º4º

2.6K 262 0
                                    

Estar en su propia casa jamás fue tan incómodo como ahora. Mientras subía las escaleras a su habitación con lentitud, sentía que los cuadros familiares posaban sus ojos en él, que la alfombra bajo sus pies se movía y retorcía bajo su peso, junto con las decoraciones apuntándole de manera desdeñosa al tiempo que ingresaba a su cuarto. Allí se permitió respirar, sentía opresión en cada movimiento que hacía y sabía que no era un efecto del medicamento o del celo en sí. Algo extraño le estaba pasando.

Sus padres no se encontraban en casa, por lo que el regaño se verá postergado para más tarde. Realmente no quería hacerse ideas de cómo reaccionarían, en especial su madre, intolerante de todo lo que tenga que ver con JiMin. Probablemente le daría un ataque, le preguntaría en qué es lo que estaba pensando en emparejarse con Park, no le dejaría decirle que no fue su elección y que ni siquiera sabía si de verdad estaba atado a JiMin. Porque más que estuviera revolcándose en su cama de la felicidad y soltara risas tímidas a la nada, todavía no estaba 100% certificado que JiMin era su pareja. No. Las cosas son mucho más complicadas que eso, la sociedad de hoy en día es un poco intransigente con esos temas arcaicos de los cuales la juventud no entiende, de los cuales ni él mismo entiende. Sin embargo es una de esas cosas que no se pueden refutar, lo siente desde el fondo, su sangre le pide estar cerca de JiMin, aspirar su olor y tocar su piel, quedarse impregnado en JiMin y respirar su propio olor en él. No podía decirle que no a eso, ni el más racional se resiste a lo que por naturaleza es.

A salvo debajo de sus sabanas, acercó el suéter de JiMin a su pecho y esperó a que el olor y la suavidad de su cama le dejaran dormir por horas. Sin embargo eso no es lo que su cuerpo quería, estaba en el la punta del iceberg en el celo, las sensaciones eran más intensificadas y no se saciaría con nada. Pero JungKook no ha tenido un celo tan sofocante desde su primera vez. Acaba de tomar un supresor, es exagerado como el dolor en su espalda baja y el sudor en todo su cuerpo se extiende tan rápido como un virus. Suelta un lamento, apretando aún más la prenda en sus manos, el olor es demasiado, no lo calma como debería, hace sus pupilas se dilaten y sus manos cosquilleen, la presión en su pantalón es liberada de un jalón desesperado y retira las sabanas como si estas quemaran, se acuesta sobre su espalda y baja su ropa interior a la altura de sus muslos. Cuando su mano tocó su pene, saltó de angustia, estaba demasiado sensible y lo movimiento suaves de arriba abajo eran padecimientos, sin signos de querer cambiar a placenteros. Apretó la punta de su pene y la base de este, la presión le calmó por un momento, pero al liberar su mano, volvió a doler con más intensidad.

Retrocedió hacia el espaldar de su cama, sentándose parcialmente sobre su codo y miró hacia abajo, a lo que corría de entre sus piernas. Frunció el ceño y pasó el dedo índice por la cara interna de su muslo derecho. Eso era lubricante. Se asustó, terminando de quitarse todas las prendas por completo. Volvió a recostarse y con un gruñido se retorció, mordió fuerte su labio mientras movía su mano con más frenesí, pero no estaba ni cerca de querer correrse. El calor que emanaba no dejaba que tuviera pensamientos coherentes, sin embargo, sabia de ante mano que no era normal que lubricara si su pareja no se encontraba cerca y sospechaba que el sólo olor de su camisa no era suficiente para hacer que ese líquido pegajoso se escurriera y formara un charco penoso en toda su cama. Como pudo se levantó y fue directo al baño, necesitaba una ducha.

Cuando su cuerpo estuvo en contacto con el frio helado de su ducha, recargó la espalda en el azulado, teniendo otro soporte frio. Seguía con su mano frenética por toda su extensión y lloraba como su fuera una tortura. No era para nada deleitoso, no recuerda haber tenido una sensación como esa, como si algo más que semen quisiera revelarse de su interior. Se volteó, presionando su pecho en la pared, luego acercó su pelvis al frio y se restregó contra esta. Con desesperación, pasó su mano derecha por detrás, hasta llegar a su entrada, e introdujo dos dedos, dándose cuenta que su dilatación superaba los tres dedos que esperaba introducir. Soltó un quejido y después de un momento, salió de la ducha, con su miembro erecto, llenó de venas sobresalientes y malestar en todos los rincones de su cuerpo.

Essenza (Jikook)《1》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora