Un adiós no es suficiente

Carta tres

Sebastián:

Si supieras lo que veo ahora, te llenarías de nostalgia seguro. El atardecer se hace presente, el sol en el horizonte es una brillante yema y a sus pies tiene el mar. Qué hermosa vista, no había venido aquí desde el otoño en que nos conocimos. Sé que antes escribí que recordar me hace mal, pero va... habrá que intentar cuán mal. Porque, recalco, esto lo hago para desahogarme.

Hace tres otoños estaba en una fiesta, nos encontramos cuando me disponía a atacar el buffet. Tenía puestos unos shorts para nada apretados, un polo suelto con mangas cortas y unas sandalias simples. Mi cabello suelto y largo, temiendo que se enganche con cualquier objeto que pasase muy cerca mío.

Tú vestías unos shorts hasta las rodillas color blanco, sí... aún no me creo que recuerde hasta eso, sandalias y polo con unas palmeras estampadas. Dios, lo pienso y río lo mal que te quedaba ese polo.

Muy entrado el atardecer, decidí llevar algo de comida conmigo para pasear a las orillas de la playa sola. Hasta hoy lamento no haber traído mi cámara para capturar el bello paisaje. Era como hoy, todo lo que visualizo ahora. Excepto los jóvenes de aquella fiesta de otoño y tú. Sólo estamos el mar y yo.

No puedo seguir, tan sólo pensar que pasó después y... Dios, no puedo continuar. Voy a mojar el papel con mis lágrimas.

Nos vemos en la siguiente carta.

Atentamente, Sophia.