Al fin llega la tarde noche del sábado. Lara había aceptado salir a tomar unas copas conmigo y yo ya he quedado con Tamara, la hija de la letrada Sandra.
Estoy lista. Me encanta salir arreglada. Me encanta sentirme guapa por y para mí. Llevo un vestido minifalda de terciopelo rojo, pantis de copos negras y mis negros Lodis, súper cómodos.
Mi melena está lista con artificiales tirabuzones chulísimos y mi maquillaje es perfecto. Me encanta como me quedaron los ojos. Parece que mi azul se ha resaltado más que nunca con las sombras plateadas brillo- mate que llevo hoy.
Mis labios rojos aterciopelados parecen estar también más inflados de lo normal. Y mis aretes dorados dan un toque muy top a mi look. Definitivamente me encanto cada vez que salgo. Como dice mi padre no necesito abuela. Y es cierto. Me quiero demasiado. Como toda mujer debería hacer.
La noche está servida. Decido telefonear a Lara. Es aún más remolona que yo para componerse. Ella contesta rápido.
- ¿Sí? ¿Dagame? – Pregunta, como si no supiera ya quien está al otro lado del teléfono.
- ¿Dígame? Vamos tardona. ¿Qué te queda? – Respondo.
- ¿Qué qué me queda? Pues nada retocarme y lista. – Creo que miente pero en fin daré un voto de confianza.
- Ok, cojo un taxi y te recogemos en tu puerta en un rato. No nos hagas esperar, el taxímetro corre. – Le hago saber.
- Vale perfecto. Estoy lista en diez minutos te espero abajo. – Me confirma.
- Ahora te veo amiga. – Y cuelgo.
Llamo a radio taxi y bajo a la calle. Así como siempre viene un taxista recogerme a mi misma puerta del bloque.
Subo al mismo e indico donde me tiene que llevar. Le digo que el número exacto no lo sé que cuando estemos en la calle ya le indico a qué altura debe pararse.
En unos quince minutos llegamos a la calle de Lara. Desde lejos puedo verla.
- Pare ahí donde está la chica. – Le digo al taxista. El obedece y para delante de ella.
Ella como es tan charlatana, se coloca en el asiento delantero con el taxista. Y más aún viendo que el taxista está bastante "bueno". Como diría ella si no estuviera el mismo delante.
- Buenas noches. Perdona que me suba delante. Pero es que atrás me mareo. – Le dice al pobre muchacho que lo que hace en este momento es trabajar.
- Buenas noches señorita. No se preocupe. El coche es suyo en estos momentos pueden subir donde gusten. ¿Para donde?
- Vamos al centro. Nos deja por donde la catedral. Nos esperan allí unas amigas. – Le indico.
El taxista ya no habla. Pero Lara no calla. Le pregunta que si estará toda la noche de servicio. El asiente. Ella le pide el teléfono para la vuelta y el pobre chico se lo proporciona. ¡Qué cara más dura tiene! ¡Más dura que el hormigón armado! Pienso para mí.
Cuando llegamos al centro, al fin dejamos en paz al pobre taxista, cuyo nombre es Javier, Lara también quiso saber cómo se llamaba.
Muy pronto nos unimos a Tamara y una amiga de ella, Elena. Hacemos las presentaciones pertinentes. Y decidimos ir a cenar.
Elena es tan simpática como Tamara. Presiento que vamos a ser buenas amigas las cuatro. Lara se acopla rápidamente al grupo. Y en menos de un abrir y cerrar los ojos estamos cenando en los coloniales.
ESTÁS LEYENDO
Querido psicologo particular...
RomanceNunca podemos saber en un determinado momento de nuestra vida lo que el destino nos depara. Y en esta historia podemos darnos cuenta de ello, desde inicio a fin. Este es el caso de Alison Jones Smith. Una chica madrileña, hija de Ingleses, recién gr...