Capítulo 1

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 Adiós

Tras varios intentos comprendí que estaba en una especie de sala totalmente iluminada, vacía y sin sombras. Los reflejos eran tan brillantes que sulfuraban mis ojos. No sabía de dónde procedía aquella luz. Yo solo tenía en mente que quería acabar con el bochorno que sufría mi cuerpo. Sentía de una manera exagerada mi piel y todo mi entorno tórrido. Profesaba como mi sangre ardiente bombeaba por mis venas siguiendo un ritmo constante, pero distinto al de mi corazón. Tomé aire, proceso que me produjo resol al filtrarse por mis fosas nasales, mis pulmones inmediatamente ardieron, aun así intenté aspirar todo el oxígeno viable para obtener la fuerza suficiente y poder cerrar los ojos ignorando toda aquella luz.

Cuando los cerré todo cambió, en ese momento las sombras lo invadían todo valiendo una oscuridad más fuliginosa que la de la propia noche. Principié el frío danzando a mí alrededor, los escalofríos no dudaron en brotar por todo mi cuerpo. Mi mente y todo mi sistema nervioso estaban completamente ateridos.

No sabía que circunstancia prefería, ¿la luz o la oscuridad? ¿Los párpados plegados o desplegados? Ágilmente logré separarlos con la esperanza de que atinaría de nuevo con la luz.

¿Ambos fenómenos no podrían ser estables? ¿Un solo fenómeno?

Tras un momento difuso, sin motivo aparente corría o más bien huía, pero ¿de qué? Esa vez era un amasijo de luces y oscuridad, los dos sucesos me embestían, me perseguían y combatían por mí, ¿o en mi contra? De lance en lance hubo un instante de lapsus y aparecí tirada en el suelo. Cuando me di un recuento supe que no estaba físicamente en el suelo, tenía el estremecimiento de estar flotando, levitando en la nada.

Ese fue el extraño sueño —o pesadilla— que tuve por mañana. Cuando desperté volví a una realidad que mi mente no podía evitar recordando a mi madre gritar que cerrase bien todas las puertas de casa con llave antes de subirse al taxi. Se fue sin decirme dónde podía encontrarlas y yo desgraciadamente no era adivina.

Frustrada porque llegaba tarde y porque el llavero estaba vacío, preferí dejar desordenados el salón, la cocina, el estudio y la habitación de mis padres, los baños, la sala de invitados, incluso el sótano y el comedor a tener que dejar la casa vulnerable a los ladrones.

Nunca lo parecía porque a simple vista el vecindario en el que vivía tenía un aspecto encantador,pero a menudo ocurrían cosas tan poco comunes que podrían considerarse hechos paranormales. De todos modos quizá fuesen quimeras mías porque nadie ha parecido darse cuenta.

Ya estaba con los brazos en jarra, en medio del salón, enervada por buscar hasta debajo de las moquetas. Podía incluso haber llamado a mi madre, eso era la alternativa que me quedaba, sin embargo tener que escuchar sus sermones diciendo que yo no estaba últimamente donde tenía que estar, con los pies en la tierra, me iba a sacar de quicio. Decidida empecé a marcar su número y entonces recordé que había una habitación en la que no había buscado. Borré todo lo que había tecleado.

Subí las escaleras de dos en dos para hacer breve el recorrido. Ojalá hubiese suerte y las encontrase, eran las únicas que teníamos y no iba a irme dejando a mi familia en la calle. Llegué fatigada al rellano. Enmarqué mi visión hacia mi siguiente trayectoria, el pasillo.

Una vez ahí, vi que curiosamente la habitación de Logan estaba cerrada. No la recordaba así ya que cuando se fueron para no sentirme sola abrí todas las puertas de los cuartos. Se habrá cerrado de un portazo por el viento sin darme cuenta o...

Mi miedo brota.

Ya enfrente de la puerta acerqué con lentitud mi mano al pomo, al girarlo el chirrido que hizo me causó un largo escalofrío.Mirando dentro de la habitación, el frío me robó el aliento colándose en mis huesos. Rápida eché un vistazo hacia la ventana. Se me había olvidado cerrarla, había estado abierta de par en par toda la noche sin contar otras muchas, además era la habitación en la que daba más sombra por el día y los grados bajo cero sin remedio se quedaban ahí atrapados. Tampoco había querido encender la calefacción, estábamos todavía a finales de verano.

Dimensión: Sincronía inversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora