Cinco: Yendo hacia atrás

621 53 65
                                    

Era el final de un día tranquilo en la isla

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era el final de un día tranquilo en la isla. El sol se recostaba sobre el mar, recubriendo el paisaje con un manto anaranjado, mientras las aves daban sus últimos cantos antes de dejar el protagonismo al sonido de las chicharras.

Si se acercaba a la colina sobre la que se alzaba la instalación del FEU, Beryl podía disfrutar de un pequeño descanso. Era hermoso dejar que su vista se perdiese en el ir y venir de las olas, hasta que los reflejos sobre el agua cambiaran de tono hacia el plateado y la luna apareciese frente a ella. Momentos como aquél la motivaban a seguir en semejante tarea.

La animaba pensar en cada ínfima victoria a favor de la naturaleza, sin importar los cientos de derrotas que podían estar ocurriendo en el planeta en ese instante.

Aquel rincón del mundo estaba protegido, por el momento. Y era suficiente para ella, por el momento. Pero si sus rivales redoblaban esfuerzos, ella no se quedaría atrás.

Por eso y porque le gustaba la sensación de meterse en problemas, decidió sacar la carta que solía guardar para casos difíciles. Inspiró hondo y echó un último vistazo al cielo multicolor, compartido por un sol débil que no terminaba de irse y una luna tímida para tomar su lugar. Luego sacó su teléfono móvil. Comprobó que tenía señal y se movió para ver si el indicador en forma de antena en la pantalla le daba alguna línea extra.

Debía aprovechar que Saphir se encontraba de licencia, asistiendo al casamiento de su hermana en la Capital del Norte. No podía explicarle lo que estaba pasando por su cabeza durante esas semanas. No creía que él fuese a entender. No como la persona a la que estaba buscando en su limitada lista de contactos.

—Hasta que al fin te acuerdas de mí —bromeó la voz al otro lado de la línea, apenas sonaron un par de tonos.

—No lloriquees, que tampoco me has llamado —respondió ella, con una sonrisa.

—Es que estoy muy ocupado.

—Yo ni te digo. ¿Cómo está el trabajo en el periódico, Tommy?

—Bien —dijo el joven, luego de un sonoro suspiro—. Sigo haciendo encargos estúpidos la mayor parte del tiempo. Nunca pensé que en esta profesión tuviera que elegir entre conservar mi dignidad o pagar el alquiler. No es que dudara del periodismo, es que no sabía que yo tuviese orgullo.

Beryl evitó la carcajada al imaginar al arrogante Thomas Stone llevando el café en las oficinas de su trabajo.

—Bienvenido al mundo de los adultos, hermano —lo picó.

—Lo dice la que vive en una isla criando animales y comiendo porquería enlatada, con tal de no volver a dar clases en la Universidad —reaccionó él—. En fin, dime que no me has llamado por algo de eso.

Esta vez, el suspiro resignado vino de ella.

—Ya conoces mis intenciones impuras —confesó, avergonzada, mientras se sentaba en una banca junto a la puerta de la casa cápsula—. Lo siento.

El corazón del minotauro [17 - Dragon Ball]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora