Capítulo XI.

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Capítulo 8: La huida de la Señora Gorda, en el libro original de Harry Potter.

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En muy poco tiempo, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría. Solo Draco Malfoy y su banda de Slytherin criticaba al profesor Lupin:

—Mira cómo lleva la túnica —solía decir Malfoy murmurando en alto cuando pasaba el profesor—. Viste como nuestro antiguo elfo doméstico.

Pero a nadie le interesaba que tan ruñida y parchada estaba la túnica del profesor Lupin. Sus siguientes clases fueron tan interesantes como la primera. Después de los boggarts estudiaron los gorros rojos, unas creaturas pequeñas y desagradables, parecidas a los duendes, se escondían en cualquier sitio en el que hubiera habido derramamiento de sangre, en las mazmorras de los castillos, en los agujeros de las bombas de campo de batalla, para dar una paliza a los que se extraviaban. De los gorros rojos pasaron a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que se parecían monos con escamas y dedos palmados, y que disfrutaban estrangulando a los ignorantes que cruzaban sus estanques.

La chica Scamander pensó que no había hora más horrorosa que la de Pociones. El profesor Snape estaba en aquellos días especialmente propenso a la revancha y todos sabían el porqué. La historia del boggart que había adoptado la forma de Snape y el modo en que lo había dejado Neville, con el atuendo de su abuela, se había extendido por todo el colegio. Snape no lo encontraba divertido. A la primera mension del profesor Lupin, aparecía en sus ojos una expresión amenazadora. A Neville lo acosaba más que nunca.

Pero lo que más aborrecía _____(Tn) era las horas en la Torre de la profesora Trelawney, desifrando símbolos y formas confusas, procurando escapar de las miradas llenas de felicidad de la profesora Trelawney. La chica Scamander no sabía el motivo por el cual Parvati Patil y Lavender Brown admiraban tanto a la profesora, siempre a la hora de comida rondaban cerca de esa torre y regresaban con aire de superior, era algo enfadoso para la chica Scamander, ya que odiaba con toda el alma a esas personas.

A nadie le gustaba la asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas,  que después de la primera clase tan movida se había convertido en algo extremadamente aburrido. Hagrid había perdido la confianza. Ahora pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, que tenían que contarse entre las más aburridas criaturas del universo. Y eso que ella ya las había visto en lo básico con su abuelo.

—¿Por que alguien se preocuparía en cuidarlos?.—dijo Ron tras pasar otra hora embutiendo las boscosas gargantas de los gusarajos con lechuga cortada en tiras.

Lo bueno del año era el Quidditch. Un día Harry se tomó el tiempo en presentarla con el Guardián del equipo de Gryffindor: Oliver Wood.

—¿Tú eres la que transfirieron de América?.—dijo el chico.

—Si—asintio.—______(Tn) Scamander.

Oliver Wood solo pudo verla.

—¿Hija de Charlie Scamander?.—su voz tenía un poco de asombro.—¿El antiguo buscador de Ravenclaw?.

Ella se sentía sorprendida. ¿Su padre había estado en el equipo de Quidditch?, ¿Por qué nunca lo menciono?. Ella aún extrañada asintió.

La mirada paso de Oliver a Harry, el entendió rápido, ya que el también en su tiempo se sintió perdido en el asunto.

—Ella es buena, Oliver. Ha llegado a los campeonatos de Brasil, ganadora de este.—dijo Harry apoyándola.

Se vieron unos segundos, ella agradeciéndole lo que había hecho.

Harry Potter y La Chica ScamanderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora