Aullidos en la Oscuridad

155 15 4
                                    

Año 2942, Tercera Edad:

-Pst.....Bilbo, Bilbo....¡Bilbo!

Leliana agita ahora con fuerza y brusquedad al pequeño hobbit, que responde con los brazos y tapándose los ojos, a la vez que masculla.

-Pero que horas son estas...

-Es de madrugada. Legolas y yo nos vamos. Dijiste que te avisáramos cuando nos fuéramos.

Yo me mantengo de pie mostrando una sonrisa divertida presenciando tal escena mientras Bilbo se reincorpora de mala gana y Leliana marcha hacia fuera del agujero-hobbit.

-Vale que los elfos no durmáis casi, pero esta chica es muy rara.

-Eso mismo te llamaran a ti últimamente por aquí. Sobre todo teniendo un cartel en el porche que dice; "prohibido personas molestas".

Bilbo me mira ahora con misterio y asombro, mientras que se levanta y se acomoda una manta gorda y ancha. Responde él ahora, con diversión y una sonrisa.

-Señor elfo, en la rareza esta la virtud.

Suelto una sonrisa y recojo lo que queda de mi equipaje. Salgo hacia el porche donde me espera Leliana con los caballos y esta se despide del hobbit.

-Adiós Bilbo Bolsón, ojalá nos veamos en esta vida, o en la venidera. Ha sido un placer haber pasado unos días aquí en vuestra tierra. Nunca había visto tanta paz y armonía. Los hobbits sois criaturas sorprendentes.

-Adiós a ti también. Suerte, y si vienes otra vez a Bolsón Cerrado, no me avises, las visitas inesperadas son las mejores.

Leliana sonríe y marcha con su corcel a paso lento, tomando el camino asfaltado. Bilbo la despide alzando su mano y con una mueca de comodidad en el rostro. Tomo la palabra acercándome a él y estrechando su mano.

-Adiós querido Bilbo.

-Mucha suerte amigo. Eres una persona muy fría. Pero la vida me ha enseñado, que las que menos demuestran luego son las que más sienten.

Poso mi brazo en mi pecho y Bilbo me sonríe con dulzura y aprecio. Doy media vuelta y voy al encuentro de Leliana. Respiro por última vez el aire puro y fresco de La Comarca, de sus bosques y praderas, y mi compañera y yo trotamos hacia el sureste.

-Paramos aquí.

-¿Ya? ¿Tan rápido te cansas?

-Lo digo por ti. Yo podría pasarme días y noches corriendo sin apenas comida si quisiera. Además esta anocheciendo y sabes perfectamente que estas tierras no son seguras.

Leliana asiente con picardía, a la vez que porta su arco y se acomoda su pequeño carcaj en la espalda, y responde.

-Amarra los caballos y busca leña para la hoguera mientras yo busco mi cena.

Asiento y procedo mientras diviso como Leliana se mezcla en la naturaleza. Es como si perteneciera a los árboles, a sus ramas y troncos, a sus hojas y raíces. Me recuerda a mí cuando exploraba por la noche el Gran Bosque. Cualquiera diría que es una pura Silvana.

Pasan los minutos y Leliana no aparece. Eso no me preocupa. Me preocupa más que el fuego de la hoguera y los caballos briznando atraigan a lobos y demás depredadores. Todavía nos faltan días hasta llegar al Bosque Negro. Este silencio me haría sentir cómodo si no fuera porque oigo rugidos y gruñidos de lobos salvajes, y todavía peor al no conocerme estas tierras. Cada vez noto el peligro más cerca. Así que desenfundo mis dos pequeñas espadas cortas que funcionan mejor en distancias cortas y quedo inmóvil.

De repente oigo un aullido atronador paseándose a mi izquierda y de los matorrales me sobresalta un animal traidor y cobarde. A lo que yo contesto esquivándole con un movimiento seco de cuello y clavándole la punta de mi rabia en su cabeza, desplomándose al instante. Noto una manada, quizá una decena de ellos, no más. Me levanto de un salto y saco mi daga especial, lanzándosela a uno de ellos a través de las hojas, sin verle, a ciegas. De ellas sale un gemido de dolor y yo sonrío con temeridad. Eso les hace retroceder. Pero lo que me hace retroceder a mí de asombro es un chillido grave de una de nuestras monturas. Observo como se desploma mi corcel con abundante sangre de las tripas. Corro con rabia y clavo mi último mandoble contra la criatura.

Me agacho inconscientemente lleno de tristeza y soledad en mi interior y de repente, sin previo aviso, escucho un silbido en el aire que se detiene en otra de las criaturas que iba a tomarme desprevenido. Es Leliana, que de otra flecha que no llega a impactar en nada, hace huir a los depredadores. Ella comprueba el terreno y yo sigo desolado, acariciando a mi compañero. Está sufriendo, agoniza de dolor. Su compañero brizna de terror y yo masajeo suavemente intentando calmarlo...La herida es grave, muy grave, y se desangra cada vez más rápido...Puedo sentir su dolor...Me duele en mi interior todo esto...

Leliana se acerca a mí y me mira con ojos tristes y entrecortados, mientras me devuelve mi daga, manchada de sangre. Yo la rechazo y ordeno a mi compañera una pizca de humanidad. A lo que ella afirma con la cabeza y con efectividad, raja el cuello de mi corcel.

Ella se reincorpora y yo lo miro por última vez mientras rezo a Ilúvatar, bajando los párpados.

-"Nai Eru varyuva len".

Cierro sus ojos ahora fríos y sin vida, y me levanto.

-¿A cuánto estamos de tu reino?

-Exactamente no lo sé. Calculo que a dos días sin descansar y viajando por la oscuridad. Pero me veo obligado a no tomar esa posibilidad.

-Yo tomaría el paso de Rohan. Tengo unos amigos que residen por allí. Nos acogerían a la noche siguiente.

-No creo que sea seguro eso Leliana. Ya sabes que no confío en la gente.

-¿Pero confías en mi?

La joven me mira con ternura y yo la correspondo. Se hace un silencio bastante cómodo e inesperado, sólo interrumpido por los quejidos de nuestra única montura. Ante esto, decido finalizar la conversación y la jornada.

-Partiremos al alba. Todavía quedan un par de horas. Descansa un poco, yo haré la guardia.

Leliana asiente y se acomoda en un terreno liso, arropándose con un par de mantas. Yo hecho más pequeñas ramas al fuego y poso las armas alrededor mía. Bastantes infortunios por hoy.

-Ya está anocheciendo.

-No queda nada, es por ahí.

Ella me señala el camino hacia una pradera llana y bastante desértica y yo se lo ordeno a nuestro único caballo. Él también necesita descansar. Hoy hemos ido bastante despacio debido a la cantidad de peso que hemos hecho cargar a nuestro compañero.

Pasado un tiempo diviso a la lejanía una especie de granja enorme. Leliana me lo confirma.

-Es ahí.

-Dime, ¿son parientes lejanos o algo así?

-Para nada. Solían trabajar conmigo.

-¿Qué clase de trabajo?

-Por así decirlo, vagabundeábamos de un lado a otro, sin rumbo. Gracias a eso me conozco a al perfección todo lo que concierne a la tierras de Eriador. Son buena gente Legolas, pero te pido un poco de comprensión y compañerismo...Esta clase de compañía no es la que acostumbras tú a frecuentar.

-Tranquila, estoy contigo.

En cuanto suelto esta frase, la joven pelirroja suelta un suspiro. Esto no me gusta. Algo me dice que no va a ser una noche demasiado tranquila.












Historia de un Destino. (NO TERMINADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora