Capítulo 8

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Sin poder mirar a su hermana pequeña, Lucy no dejaba de vagar por aquella mansión tan vacía. A veces echaba de menos el trato con la gente, y era extraño. Había muchos trabajadores que no dejaban de pasar por su lado—cada uno de ellos atareado, pero siempre sobraba un minuto para hablar con aquella adorable niña—, por lo tanto, quizás sobraba gente.
Pero a la vez faltaba. Faltaba humanidad para aquella pequeña que, si le dijeras por pedir un deseo, no pediría encontrar el amor o ser una princesa; pediría que todo volviese a ser como antes.

Con su madre.
Con su Nee-chan.
Con Jude, su padre.

Pero aquel mundo era cruel. Aquel destino le había dejado sin nadie solo por el motivo de que ya estaba escrito en su libro, donde miles de páginas en blanco reinaban.

Comenzó a tararear una canción mientras salía por los jardines. Comenzó a saltar, olvidándose de aquel corazón que daba por vacío. Las llaves que su madre se había encargado de que la llegaran se encontraban en su habitación, guardadas en un lugar seguro.

Se sentó en el pasto verde del lugar. Miró al cielo, elevando su mano.

—¿Ma...má?

Pero aquellas palabras ya no podían llegar a los oídos de Layla. La había perdido. No para siempre, pero sí para un largo doloroso tiempo.

—¡Lucy-sama!

Y a lo lejos se escuchó una voz de su misma edad, aunque era de un chico.
Lucy miró extraña.

¿Quién había entrado en las tierras de su padre?

Finalmente pudo ver una figura pequeña—debido a la lejanía—que se acercaba corriendo hacia ella. Era un chico. Un chico apuesto de unos ojos zafiro y algo rasgados como los de Gajeel, su nariz era medianamente normal, pero su boca se veía apuesta. Como la boca de un galán.
Su cabello rubio estaba bastante despeinado por el gran esfuerzo que estaba haciendo.

En cuanto llegó a la pequeña rubia, colocó sus manos en su rodilla y suspiró, tomando algo de aire.

Lucy arqueó sus cejas.

—¿Quién eres?

—Ren Strange—murmuró. Después, se atrevió a mirar a la señorita a los ojos, sentándose a su lado. No le importó la humedad de aquel césped, si no, lo helado que estaba. ¿Cómo la Heartfilia podía soportarlo? Quizás es porque su corazón estaba hecho de hielo en aquel momento. Hielo que ella misma quería derretir—. Estoy buscando a mi padre, trabaja para el suyo. ¡Pero no lo encuentro! Por favor, ayúdeme.

Lucy se quedó observando los pequeños rasgos de aquel muchacho. Era muy apuesto.
Pero lo que más le interesaba era que le estaba hablando.
A ella.
Quizás amigos no sería la palabra, ¿pero por qué no intentar ser algo? Algo divertido que pudiese llenar su corazón.
Alguien como Nee-chan.
Alguien como Acuario.

—Cla-Claro.

Aquella tímida voz provocó una sonrisa en Ren.
Pensó que la señorita sería una niña despiadada, amante de los juegos de tortura. Pensó que lo mandaría a paseo en un santiamén. Pero se equivocó. Ella se veía... ¿adorable? Sí. Ren pensó que esa era la palabra.

—¡Muchísimas gracias, Lucy-sama!

—Llámame Lucy—sonrió.

Al fin sonrió.

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