Sexta Sesión.

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Esto salió kk.

Mini-maratón 4/4. (han pasado 84 años lol).
🌚🌚🌚🌚.

Stuart miraba con gran confusión al oficial que se encontraba frente suyo.

—Tú no eres Reynols... —murmuró, mirando la puerta. Esperaba ver a su amigo, no a un completo extraño.

—Reynols no estará contigo hoy. Me presento, soy el oficial Tanner y... —se vio interrumpido.

—No voy a contarte nada. —se cruza de brazos.

—Stuart...

—Esperaré a Reynols.

...

El oficial Reynols miraba con cierto desprecio al sujeto que tenía frente a él. Con aire desinteresado, comenzaba a acabar con su paciencia. El oficial estaba seguro de que si no fuera policía, lo estaría golpeando hasta matarlo.

—Los encontramos en la casa colorida, ¿Recuerdas?

—No.

—... —suspiró y sacó una fotografía del peli-azul. —A este chico le hiciste pasar un infierno.

—Se lo buscaba.

—Lo golpeaste.

—Ajá.

—Lo quemaste.

—5 veces.

—Lo dejaste sin alimento.

—El hijo de puta era un mal agradecido.

—Abusaste de él.

—Gemía como perra.

Reynols frotó su rostro con sus manos. En ese momento, estaba arrepentido de haber insistido tener la sexta sesión con Murdoc. Quería golpearlo, quería estrangularlo por lo que le hizo a Stuart, aunque eso implicará un posible odio por parte del peli-azul.

—Eres un enfermo... —murmuró.

—Sí, sí. —respondió, mirándolo con desinterés. —No sé qué tanto te haya contado Stuart, pero te aseguro que todo lo que le hice lo disfrutó. Hasta el último segundo. Ese maldito bastardo amo como abusaba de él, amo cada golpe y cada insulto. —afirmó. —Sino hubiese sido así, habría escapado. El único que esta verdaderamente enfermo es Stuart.

—Stuart es un buen chico, pero demasiado tonto. —lo miró. —Y tu fuiste capaz de sacar ventaja de eso; distorsionaste su capacidad de razonar.

Murdoc no respondió. La verdad no tenía ganas de hablar con Reynols. Nunca había pronunciado palabra alguna acerca de lo sucedido en aquella casa, con el oficial Tanner, así que tampoco lo haría ahora.

—Stuart ha decidido delatarte.

El azabache lo miró, tratando de ocultar su sorpresa. Maldita sea, iba a estrangular a Pot.

— ¿Te toque un nervio, Niccals?

...

El peli-azul se recargó en el respaldo de la metálica silla. Llevaba alrededor de 30 minutos esperando a Reynols, comenzando a aburrirse.

— ¿Sabes? Yo ya cumplí mis 10 sesiones. —mintió. —Quiero a Steve porque él me prometió que hoy vería a Murdoc.

—Si te llevo con Murdoc, ¿Prometes contarme lo que sucedió después?

— ¡Por supuesto! —le sonrió.

Tanner lo miró con algo de desconfianza, pero luego suspiró. Se levantó, saliendo de aquel lugar, seguido por un entusiasmado Stuart Pot.

El menor sonreía, pensando en que haría al ver a Murdoc de nuevo. Lo abrazaría, besaría, le diría lo mucho que lo extrañaba y que en esa ocasión lo obedeció y no contó nada.  Si, Murdoc estaría feliz con eso.

Al llegar donde tenían al azabache, Stuart pudo distinguir sonidos algo violentos, mientras Tanner abría la puerta. Cuando ésta se abrió, el menor miró con preocupación como el azabache golpeaba a Reynols.

— ¡Muévete! —exclamó, entrando. — ¡Murdoc, basta!

Empujó al mencionado, colocándose frente a Steve, tratando de defenderlo.

— ¿Estás bien? —cuestionó, obteniendo un débil “Sí” como respuesta. Se volvió a ver al mayor, molesto. — ¡Eres un imbécil!

—Oh vamos, honey... —murmuró, sonriéndole. —Ven aquí. —abrió sus brazos.

Stuart lo miró con asco.

— ¡No vuelvas a hacerle daño a Reynols, es mi amigo!

Murdoc alzó los hombros con desinterés.

—Como sea, es un idiota.

El azabache sintió un golpe directo en su mandíbula, seguido de otro más. Retrocedió rápidamente, hasta sentir la fría mesa, mirando con desconcierto al peli-azul.

— ¡Eres un hijo de puta! ¡Si en esta habitación hay un “idiota”, eres tú, Murdoc! —gritó, acercándose a él.

Reynols y Tanner intervinieron rápidamente al momento en que Stuart comenzó a asfixiar al satánico.

— ¡Basta, Stuart! —gritó Steve. — ¡Vámonos de aquí!

— ¡Pedazo de mierda! ¡Animal! ¡Imbécil! ¡Hijo de puta! —gritaba Stuart, mientras lo sacaban de aquel lugar a la fuerza. — ¡Haré que te pudras!

...

Stuart se encontraba en el suelo, junto a Reynols. Ambos armaban un rompecabezas de 200 piezas, o al menos, eso hacia el oficial, ya que el menor estaba demasiado concentrado curando las heridas en su rostro.

El peli-azul se detuvo cuando Steve se quejó.

—Lo siento... —susurró.

—No es nada...

—Murdoc es un estúpido. —afirmó, comenzando a poner algunas piezas del rompecabezas. — ¿Estás seguro que estas bien? Eres mi amigo, no quiero que nada malo te pase...

—Estoy bien, Stuart.

El mencionado lo miró y suspiró. Ya había tomado una decisión, la definitiva.

—Reynols...ya sé lo que haré.

— ¿Hm?

—Te contaré todo, absolutamente todo. Quiero que se pudra.

El oficial lo miró realmente confundido.

— ¿Qué quieres decir? —cuestionó.

—Que se pudra Murdoc. —vociferó Stu, colocando la última pieza del rompecabezas.

— ¡Eso es, Stuart! —afirmó Reynols.

—Quiero a Murdoc en la cárcel. —lo miró. —Lo quiero encerrado hasta el final de sus días y estoy dispuesto a cooperar como lo he hecho hasta ahora.

$ting. 『2Doc/TERMINADA』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora