Capítulo 17

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Jeno se lanzó sobre mí en cuanto abrí la puerta de casa, rodeando mi cadera con sus piernas hasta que su peso me hizo caer al suelo y echarme a reír mientras lo apretaba entre mis brazos. Excluyendo a TaeHyung y Yoongi, mi primo seis años menor era la única persona a la que podía considerar un amigo. O al menos un compañero de juegos, pues era igual que yo en prácticamente todo.

—¡Jungkook!—gritó contra mi oreja.

—¡Jeno! —respondí contra la suya.

Se echó a reír conmigo, se levantó y me dio la mano para ayudarme a hacerlo también. Luego fruncí los labios al darme cuenta de que no le faltaba mucho para alcanzarme y eso solo podía significar que iba a crecer más que yo en su adolescencia. Bueno, me alegraba por él.

—Tengo que contarte muchas cosas —saltó en el sitio. Su emoción era tan contagiosa que lo hice yo también, juntando las dos manos.

—Yo también.

Mis tíos entraron de repente, así que tuve que saludarlos. Les di dos besos a cada uno, rogué a mamá que nos dejara ir al sofá y la abracé cuando aceptó. Jeno hizo lo mismo con su madre. Fue una de esas noches que yo adoraba. Era 23 de diciembre y, dado que me iba a pasar las Navidades con Jimin en su pueblo, mamá y la familia había decidido celebrar noche buena esa noche. Los quería tanto a todos.

Jeno me contó que había conocido a alguien en su nueva escuela mientras se ponía rojo y escondía la cara entre sus manos. Mi reacción fue la misma mientras le hablaba de Jimin. Entonces me confesó que se trataba de un chico y que sus padres no sabían nada y nos mantuvimos toda la cena hablando con señas y frases que solo nosotros comprendíamos. Al menos hasta que mis tíos decidieron demostrar lo mucho que se parecían a mamá.

—¿Y la novia? —preguntó el hermano mayor de mamá, apoyando un codo sobre la mesa. El resto lo imitaron, moviendo las cejas.

Mamá abrió la boca para hablar, pero fue Jeno quien logró que mi cara adoptase el color del tomate.

—Se llama Jimin y es arquitecto.

—Gracias —dije con sarcasmo.

Mamá se rió cuando todos jadearon sorprendidos. Sin embargo, al instante, en cuanto ella les explicó el panorama, se les pasó la sorpresa y comenzaron a hacer preguntas nada cómodas. No pude responder ninguna. Casi hubiese preferido que detestaran el tema, pero a mi familia básicamente le encantaba todo tipo de amor. Una de mis primas era lesbiana, pero se libraba de estos interrogatorios por vivir en Taiwán. Jeno aún era pequeño para que sospecharan. Yo era el blanco perfecto.

¿Habéis tenido sexo? Mamá respondió que sí. ¿Quién manda? Todos se rieron. ¿Algún fetiche extraño? Se me quedaron mirando tan fijamente que solo pude tragar saliva.

¿Qué le llamara daddy era un fetiche extraño? ¿Qué quería decir exactamente "fetiche extraño"? ¿Que me llamase kitten, por ejemplo? ¿Y que yo fuese ocho años menor? Bueno, a mí eso no me resultaba extraño. A mí me gustaba ser su pequeño, su bebé, su kitten.

Pero no podía decirles eso.

Miré a un lado y otro con nerviosismo, mordiéndome el labio, jugué con las arrugas de mis pantalones y abrí la boca para decir lo primero que pasó por mi cabeza.

—¡Jeno tiene novio! —espeté. Y luego me tapé la boca con las dos manos.

Todas las miradas y preguntas decayeron en él, que se puso rojo como su jersey y me miró con los ojos muy abiertos. Le pedí perdón, pero dudé que sirviera de mucho.

Su madre, su padre y mamá saltaron en sus sillas, entusiasmados. La primera pronunció el nombre clave al instante.

—Jisung, ¿verdad?

Daddy ✧ JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora