—Tranquilo cachorro, no haré nada malo —dice el extraño.
Entonces reconozco la voz, la persona sale al exterior con ambas manos en alto y una burlona sonrisa en el rostro.La escasa luz del lugar hace brillar su cabello cobrizo y resalta el tono verde mar de sus ojos. Finnick Odair. Sigue avanzando sin importarle la posición de Chease, quien no se ha relajado.
—Será mejor que te quedes quieto Odair —le advierto—. Pusiste en guardia a Chease, si das un paso más no dudará en echarse encima de ti.
—Está bien —se detiene sin bajar las manos.
Me arrodillo junto a Chease y comienzo a acariciarle suavemente el lomo, después el cuello y finalmente la cabeza.
—Tranquilo amigo —le susurro con ternura—. Todo está bien, no hay peligro.
Poco a poco relaja el cuerpo, gira para mirarme y se acerca para lo siga acariciando mejor. Tomo su cabeza con ambas manos y apoyo mi frente contra la suya.
—Eso es, así está bien Chease —le sonrío.
Lame tiernamente mi mejilla un par de veces y se sienta a un costado de la banca observando fijamente a Finnick.—Ese fue el acto de cariño y amistad más lindo que he visto en toda mi vida —dice él. Me levanto para mirarlo, tiene una sonrisa socarrona en el rostro y ha bajado las manos.
—Hubiese sido más lindo después de que Chease destrozara tu hermoso rostro —le contesto imitando su sonrisa.
—Tranquila Distrito Doce —alza las manos a la altura del pecho—. Fue un comentario sincero.
—Sí, como no —mascullo dándole la espalda y tomando el cuaderno para guardarlo.
—¿Qué es eso? —pregunta.
—Un cuaderno —respondo seca.
—¿Para?
—Nada que te importe Odair.
—Oye, oye Distrito Doce —se acerca a mi—. No te he dado razón para que me hables de esa forma, estoy tratando de ser amable.
Me giro para encararlo.
—Pues si esa es tu forma de ser amable con la gente, no quiero saber cuando realmente estés siendo un verdadero idiota —le suelto sonando lo más dura que puedo. Finnick me saca una cabeza de altura y aunque parece ser más grande en edad que yo, sé muy bien que tenemos la misma edad.
Me mira fijamente con seriedad. Chease se ha incorporado y por la forma que el pelo de su cuello y cola se ha erizado, deduzco que está listo para atacar si Finnick hace un movimiento en falso. Extrañamente, se pone a reír, sus facciones se suavizan y da unos pasos atrás poniendo espacio entre nosotros.—Lo sabía, lo sabía —celebra entre risas mientras me señala varias veces. Pongo los ojos en blanco y lo miro, se ha vuelto loco, la fama del Capitolio lo ha hecho enloquecer.
—¿Qué diablos te pasa Odair?
—¿Sabes? Sabía que eras distinta —dice en cuanto se calma—. Desde que vi tu reacción en la cosecha, supe que no eras como todas las chicas —se acerca un poco a mi, pero se detiene al ver a Chease acercarse—. Tienes carácter.
—Creo que ya te afecto la fama, se te ha subido a la cabeza —le digo rodando los ojos.
—Yo estoy perfectamente bien.
—Sí tu lo dices.
—Permiteme empezar de nuevo contigo —extiende una mano—. Finnick Odair, Distrito 4, ganador de los Sexagésimo Quintos Juegos del Hambre, y el vencedor más joven en la historia —dudo unos segundos antes de estrechar su mano de mala gana.
—Riley Storm, tributo del Distrito 12.
Aprieta con suavidad mi mano, un brillo se enciende en sus ojos y esboza lo que parece ser una auténtica sonrisa cálida.
—Debo decir que tienes un perro muy especial —comenta mientras aparta la mano—. Ni siquiera aquellos que viven aquí están tan bien entrenados.
—Yo no entrené a Chease —le digo—. Él se comporta así desde que llegó conmigo.
—¿A sí? —enarca una ceja sonriendo.
—Yo no tengo la misma relación que tienen los capitolinos con sus mascotas, no es solamente dueño y mascota.
—¿Entonces? —alza ambas cejas.
Suspiro.
—Chease es mi familia, ha sido mi compañero desde que era niña. Yo cuide de él, y ahora, parece que él cuida de mi.
—Una sincera y verdadera amistad —comenta Finnick con un tono extraño. Su sonrisa se borra unos momentos mientras desvía la mirada pero al instante la vuelve a formar.
—Sí —digo extrañada.
Chease se acerca lentamente y lo olfatea, parece percibir algo en él.

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Tributo del Distrito 12
Fiksi PenggemarGanar los Juegos del Hambre, obtener riquezas y empezar una nueva vida, rodeada de fama y fortuna. Así es como los habitantes del Capitolio ven a sus vencedores. Pero todo aquel que se vuelve uno, sabe que realmente no lo es. No son vencedores, sino...