Capítulo XVIII, Parte II: Nuevas Apariencias.

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Llevábamos cerca de 2 horas de viaje a través de la interminable carretera hacia el extremo norte. El paisaje no variaba de oscuras siluetas de árboles a los costados del camino, extendiendo de tal modo sus delgadas y alargadas sombras, que parecían querer alcanzarnos. 

Menadel luce como una mujer más madura y decidida que nunca, como si con esa nueva apariencia resaltara el lado analítico y seguro de su personalidad. El cabello corto rozándole las orejas, de un color muchas tonalidades más oscuro que su rubio original, sumado a esas nuevas facciones afiladas y grandes ojos, le proporcionan una imagen que corresponde mejor con su historia de vida: un ser de otro mundo, valiente y guerrero, de muchos más años de edad y experiencia de lo que llegó a parecer anteriormente. Una historia que salta a la vista desde que hace unas horas, dejó atrás el rostro joven y añiñado, tan delicado y frágil como una muñeca de porcelana. Incluso la nueva voz, ahora más grave y profunda, a veces hasta más pausada y calma, le asienta mejor a su verdadera identidad. 

De un momento a otro, Lerathel apareció sorpresivamente en el asiento trasero del pequeño Volkswagen que conduce Mel. El resplandor dorado característico de ella inundó el interior del vehículo durante unos segundos, tan cegador que llegué a preocuparme de que le pudiera molestar a Menadel para ver el sendero. Pero se extinguió tan pronto como inició, dejando en su lugar a mi querida ángel guardián, con una expresión abstraída y distante. Arrugué mi entrecejo en un gesto lleno de repentina preocupación; es la segunda ocasión de esta noche en la que aprecio una expresión tan diferente en ella. Sobre todo, tan extraño y distinto precisamente en su bello rostro. 

—Pequeña... este es el mejor momento para hablar de todo lo que tenemos pendiente—comenzó a decir Lerathel. Continué en completo silencio, observándola sin comprender a qué se refería.

—Tal vez no es el "mejor" de los momentos posibles para una conversación como la que están a punto de llevar a cabo, pero sí que es hora de que sepas de una buena vez todo lo que Lerathel, Mitzrael y yo hemos conseguido saber hasta ahora—añadió la gemela desde su asiento del conductor. 

Dirigí la mirada hacia mi guardiana nuevamente, sin poder ocultar los rastros de incredulidad y ansiedad que comenzaban a acumularse en mi interior. 

—Sin lugar a dudas, ésta ha sido una noche increíblemente agitada... pero estoy dispuesta a escuchar todo lo que debas decirme, Letty—la insté, súbitamente llena de coraje. Pese al temor creciente en mi cuerpo, tengo la certeza de que finalmente obtendré respuestas de muchas de las cosas que he querido saber desde el principio de todo. 

De reojo pude ver a Menadel tragando saliva exageradamente. Lerathel se acercó hacia el respaldo de mi asiento, quedando muy cerca de mi rostro dirigido hacia ella desde adelante, en una posición muy incómoda para mi cuello, por lo que acomodé mi postura yo también, girando la totalidad de mi cuerpo para quedar cara a cara con mi ángel y de espalda al vidrio de enfrente del copiloto. Apoyé mi mentón en el espacio del hombro del asiento y la miré desde allí. Lerathel cambió su semblante distante y precavido, por uno cálido y familiar para mí; sonrió mostrando su blanca hilera de dientes y acercó una de sus manos a mi cara, con la intención de quitar un mechón de cabello ahora rubio y rebelde que cubría mi mejilla. Como ambas sabíamos, ella no fue capaz de tocarme, pero aquel intento valió tanto para mí, como el gesto mismo. Le sonreí con cariño, y me arreglé el cabello yo misma.

—Lamento ser quien tenga que comunicarte tan desagradables asuntos, querida. Pero como dijo Menadel, te contaré todo de una buena vez—fue mi turno de tragar saliva. Esto me estaba poniendo más nerviosa de lo que me gustaría, pero asentí, dispuesta de todos modos a enterarme de lo que fuera.

—Afirma tu cinturón, angelito. No querrás caerte de la impresión—advirtió Mel, sin ningún rastro de burla. Pero en lugar de agarrarme del cinturón, que me mantenía apretada por la espalda, me aferré a los hombros de mi asiento.

La Decisión De Un Ángel© [[Actualiza lento]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora