Capítulo 8

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“Celos y voces”

Poco a poco sentía como un mágico dedo subía ligeramente acariciándome desde los pies, pasando por mi pierna, mi cintura, mi brazo, mi cuello, mi mejilla, y finalmente acariciando y dando pequeños apretones sobre mi labio inferior.  La otra mano la sentía ardiendo en mi cintura. Experimentaba el palpitar de mi corazón tan fuerte, que no era necesario el irritante sonido de la alarma para despertarme. Ese sonido era más cálido, más tranquilizante más armonioso.

No quería abrir los ojos, pero era difícil resistirse a la tentación de ver de quién era ese mágico y ligero dedo que se deslizaba sobre mi piel, exaltando todas mis emociones. Poco a poco los fui abriendo, lo primero que vi fue su sonrisa coqueta y ese hoyuelo que se atrevía a atacar lo más profundo de mí. Estaba Dylan ahí, mirándome a los ojos con una calidez profunda, como si se hubiese perdido en mis ojos y necesitase el mapa de vuelta. Increíble.

Reaccionó y me dio un beso en la frente.

—Buenos días.

Acepté su beso. Me froté los ojos despacio bajo su escudriño, tuve que arrastrarme encima de él para poder bajar de la cama y tocar el suelo. Cuando por fin estuve de pie mis pensamientos dejaron de estar en la gloria y bajaron de nuevo a mi mente.

—¡¿Qué hora es!? —pregunté cuando uno de esos pensamientos me terminó de distorsionar la mente.

—Las ocho y media.

Me llevé las manos a la cabeza. Quería no perder los nervios así que dije en tono bajo: —Tengo la entrevista a las nueve.

—Todavía tienes tiempo —masculló con una sonrisa que parecía decir quédate un rato más, a mi lado.

Cerré los ojos unos segundos, necesitaba memorizar esa mirada. Después abrí el armario velozmente.

—Vete, necesito cambiarme —le eché sacudiendo la ropa que me iba a poner en dirección a la puerta.

—¿No puedo quedarme aquí? —preguntó poniéndose de pie.

—No —me peiné mientras tanto.

—Me tienes completamente desorientado —dijo con una mirada juguetona y me lanzó una almohada.

—Sinceramente creo que no tendrías ni que estar en mi cama —le devolví la almohada y le miré a los ojos con dolor.

—¿Cómo? —exclamó arqueando una ceja.

Después su expresión se tornó divertida entonces, se abalanzó sobre mí dejándonos caer en la cama. Poco a poco me quitó la camiseta que llevaba puesta y me puso la camiseta que había preparado y que del susto se me había caído en el suelo. Antes de ponérmela me dio un beso en el ombligo y después dio soplidos suaves haciéndome cosquillas. El aire que salía de su boca era completamente el deleite. Me mordí el labio intentando aguantar la risa. Instintivamente procedió a darme besos en el cuello, eran tan ligeros que mi temperatura corporal hervía en el ambiente.

—No vuelvas a decir eso —me susurró con sus labios en el lóbulo de mi oreja.

De repente se abrió la puerta de la habitación, era Eloi, vi como la expresión de su cara cambió completamente.

—¿Molesto? —se dio un golpe en la cabeza con la palma de la mano—.Claro que molesto, ibais a hacer el acto.

Aparte a Dylan inmediatamente de encima de mí. Me puse de pie y me sacudí la camiseta para que cayese hacia abajo.

Dimensión: Sincronía inversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora