Capítulo 27

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‘‘Asco’

Cómo podía sentirme tan impotente, era mi cuerpo, yo controlaba mi cuerpo, controlaba mis movimientos y mis pensamientos, controlaba mi respiración y ciertas veces el palpitar de mi corazón. ¿Era la jefa de algo que verdaderamente era mío?

Podía hacerlo. Era fácil eso de abrir los ojos y pestañear, pero por alguna inexplicable razón yo no lo lograba. Una vez más sólo conseguí que mi corazón se contraiga por las nulas fuerzas que estaba ejerciendo. ¿Cuál era el inconveniente?

Ya no sentía frío, ni tampoco dolor sordo, ni incluso ese dolor al que aún busco nombre...

¿Cómo podía ser algo tan doloroso e incapaz de describirse?

Inspiré pero ni si quiera ausculté mi respiración, sólo la aprecié. Mis estímulos interiores aún funcionaban. Residía incomunicada con el exterior y conjeturo que el exterior también estaba incomunicado conmigo.

Y otra vez el segundo párpado, el párpado que me llevaba al sueño se apiadó de mí. No sé cuánto tiempo pasó, pero algo me avivó, algo retiró ese segundo parpado. Sentí mi sangre achicharrarse y sanando a la vez.

Me estaba empezando a sentir rematadamente bien. Cuando mi cuerpo entero sanó, abrí los ojos de golpe. Bendita luz. No volví a cerrar los ojos por aprensión y se me empezaron a llenar de lágrimas.

De repente mi percepción del sonido funciona. Escuchaba voces alejadas que con cada intervalo se avecinaban más claras.

—April, intenta mover un dedo —me instó una voz aterciopelada.

Mis dedos. Intenté mandar estímulos para que reaccionasen, pero antes de que llegasen, mis dedos se estaban moviendo enfrente de mí. Mis dedos chupados y pálidos. Madre mía, ¿qué me había pasado?

—Bien, ahora respira profundamente.

Inspiré todo el aire que pudieron mis pulmones, lo dejé cinco minutos en mis cavidades respiratorias y el oxígeno me hizo el último esfuerzo para sentirme bien del todo. Sin darme cuenta, el aire se me escapó y salió como un torrente. Oí la dulce armonía que producía su risa. ¿Se estaba riendo de mi?

—Parpadea.

Esta vez rompí las reglas y no seguí sus órdenes. No quería caer en el estado en el que me encontraba anteriormente.

—No volverás a dormite, parpadea —ordenó con voz insistente pero flácida.

Parpadeé tan velozmente que ni siquiera tuve que soportar un solo segundo de oscuridad.

No me di cuenta pero tenía unos profundos ojos marrones enfrente de mí.

Dylan.

—Pestañea más despacio —insistió.

Estaba hipnotizada por sus ojos, le hice caso sin pensarlo. Entonces reparé en la oscuridad durante medio segundo.

—Bien, vas progresando.

Yo le miraba embelesada, ¡que ojos! Aunque su expresión es muy afligida, desesperada y por una parte apaciguada.

—Voy a abrazarte, no te asustes.

Me elevó de la cama, colocó sus manos detrás de mi espalda y me estrechó entre sus brazos con vigor. Le sentí de vuelta, aunque me sentía rara todavía. Él olfateó mi pelo y yo hundí mi cabeza en su pecho. El era la parte que me completaba en todos los sentidos. Había reaccionado. Me dio un beso en la frente y se retiró de mí, cuando lo hizo, se llevó con él parte de mí.

Dimensión: Sincronía inversaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora