Prólogo.

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Panem, el país perfecto.
Nacido de la necesidad por mantener el orden en el mundo, después de tanta devastación.
Un lugar de orden y control, regido por un Capitolio, rodeado de trece Distritos.

Sacudido por una nueva guerra, una rebelión, los Días Oscuros. La rebelión de los Distritos contra el Capitolio.

Los Distritos fueron derrotados, doce sobrevivieron, el decimotercero fue bombardeado y destruido.

Las nuevas reglas para regir al país surgieron con el Tratado de la Traición. Como recordatorio a los rebeldes del poder del Capitolio, surgieron los llamados Juegos del Hambre. Donde cada distrito enviaría dos jóvenes de entre doce y dieciocho años, un hombre y una mujer, llamados tributos. Un total de veinticuatro tributos, serían encerrados en un gran estadio llamado arena, y pelearían entre ellos hasta que sólo uno se alzará victorioso. Sólo uno saldría vencedor.

Todo eso, es lo que nos enseñan en la escuela. Todo lo que el Capitolio nos fuerza a saber. Mostrar que ellos son quienes tienen el poder, y nosotros, nosotros, somos sus juguetes. Somos los piezas en un juego de ajedrez donde ellos pueden movernos y hacer lo que quieran, sin molestarse.

Soy Riley Storm, vivo en el Distrito 12. Solía vivir en la Veta, mi familia era minera. Mi madre falleció al darme a luz, mi padre pereció por una grave enfermedad cuando tenía seis años. Viví bajo la tutela de mi hermano mayor desde entonces, Cleant Storm. Varios habitantes de la Veta nos apoyaron, para salir adelante, entre ellos el señor Everdeen. Haymitch Abernathy, el único de los dos vencedores del Distrito que sigue vivo; también nos ayudó. Era amigo de mi padre, el único amigo que le quedaba aparentemente.

Él nos ayudaba brindándonos dinero suficiente para mantenernos. Aun cuando mi hermano lo rechazara, pero finalmente fue un apoyo valioso.
El señor Everdeen, era otro caso. Era compañero de mi padre. A pesar de que tenía una familia propia que mantener, nos ayudaba. Él, cazaba en el bosque del otro lado de la alambrada del Distrito. Aunque era ilegal, sabía escurrirse de los Agentes de la Paz. Además de todo, muchos de ellos compraban la carne que él cazaba. Yo, me uní a él en la cacería, me enseñó a usar el arco y flechas, colocar algunas trampas, distinguir las plantas y bayas venenosas de las que no lo eran. Fue mi maestro durante varios años. Al igual que con su hija, Katniss. Gracias a él, había carne en nuestra mesa, y pan gracias a Haymitch.

Cleant siempre me pedía que fuera cuidadosa al salir al bosque. Pues a veces me gustaba ir allá para pasar el rato después de clases, mi hermano trabajaba en las minas. Pero muchas veces, coincidía con la pequeña Katniss y juntas dábamos un paseo rápido. Todo iba bien, ya no dolía tanto el echo de perder a mis padres, me bastaba el cariño que el señor Everdeen nos tenía, la amistad que formaba con Katniss y el amor de mi hermano. Sólo él y yo, nuestra pequeña familia. Y por supuesto, mi cachorro Chease. Un cachorro de pelaje blanco como la nieve y franjas de color café suave que le recorrían el lomo y una gran cantidad de pelaje en el pecho que lo hacían ver como un verdadero perro adulto. Regalo de mi padre antes de morir. Lo encontró recién nacido, vagando sólo cerca de las minas, lo trajo a casa para ayudarlo y terminé quedándome con él al tomarle cariño.

Esa era mi familia, la compañía de mi perro por las mañanas y tardes. Y por las noches, las reconfortantes reuniones con mi hermano. Cleant siempre se mantuvo fuerte, aun con todo lo que pasamos y sufrimos, nunca se dejó caer. Pues sabia que yo tomaría su ejemplo, y él quería que yo tampoco me dejara derrumbar.

No importa que tan fuerte sea la tormenta, siempre hay que levantarse y seguir adelante...

Es lo que siempre repetía, cada vez que algo sucedía. Y principalmente, cuando entré a la Cosecha por primera vez.

Y si algo sabía, era que nunca decepcionaría a mi hermano. No después de todo lo que hacía por mi, no después de ver que solamente nos teníamos el uno al otro como familia. Siempre con la promesa en alto de que nunca nos dejaríamos...

Hasta que él también murió. Un accidente, una exposición en las minas donde trabajaba, apagó su vida y la de muchos mineros más, entre ellos el señor Everdeen. Y entonces, quede totalmente sola o eso creí.

Las misma familias, los mismos mineros, ex-compañeros de mi padre y hermano, me ayudaron. Haymitch, impidió que fuera enviada al orfanato del Distrito, pues él sabia tan bien como yo, que mi único deseo era permanecer cerca del que había sido mi hogar. Así que, quedó como mi tutor legal, me ofreció una habitación en su casa para vivir y otra donde guardar las pocas cosas que constituían mi casa. De esa forma, inicié de nuevo mi vida, siguiendo las palabras de mi hermano, me levante de aquel duro golpe, de la pérdida del último miembro de mi familia, y continué adelante.

Dedicaba mi tiempo libre -y principalmente cuando no había problema- a cazar en el bosque. Aun cuando Haymitch decía que no debía hacerlo más, pues él se encargaría de mi -cosa que no funcionaba muy bien dado que siempre estaba ebrio- cazaba para ayudar a las Everdeen. Katniss aun era muy pequeña para entrar sola al bosque y muy terca para entenderlo. Cazaba para que tuvieran carne fresca en su mesa, ocupaba también, parte del dinero que Haymitch me daba mensualmente para comprar cosas para ellas. Solía darme más dinero del necesario, a veces argumentaba que estaba demasiado ebrio como para darse cuenta, pero yo sabía que lo hacía a propósito. Así que ahorraba el dinero que no utilizaba y compraba comida fresca para las Everdeen, pan y frutas y alguna cosa que les fuese necesarias, en especial para la pequeña Prim. Otras veces, solía ocupar esos ahorros para comprar hojas y carboncillos en el Quemador -el mercado negro del distrito-, para poder dibujar.

Tiempo después conocí al mejor amigo de Katniss, Gale Harthwrone. El chico también perdió a su padre en la explosión de las minas, tenía varios hermanos que proteger y alimentar, él era el mayor. Desde entonces, los tres nos aventurábamos a entrar al bosque, cazando y recolectando bayas y plantas comestibles.

Por lo general, ellos no se adentran tan profundamente al bosque. Se detenían siempre en un lago que había, cerca de una vieja cabaña que el padre de Katniss encontró. Pero yo, solía explorar más adentro, cuando ellos no venían conmigo. Chease me acompañaba como buen compañero de caza. Armada con arco y flechas, un saco para meter presas, y alguno que otro cuchillo, me adentraba lo suficiente en las entrañas del bosque del Distrito 12.

Y así, poco a poco, logré salir adelante. Guardando los viejos recuerdos en los más profundo de mi mente y corazón, siguiendo las palabras de mi hermano. Apoyando lo más que podía a aquellos que me ayudaron a mí. Sin importarme ya, que mi nombre podría salir en cualquier momento en cada Cosecha que pasaba.

Tributo del Distrito 12Donde viven las historias. Descúbrelo ahora