Jealousy (Snowbaz)

Epílogo (parte 4): Baz

Me tardé, lo sé. Perdón.

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—¿Pues que hiciste? —me preguntó Penny.

—Besé a Agatha, eso hice —contesté.

—Pero no fue tu culpa.

—Lo sé, no quiere escucharme —Penny enarcó una ceja—. Está bien, está bien, no supe explicarle.

—¿Qué? ¿Por qué? Si yo te lo expliqué todo.

—Sí pero en ese momento no estaba prestando mucha atención. Todo lo que le decía sonaba como tonterías.

—Wow, esto es nuevo...

—¿Qué?

—Que no sepas explicar algo... Y que te sientas como un tonto. Normalmente eres tan listo y justo cuando más lo necesitas, no sabes que decir. Que irónico.

—Por favor Penny, ya basta. Me siento terrible, Simón acaba de romper conmigo, no necesito sentirme estúpido ahora.

—Lo siento.

Vi la puerta de nuestro departamento a lo lejos. Casi me da un paro cuando ví a Simon sacando una caja con sus cosas y poniéndola encima de otras tres. Corrí hasta él haciendo que se diera cuenta de mi presencia.

—¡Simon! —grité—. Espera, por favor. ¿Qué estás haciendo?

—Saco mis cosas. Este es tú departamento, mis cosas no tienen porque estar aquí —contestó.

—No tienes que hacer esto, por favor, sólo...

—No quiero discutir contigo ahora, Baz.

—Simon... —traté de entrar al departamento pero él me cerró la puerta en la cara. Recargue mi frente contra la pared y una lágrima corrió por mi mejilla—. Por favor escucha.

—No, tu escucha. No. Te. Quiero. Ver —dijo del otro lado de la puerta.

Abrí la boca para decir algo más pero Penny me detuvo poniendo una mano en mi hombro.

—Baz, deja que yo hable con él, ¿si? —asentí. Ella suspiró y golpeó la puerta—. Simon, soy yo, Penny, déjame entrar.

—No lo vas a dejar pasar, ¿verdad? —dijo Simon.

—Por supuesto que no. Abre ya.

Simon abrió la puerta solamente lo suficiente para que Penny pudiera entrar y luego la cerró rápidamente.

Pegué mi oreja a la pared. Los vampiros tenemos excelente oído y si te pones en el punto adecuado puedes oír lo que sea tan claro como el agua.

—Escucha, no es culpa de Baz —dijo Penny.

—¡Lo sabía! Siempre lo defiendes. Si fuera otra persona, si fuera Agatha, ya me hubieras dicho que la dejara pero no, ¡tenía que ser Baz! —gritó Simon. En verdad estaba molesto.

—No siempre lo defiendo.

—La primera navidad que pasé con él, cuando tomé el Macallan, nos peleamos y tú te pusiste de su lado.

—Sólo trataba de ser objetiva.

—¿Y también tratas de ser objetiva aquí?

—No, estoy tratando de evitar que comentas el peor error de tu vida —hubo un silencio y luego escuché a alguien suspirar—. Simon, tú amas a Baz.

—No, amaba a Baz. Ya no más.

Estoy seguro de que escuché algo romperse dentro de mí cuando oí eso.