Capítulo 9

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  “Fácrop”

Estaba enfrente de la puerta de la entrada del apartamento desde hace cinco largos minutos, observándola con miedo. Había intentado hacerme a la idea de que esa vez no iba a pasar nada, sólo tenía que subir unos peldaños de escaleras, abrir la puerta, entrar y correr por las escaleras, la idea de subir en ascensor me tenía amilanada.

No me había suscitado eso de tener que volver sola, Eloi lo había comentado pero creía que me acompañaría de vuelta. Su padre había ido a recogerla al MacDonal's, se iba a pasar el fin de semana con su familia.

El caso, es que aún no sé qué hacer. Tenía dos opciones, correr por las escaleras o llamar a Dylan. Me apoyaba más por la segunda, pero no quería molestarle. 

Después de pensármelo unas cuantas veces, elegí la primera opción, así que tras abrir la puerta del portal, salí disparada como un misil subiendo las escaleras a todo vértigo. Llevaba pocos escalones subidos y ya me faltaba el aire, encima tenía que soportar ese pinchazo desagradable llamado flato. Sentía como la hamburguesa botaba en mi estómago, si no paraba de correr lamentablemente la iba a vomitar. Pero esa no era mi mayor preocupación, estaba tan concentrada con pisar el escalón correcto, que cuando llegué a la sexta planta no me lo creía. Solté un gran suspiro. Los pulmones me ardían necesitaba oxígeno, cogí bocanadas de aire y me dirigí a la puerta; que por cierto parecía estar muy lejos, tan lejos, que se me empezó a ver borrosa.  Iba acariciando la pared para guiarme.

Al entrar me tumbé en el sofá para recuperar fuerzas. Cuando ya se me pasó, me levanté a por un vaso de agua. Mientras estaba bebiendo me di cuenta de que había sangre en el suelo. 

¿Qué había pasado? ¿Siguieron pegándose cuando me fui? ¿Dónde estaba Dylan? 

Dejé el vaso corriendo encima de la encimera y me dirigí a la habitación de Dylan.

—¡Dylan! —grité sobresaltada por la opresión. Nadie respondía me empecé a alterar—. ¡Dylan! —seguí pegando fuertes golpes en la puerta.

Decidí entrar a su habitación, la puerta estaba cerrada desde dentro con pestillo. La abrí con un fuerte golpe de hombros y un alivio recorrió todo mi cuerpo, él estaba ahí. Lo primero que vi fue su sonrisa, esa que me provoca mariposas en el estómago. Después de apartar la mirada de su sonrisa me di cuenta de que se estaba cambiando y cerré la puerta rápidamente. Apoyé mi espalda contra ella. Estaba, como explicarlo, quitándose los pantalones. Que corte, ¿que se supone que le iba a decir?

Si él estaba bien, ¿de quién era la sangre? Solo quedaba una opción. Aaron.

—¡April, ya puedes pasar! —vociferó desde dentro de su habitación.

Abrí la puerta, splo asomando la cabeza y le vi poniéndose una camiseta negra.

—Por lo de antes... —dije temblando y muerta de vergüenza—. Solo quería asegurarme de que estabas bien. 

—Sí, lo estoy, ¿por qué? 

—Hay sangre en el suelo del salón, ¿de quién es? ¿Qué pasó con Aaron? ¿Os seguisteis pegando después de irme? —pregunté escandalizada mientras Dylan cogía el casco de su moto, me esquivó y salió de su habitación.

—No volverá a meterse donde no le llaman —se paró para mirarme. Tenía tensa su mandíbula, después siguió andando por el pasillo.

—¿Le hiciste daño? —intenté alcanzarle. Me puse enfrente de él y le aguanté la mirada.

—Nada que no se cure con unos cuantos puntos —se mofó, pero en sus ojos había rabia.

—¡Qué! —bramé abriendo los ojos como platos.

Dimensión: Sincronía inversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora