Carta cinco

872 114 1
                                    


Sebastián:

Ha pasado un mes.

Un mes, el tiempo pasa volando.

Celeste, César y yo nos encontramos en la playa, una parte alejada del público en general. Improvisamos un picnic, mientras comía alegremente César tomó la palabra.

—Hablé con Sebas... tián —dejé de comer para escucharlo atentamente—. De lo poco que hablamos, me dejó claro que así estaba mejor —lo miro sin creer lo que me está diciendo—. Soph, comienza de nuevo. Tómate tu tiempo, Celeste y yo estamos para apoyarte, ayudarte y puedes confiar en nosotros.

No escuché la última oración,¿para qué? Era lo que me temía, no lo voy a negar. Pero escucharlo directamente de César, sin rodeos, me tomó de sorpresa. Estaba harta de llorar sólo por ti. Derrarmar lágrimas, perder mi tiempo. Les dije que necesitaba caminar un rato por la orilla. Me levanté con dificultad y caminé lentamente. Sentí un dolor en el pecho, literal. No eras tú, algo pasaba dentro mío. Caí de rodillas en la arena, estaba jadeando. Yo... dejaba de respirar de pronto. Lo único que recuerdo es que me desmayé y todo se volvió negro.

Al despertar, estaba acostada en una camilla del hospital. El olor a brisa de mar me indicó que estábamos cerca de la playa. Celeste y César entraron a la habitación preocupados. Me explicaron que tenía asma, nada grave al parecer. Sólo debía utilizar un inhalador para controlarlo.

Está bien, Sebastián, agradezco a César por decirme lo que en verdad piensas. Sé que eso me hará fuerte y abrir mis ojos. He detenido mi mundo por un mes, es momento de que siga sin ti. Ya es hora.

Atentamente, Sophia.

Un adiós no es suficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora