Deberías agradecerme

189 31 0
                                        

Jimin no esperó mucho tiempo para llamar a su tía y preguntar, claro, ella negó todo y le pidió al chico que dejara de llamar tanto por ese asunto. Se había enojado por algo que él no empezó, genial... pero ya se las pagaría aquel tipo.

Lo primero que hizo fue ir hasta el pueblo más cercano a comprar cemento, duró tres horas yendo y viniendo del lugar. Llegó a la casa; hizo la mezcla y cubrió la puerta del sótano con cemento, ahora no lo molestaría más.

Se sintió tan bien, tan aliviado pero, una idea pasó por su mente cuando terminó.

Espera. Si es una persona y acabo de poner sellar el único contacto que tiene con el mundo exterior, por ende, su suministro de comida, bebida y aire puro, ¿eso no lo mataría?

No, seguro que no. Es sólo una broma.

Sí, es una broma inofensiva... Además, ¿quién va a enterarse de esto, si estamos en lo más profundo de una montaña?

Empezó a alejarse sin despegar la vista del lugar, sintiéndose cada vez más culpable de hacerlo hasta que, su cuerpo chocó contra algo diferente a una pared. Se volteó muy asustado.

—Tú, enano mal educado ¿qué le hiciste a mi casa?

—No sé de qué casa tuya me hablas, esta es la casa de mi tía. ¿Sabes? Cometí el error de hacer lo que me dijiste: hablé con ella y le pregunté por su hijo.

—Qué bien, ahora que lo sabes, déjame en paz.

—Sí, jamás molestaría a un huérfano, no.

—¿Qué dijiste?

—Tía no tiene hijos, es hora de que te vayas por las buenas, no vaya a ser que llame a un orfanato y te lleven. ¡Qué susto!

Las palabras crueles de aquel muchacho casi no le importaron, lo que más le dolía era que su propia madre lo negara.

Pero claro, después de un tiempo, un hijo muerto deja de ser un hijo, pensó. Después de un tiempo una persona, deja de ser persona si la olvidan.

Se sintió tan decaído, tan rendido que simplemente se retiró a su cama. ¿A quién le importa si come o no? De todas formas está muerto, no puede morir otra vez.

...


Después de ese día, le siguieron muchos más llenos de bromas muy pesadas y palabras hirientes para YoonGi. En la mayoría de los casos lograba ignorarlos, pero lo cierto es que sabía cómo hacerlo sentir mal. Aunque en cierto modo se sentía algo aliviado, aquel humano había dejado su naturaleza llorona y ahora podía dormir en paz.

—Deberías agradecerme, ahora que te encargas de hacer miserable mi existencia, la tuya ya no lo es— soltó mientras lo veía ir de un lado de la cocina a otro.

—¿Disculpa?

—De acuerdo. Te disculpo, pero ya detente con tus juegos. Por favor.

—Repite lo que dijiste, cobarde.

—A eso me refiero. Ahora que tienes con quién liberar tu enojo o frustración, eres menos miserable. Ya no lloras, no estás triste y es gracias a mi.

Jimin frunció el ceño terriblemente, mientras pensaba alguna cadena de insultos, los más hirientes que pudiera decir; pero no. Su lado bueno y sensible salió; relajó los músculos de su cara y suspiró pesadamente antes de reconocer (mentalmente, jamás le diría gracias por eso) que el otro tenía razón.

—Como digas, fantasmita... creo que comenzamos con el pie equivocado. ¿Qué te parece si volvemos a empezar? Olvidar el rencor, intentar coexistir...

—Supongo que por mí está bien.

—Bueno, es un placer conocerlo, mi nombre es Park Jimin— extendió su mano, mostrando una sonrisa tímida. Fue correspondido con una sonrisa más grande que la suya.

—Ya lo sabes, pero mi nombre es Min YoonGi. Es un gusto— estrechó la mano de su ahora compañero.

Presence [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora