Décima Sesión.

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—Y ya sabes el resto. —concluyó Stuart, mirando al oficial. —Es cuando entraste por ahí, insultándome y yo ignorándote.

Reynols asintió con lentitud, tratando de no imaginarse los malos ratos que el menor pasó en la casa colorida. Varias sesiones fueron necesarias, Stuart había contado lo que le convenía. Se llevaría algunos secretos a la tumba.

—Esta es tu décima sesión. —afirmó el oficial. — ¿Sabes qué significa?

Stuart lo miró, los golpes que Murdoc le había propinado, se habían desvanecido casi por completo.

Recordar al mayor, solo lo hizo cerrar los ojos con fuerza. Se veía a él mismo desesperado por llegar a la décima sesión y ahora que lo había logrado, no estaba seguro de querer hacer lo prometido.

—Vamos. —continúo Reynols, levantándose. —Puedes ir a verlo.

—No quiero... —susurró.

— ¿Por qué no?

— ¡Debe de estar realmente molesto! Le he contado todo. —lo miró, apunto de llorar. — ¿No lo entiendes? ¡Murdoc va a matarme!

—No, no lo hará, ¿Sabes por qué? Porque Tanner y yo estaremos cuidándote y, porque, si estás dispuesto a decir todo de nuevo, definitivamente Murdoc irá a la cárcel.

Decir todo de nuevo.

Stuart comenzaba a abrumarse. El mareo fue invadiéndolo poco a poco. Decirlo de nuevo, implicaría recordarlo paso a paso. Día a día. Golpe a golpe.

Asintió un par de veces, tenía que hacerlo.

—No quiero verlo. —volvió a decir. —Volveré a hablar, ¡Todas las veces que sean necesarias! Pero quiero a Murdoc en la cárcel. —miró a Reynols. — ¡Quiero que se muera ahí! ¡No quiero verlo de nuevo!

...

Stuart jugaba con sus dedos. Se sentía lleno de coraje y con ganas de vomitar. Hace apenas unos minutos acababa de terminarse un Hot Dog y estaba seguro que iba a devolverlo en cualquier momento.

Había olvidado como se veía con ropa "decente". Llevaba un traje en ese momento y el cabello peinado cuidadosamente a los lados.

Salir del auto, le causó demasiados problemas.

Lo rodearon, aturdiéndolo. Miró los diversos micrófonos a su alrededor, las cámaras tratando de tener el mejor ángulo y los flash de las cámaras lo cegaban.

—Eh... —miró a todos, tratando de entender las diversas preguntas que le hacían, hasta que Reynols y Tanner intervinieron, tomándolo de los brazos con cuidado, subiendo las escaleras.

—No responderá ninguna pregunta por ahora. —afirmó el oficial Tanner, con autoridad.

Stuart miró el suelo en todo el camino, perdido en sus pensamientos.

Se encontraba en el suelo, sollozando.

Murdoc se acercó a él, limpiando la sangre con cuidado, causando que el menor chillara en respuesta, pues esperaba algún golpe que nunca llegó.

Miró al azabache con confusión.

—Lo siento... —lo escuchó decir, en un tono demasiado bajo, que lo llevó a pensar si lo había imaginado. —Lo siento, Stuart... —volvió a decir.

El menor dio un brinco cuando un flash dio directo a su rostro de nuevo. Volvió en sí, viéndose sentado al lado de un sujeto algo robusto, de avanzada edad, careciente de su canoso cabello en algunas zonas de la cabeza y con gafas. A su otro lado, estaba Reynols; cuando sus miradas se cruzaron, Steve asintió.

Stuart miró al frente, observando a todas las personas presentes. Sus padres lo miraban con melancolía y al otro lado de ellos, en las siguientes hileras de bancas cafés, estaban Sebastián y Hannibal Niccals, mirándolo con odio. Frente a ellos, junto a un sujeto de buena vestimenta, estaba Murdoc, el cual, lo observaba sin reflejar alguna emoción.

—Empecemos.

El peli-azul miró deprisa al sujeto que había dicho aquello. Estaba nervioso.

— ¿Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad con ayuda de Dios?

Suspiró y cerró los ojos un momento.

—Lo juro.

—Diga su nombre.

—Stuart Harold Pot.

$ting. 『2Doc/TERMINADA』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora