Segunda Sesión.

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El peli-azul se mordía el labio, al mismo tiempo que tomaba al azabache del cabello.

—Oye... sin marcas. —dijo, al sentir la mordida en su cuello.

— ¿Y por qué no? —cuestionó, mirándolo.

No respondió, solo se limitó a volver a unir sus labios con los del mayor, en un beso algo brusco.

Sus manos se aferraron a los hombros ajenos al momento de sentir la intromisión dentro de su cuerpo. Se tensó y dejó escapar un jadeo.

—Due-duele... —susurró.

—Es normal, ya pasará.

Stuart gritó y lágrimas brotaron al sentir como el azabache comenzaba a moverse con violencia.

— ¡Murdoc, espera! —suplicó, mordiéndose el labio con fuerza. — ¡Basta!

—Shh, te acostumbrarás... —afirmó.

Le jaló el cabello, comenzando a moverse, buscando acabar con el dolor que le causaba. Maldita sea, no sabía si era por su inexperiencia en el sexo o porque Murdoc realmente lo estaba lastimando.

Se aferraba a los hombros del azabache, le arañaba la espalda o se sujetaba de la sabana, pero nada era suficiente. Dolía, vaya que dolía.

Reynols se frotó el rostro con algo de frustración, mientras el chico de piel pálida lo miraba con una sonrisa.

—Después de eso, Murdoc logró encontrar mi punto, ¡Hm... santa mierda! —se mordió el labio unos segundos. —Sentía que me iba al cielo por la sensación, pero luego, caía al infierno. Estaba caliente, demasiado.

—No me interesa saber eso. —afirmó.

—Éramos un desastre, ¿Si? La cama estaba desecha y sonaba en cada movimiento, ¿Puede creerlo? Murdoc me decía cosas obscenas al oído, eso me encanta, las cosas se ponen más emocionantes cuando hace eso.

El oficial golpeó la mesa, ganando la total atención del chico.

—Sabes a lo que me refiero.

—... —lo miró, suspirando. —Bien.

El peli-azul observaba con una gran sonrisa al chico que tenía frente a él.

Por su mente pasó el recuerdo de cuando Murdoc se presentó ante sus padres. El primer beso de ambos también cruzó por su mente. Demonios, que ese día estaba realmente nervioso.

Ahora llevaba 1 año de relación con Murdoc, sintiéndose el más afortunado por tenerlo a su lado.

—He estado pensado... —la voz del satánico lo alejó de sus recuerdos con brusquedad. Negó un par de veces y lo miró, dándole un sorbo a la bebida que compartían. — ¿Te gustaría que nos fuéramos de viaje?

El rostro del menor se iluminó y asintió un par de veces, mientras daba pequeños saltos.

— ¡Cla-claro que si, Murdoc! —afirmó. — ¿¡A donde te gustaría ir!?

—Ya que hemos avanzado en la relación... —lo miró. —Me gustaría llevarte a un lugar importante para mi, ¿Qué dices?

Stu sonrió. Estaba emocionado de poder conocer más a fondo la vida de su novio.

— ¡Claro que si!

El mayor solo le sonrió, incomodando un poco al peli-azul. Algo en aquella sonrisa le advertía que saldría mal. Se sentía inseguro de pronto.

Negó repetidas veces, era Murdoc, su novio. Sabía que no le haría daño.

...

La venda fue retirada de sus ojos, permitiéndole observar una casa pequeña de colores llamativos. Miró alrededor observando las demás, preguntándose el porque no había algún otro auto.

—Ven. —dijo el azabache, tomándolo de la mano, guiándolo a la puerta.

De nuevo, la sensación de incomodidad volvió a Stuart. Alejó los pensamientos de su cabeza, confiaba en el satánico.

Se detuvo, pasando saliva. Reynols pudo notar como las manos del joven Pot temblaban, mientras que el menor las frotaba en sus piernas, tratando de calmarse.

— ¿Stuart?

—... —lo miró. —N-no me gusta esa casa...

— ¿Por qué no?

—Porque... esa casa cambió a Murdoc.

— ¿Qué tenía esa casa?

—L-lo normal... —susurró, negando un par de veces, tratando se alejar los recuerdos. —Y-yo no quiero seguir hablando...

—Hey, esta bien, ¿Si? Ya no estas en esa casa, estas a salvo.

Pasó saliva y asintió un par de veces.

—Al entrar yo... —se detuvo de nuevo. Viejos recuerdos lo abrumaron. Recordó las mancuernas, las cuerdas, la comida, la habitación, la sangre, los golpes. — ¡Ya no quiero seguir hablando!

—Stuart...

— ¡No quiero, no quiero! —gritó, levantándose de su lugar, corriendo hacia la puerta, golpeándola con violencia. — ¡Rachel, sácame de aquí!

— ¡Stuart, trata de calmarte! —aconsejó Reynols, acercándose poco a poco.

El menor alzó la mirada y de pronto visualizó la puerta de aquella casa. Se vio envuelto en completa oscuridad, solo distinguía su única salida: la puerta. Sabía que alucinaba, pero todo era tan real. Tal vez había soñado con haber salido y no era así. Todavía se encontraba atrapado en aquella casa.

Tembló un poco y miró al suelo, para luego, mirar su cuerpo. Derramó algunas lágrimas al verlo con moretones.

Intentó levantarse, pero no podía, su estómago le dolía y sabía el porque. Se arrastró por el suelo al escuchar los pesados pasos de la única persona que se encontraba con él.

—Oh honey, mírate... estas hecho mierda. Déjame arreglarte. —susurró Murdoc.

La vista del menor se enfocó en el brillo que desprendió el metal, para luego, escuchar la risa del satánico. Sabía lo que venía.

Sintió como unos brazos lo rodearon e inmediatamente soltó un grito.

— ¡No, basta! —exclamó. — ¡No quiero! ¡Déjame! —comenzó a llorar. — ¡Me duele!

— ¡Hey, hey! —gritó Reynols. —Stuart... esta bien, ¿Si? Todo esta bien. Estas a salvo.

El mencionado lo miró y se aferró a él, comenzando a llorar con más libertad.

— ¡Él me lastimaba mucho! —afirmó. — ¡Me dejaba caer mancuernas en el estómago!

Rachel entró cuando la puerta le fue abierta y se acercó rápidamente al peli-azul.

—Ven, Stu. —susurró con tono amable. —Vamos a tu habitación, ¿Si?

Él asintió y se levantó lentamente, al confirmar que su estómago no le dolía, se apresuró a seguir a Rachel, abandonando la sesión.

🌚🌚🌚🌚.
[**] Lo escrito en negrita y cursiva son alucinaciones.

$ting. 『2Doc/TERMINADA』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora