontrar el cuerpo que ocupa el vertro de tu invertro.

—¿Qué? Dylan, ¿por qué tanta insistencia en todo?

—En menos de una semana —completó en un susurro poniendo la mano en la manilla y saliendo por la puerta.

Yo me quedé de pie, buscando alguna respuesta a su extraño comportamiento.

Me puse lo primero que pillé en el armario, me calcé mis Converses y cogí mi mochila. Después de salir del baño, Dylan no estaba. Llamé a Didi para preguntarla que si podía pasarse a recogerme como lo que solía hacer antes, y ella rápidamente se ofreció.

Dimensión: Sincronía inversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora