Capítulo 8

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Cuidar de Damián estaba resultando ser un trabajo muy exhaustivo.

Tim había tenido que limpiar el corral de la vaca del menor, quitar el estiércol a paladas lo cual le había llenado las manos de ampollas, bajo la mirada atenta y estricta de su hermanito había aprendido a ordeñar, se tenía que hace dos veces al día y levantarse desde el alba para hacerlo, Damián había rescatado a su mascota de un rastro ilegal donde la habían separado de su novillo, el cual no había sobrevivido, pero ella sí, así que tenían que sacarle la leche que el becerro no se tomaba hasta que se le secaran las ubres, aunado a eso tenía que darle la pastura, revolverla con avena y manzanas para además mantener al día sus citas con el veterinario, cepillarla y bañarla.

Y eso solo era uno de los animales que Damián tenía a su cargo.

Jerry, el pavo lo odiaba, había intentado más de una vez picarlo y lo perseguía agitando su enorme cuerpo lleno de plumas. Pero el ave era una dulzura con Damián incluso comía las semillas desde su mano sana y se dejaba acariciar el plumaje.

Al menos a Jerry no tenía que bañarlo ni cepillarlo. 

Titus y Acehoud tenían que salir dos veces al día a pasear y correr, Tim se había visto arrastrado por los canes con su imponente fuerza para luego ser llenado por sus babas. El bañarlos, secarlos y cepillarlos lo había dejado empapado y lleno de pelos.

Por último, estaba Alfred, el gato blanco y negro, a él había que cambiarle la arena y cepillarlo diario, además de alimentarlo.

-Así no se carga un gato Drake- le regañaba Damián vigilando como el peor de los jefes.

-Tienes que limpiarle la arena todos los días y darle de comer en las mañanas-le dijo mostrándole donde estaban sus croquetas.

-También debes cepillarlo, no le rasques el estómago que no le gusta y tampoco le jales la cola- le advirtió.

-¿Cómo puedes cuidar de todos? –le pregunto Tim al terminar, con el cuerpo entero adolorido lleno de estiércol, pelos y mojado hasta la raíz del cabello, estaba tan cansado que seguramente el dolor le duraría toda la semana.

Sus nuevas tareas extra que ahora tenía no le daban más tiempo que ir a clases y regresar a casa, por lo tanto no podía permitirse el lujo de salir con Kon por las tardes o incluso revisar sus redes sociales para saber qué hacía.

Tenía que limitarse a dar breves vistazos a su cuenta de google maps para conocer su ubicación exacta y sentirse más en sintonía con él. Kon no tenía que saber que lo vigilaba vía satelital, era por su propia seguridad, al menos eso se decía él.

Pudo ver que se encontraba en la escuela, los juegos de futbol se estaban llevando acabo, con las finales de los equipos estatales y él estaba encerrado, perdiéndose por primera vez de poder animar a Kon y ocultarse entre la multitud para tomarle fotografías. Suspiró derrotado al saberse el nuevo esclavo al cuidado del zoológico personal de su hermano demoniaco.

Casi quería llorar.

-Quiero ir al juego y grabarlo...-murmuró a su celular mirando con anhelo la última fotografía de Kon quien lucía su uniforme, lástima que esos shorts ya no eran tan cortos como antaño...

-No estoy seguro si me das miedo o lástima- dijo Damián mirándolo negando con la cabeza antes de rodar los ojos para encaminarse a su habitación.

Con Damián fuera, Tim podía disfrutar de su pequeña libertad para darse un baño.

Tras una larga ducha se hizo un chongo descuidado con su cabello húmedo con pereza de sacarlo, y tras revisar sus cajones y recordarse así mismo que había tirado su ropa holgada, se deslizó en el cuarto de Jason, quien estaba en la universidad para colocarse una de sus chamarras más cómodas y grandes, dispuesto a disfrutar de la noche, prendió la televisión, sirvió gaseosa en un gran vaso con hielos y llenó de palomitas y cheetos con queso un bol.

Every breath you takeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora