IV. Recuerdos y Alas

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Aquella primera vez que lo vi, lo recuerdo como si hubiese pasado ayer.

Fue un día miércoles. Era el primer día de clases luego de las vacaciones de invierno de mi primer año en esta ciudad. Ya llevaba un semestre en “La Escuela del Norte”.

Me encontraba por el pasillo que lleva a la secretaría, no recuerdo por qué andaba por ahí en medio de una clase pero gracias a eso fue que lo conocí.

Él llevaba una camisa azul desabotonada hasta la clavícula, su cabello era largo hasta rozar su cuello; negro, brillante y muy liso. Estaba en una postura despreocupada apoyado en la pared junto a la secretaría. Pasé a su lado y nuestras miradas se cruzaron.

Recorrí su rostro con mis ojos durante unos instantes, que fueron suficientes para darme de cuenta de cuán lindo era este chico. Sus ojos eran miel, tenía las pestañas tan negras que resaltaban el color de sus ojos. El tono de su piel era un poco más claro que el caramelo y entonces dejé de mirarlo como tonta cuando sonrió y me dijo —Hola… ¿tiene algo extraño mi rostro?—me sonrojé completamente y dudé en responder. Deseé irme corriendo y comenzar de nuevo en otra ocasión.

Pero él sonreía cálidamente intentando convencerme de balbucear un simple “hola”, así que fue lo que hice.

—Hola… Yo… Lo siento, es que estoy segura de no haberte visto antes—me excusé. 

—Ah, ya veo. Tienes toda la razón, no me has visto antes porque es la primera vez que vengo a este colegio—y su sonrisa se hizo todavía más ancha, lo cual me pareció adorable.

—Bienvenido entonces, soy Alicia.

—Gracias Alicia, mi nombre es Adam.

—Adam…—asentí, como si con ese gesto guardara en mi memoria su nombre.

—¿Llevas mucho tiempo en este colegio?

—No, este mi segundo semestre.

—Entonces no tendré que comenzar desde de cero. Te conocí a ti—el chico dijo sonriendo.

—Eh, claro…—. volví a sonrojarme. —¿De dónde vienes? 

—De la escuela del Sur. No me gustaba nada así que cursaré octavo y toda la enseñanza media aquí.

—Oh ya veo, entonces eres un año mayor que yo—. se quedó mirándome como si quisiera asegurarse de lo que le acababa de decir. Entonces salió una mujer muy alta desde la secretaría; de cabello rubio y algo rizado, que se dirigió a Adam diciendo —Ya puedes pasar Adam. Oh, hola jovencita—y nos dedicó una dulce sonrisa.

—Madre, ella es Alicia… ¿ya puedo pasar?

—Claro Adam. Te queda rendir un último examen y estarás dentro—. volvió a mirarme y dijo —Adiós pequeña—y se retiró hacia la secretaría nuevamente.

La seguí con la mirada hasta perderla de vista; no aparentaba tener más de 30 años por lo que me pareció bastante joven para ser madre de un adolescente.

—Hm… ¿Alicia? Tengo que irme. Pero te aseguro que pasaré el examen y pronto te veré en la escuela—y se retiró también a la secretaría, aún sonriente.

Recuerdo que en ese momento sus palabras me parecieron una especie de promesa, realmente ansiaba que pasara aquel examen para poder verlo otra vez. Y se hizo realidad. No pude borrar su rostro de mi mente hasta que pude verlo por fin nuevamente, al día siguiente.

Me encontraba en la cafetería pidiendo un sándwich —Uno de jamón y queso por favor—. dije a quien atendía. —Hm… de jamón y queso. Me apetece ese también, por favor—dijo una voz todavía poco familiar detrás de mí. Me volteé. Era él. El chico agradable y apuesto del día anterior, al que tanto ansiaba volver a ver.

—Oh, ¡Adam!—me sorprendí de lo fuerte y eufórica que dije su nombre. No pude controlar la alegría que sentí.

—¡Alicia! Gusto en verte—imitó mi tono de voz, cosa que me hizo sonreír estúpidamente.

—¿Primer día? ¿Cómo va?—pregunté aún sonriente.

—Primer día, sí. Todo ha ido bien y más ahora que te encontré. La gente aquí es realmente agradable—me sonrojé, ¿también se alegraba de verme?

—Ah, ¡qué bien!—me limité a decir.

—¿Srta.? Aquí tiene su sándwich—. me volteé rápidamente y recibí mi delicioso pan. —Gracias—.dije —No hay de qué, ¿joven? Aquí está el suyo también. 

—Gracias—dijo él y se volteó a mirarme.

—¿Me acompañas?—preguntó, un poco más tímido de lo que demostraba ser.

—¿A dónde?—le dije confundida.

—¿No quieres sentarte y servirte el sándwich? Me gustaría tu compañía…—se sonrojó un poco, y también yo. Pero acepté y fuimos a sentarnos en unas bancas que quedan en el patio.

Hablamos a lo largo de todo el recreo. Desde aquel día que somos amigos. Desde aquel día que le dedicamos un recreo a un sándwich y a conversar. Desde entonces que me acostumbré a tener a este alguien especial que espera por mí, que me cuida, que está conmigo cada día sin importar las circunstancias. Si llovía o había sol en mi vida, él siempre era una luz brillante, una sonrisa dulce. Era mi compañía. Nunca cambió su forma de ser, nunca me dejó a un lado.

Pensé que al estar enamorada era imposible querer más a una persona, pero me equivoqué. Él significa mucho más de lo que jamás sospeché, y sólo ahora que está lejos me vengo a dar cuenta. Sólo ahora sé cuánto me hace falta, cuánto lo quiero realmente.

¡Cómo te extraño Adam! Una sola semana pasa y es un siglo para mí sin ti.

¿Dónde estás?

¿Por qué te alejaste de mí?

¡¿No ves que era lo peor que pudiste hacer?!

Recordarlo me hizo sentir triste, y entonces una punzada profunda traspasó mi corazón, lo que me obligó a tenderme en el suelo y a cerrar mis ojos buscando la forma de apaciguar el dolor. Pero a mi mente vino aquella pesadilla que tuve un par de veces antes de la partida de Adam, aquella en la que estaba en una playa desierta y no podía alcanzarle. Ese recuerdo hizo doler aún más mi corazón, una punzada como de espada se enterró aún más y lágrimas brotaron de mis ojos.

—La playa… ¿qué querría decir esa pesadilla? ¿Lo alcanzaría allí? ¿Está Adam en una playa desierta?—. aquel dolor se expandió hacia mi espalda y sentí como brotaba algo desde muy dentro de mi ser. —¡Ah! ¡Qué dolor!—gemí. Toqué mi espalda;  tengo sangre entre mis dedos.

¿Qué ocurre? ¿Estoy herida? ¡Siento tanto dolor!

—¡Ah!—volví a gritar. Seguía brotando eso de mi espalda, hasta extenderse y dejarse caer.

Plumas blancas cayeron a mí alrededor, algunas de ellas ensangrentadas.

Aún siento dolor pero la confusión me distrajo. Toqué mi espalda nuevamente, había algo en ella.

Un par de cosas enormes y aladas… 

«¡Alas!» 

La Decisión De Un Ángel© [[Actualiza lento]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora