Capítulo XXXII

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—Tenéis que volver al castillo. Os he dicho que no quería que lo vierais. Y tampoco deberíais estar aquí. Si Fudge y Dumbledore te pillan fueran sin permiso, Harry, te verás en un aprieto.

Por el rostro de Hermione corrían lágrimas silenciosas, pero disimuló ante Hagrid preparando el té. Al coger la botella de leche para verter parte de ella en la jarra, dio un grito.

—¡Ron! No... no puedo creerlo. ¡Es Scabbers!

Ron la miró boquiabierto.

—¿Qué dices?

Hermione acercó la jarra a la mesa y la volcó. Con un gritito asustado y
desesperado por volver a meterse en el recipiente, Scabbers apareció
correteando por la mesa.

—¡Scabbers! —exclamó Ron desconcertado—. Scabbers, ¿qué haces aquí?

Cogió a la rata, que forcejeaba por escapar; y la levantó para verla a la luz.

Tenía un aspecto horrible. Estaba más delgada que nunca. Se le había caído mucho pelo, dejándole amplias lagunas, y se retorcía en las manos de Ron, desesperada por escapar.

—No te preocupes, Scabbers —dijo Ron—. No hay gatos. No hay nada
que temer.

De pronto, Hagrid se puso en pie, mirando la ventana fijamente. Su cara, habitualmente rubicunda, se había puesto del color del pergamino.

—Ya vienen...

Harry, _____(Tn), Ron y Hermione se dieron rápidamente la vuelta. Un grupo de hombres bajaba por los lejanos escalones de la puerta principal del castillo.

Delante iba Albus Dumbledore. Su barba plateada brillaba al sol del ocaso. A su lado iba Cornelius Fudge. Tras ellos marchaban el viejo y débil miembro de la Comisión y el verdugo Macnair.

—Tenéis que iros —dijo Hagrid. Le temblaba todo el cuerpo—. No deben veros aquí... Marchaos ya.

Ron se metió a Scabbers en el bolsillo y Hermione cogió la capa.

—Salid por detrás.

Lo siguieron hacia la puerta trasera que daba al huerto. _____(Tn) se sentía muy rara y aún más al ver a Buckbeak a pocos metros, atado a un árbol, detrás de las calabazas. Buckbeak parecía presentir algo. Volvió la cara afilada de unlado a otro y golpeó el suelo con la zarpa, nervioso.

—No temas, Buckbeak —dijo Hagrid con voz suave—. No temas. —Se
volvió hacia los tres amigos—. Venga, marchaos.

Pero no se movieron.

—Hagrid, no podemos... Les diremos lo que de verdad sucedió.—dijo Harry

—No pueden matarlo...—dijo ____(Tn) con la voz quebrada.

—¡Marchaos! —ordenó Hagrid con firmeza—. Ya es bastante horrible y
sólo faltaría que además os metierais en un lío.

No tenían opción. Mientras Hermione echaba la capa sobre los otros tres, oyeron hablar al otro lado de la cabaña. Hagrid miró hacia el punto por el que acababan de desaparecer.

—Marchaos, rápido —dijo con acritud—. No escuchéis.

Y volvió a entrar en la cabaña al mismo tiempo que alguien llamaba a la puerta de delante.

Lentamente, como en trance, Harry, _____(Tn), Ron y Hermione rodearon silenciosamente la casa. Al llegar al otro lado, la puerta se cerró con un golpe seco.

—Vámonos aprisa, por favor —susurró Hermione—. No puedo seguir aquí, no lo puedo soportar...

Empezaron a subir hacia el castillo. El sol se apresuraba a ocultarse; el cielo se había vuelto de un gris claro teñido de púrpura, pero en el oeste había destellos de rojo rubí.

Harry Potter y La Chica ScamanderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora