Capítulo XVII, Parte II: Alarma

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Desplegar mis alas fue de lo más simple; después de semanas entrenando usándolas, ya se me da natural. Como si estirara un par de brazos extras. Unos suaves, más pesados y grandes.

Miré hacia el cielo sobre mi cabeza, la oscuridad ya lo dominaba. Se veían estrellas y a una tímida luna en lo alto. Estiré mis brazos hacia ella, y entonces comencé a aletear. Levanté polvo a mi alrededor, provocando que Mel se alejara unos pasos.

—Tómalo con calma, angelito. Lo importante al volar, es maniobrar entre velocidad y altura. Ahora mismo para lograr "despegar", debes impulsarte con energía y velocidad. Una vez alcances una buena altura, debes dejarte llevar por la rapidez que lleve el viento. Ni más rápido ni más lento—me instruyó ella. Hice caso al pie de la letra: tomé impulso, doblando mis rodillas y dando un gran salto hacia el cielo. Al mismo tiempo, aleteé lo más rápido que pude. Y lo conseguí.

Mis alas ya no se sentían pesadas ni débiles como la primera vez en que me aventuré a usarlas. Ahora se sentían livianas y ágiles. Gracias a ello, alcancé una buena altura en poco tiempo. Miré hacia mis pies, y Menadel se veía pequeña a la distancia. Sin embargo, pude oírla cuando gritó: 

—¡Lo estás haciendo de maravilla! ¡Ahora mismo te alcanzo!—Y entonces pude divisar cómo desplegó sus brillantes y hermosas alas para iniciar su vuelo al instante. En pocos segundos, la gemela ya se encontraba nuevamente a mi lado.

—¿Se siente genial, a que sí?—preguntó alegre, mostrando su hilera de blancos dientes. 

—Más que genial, esto es increíble. Y liberador. Es como...—medité unos instantes enfocándome de pleno en cómo me sentía en ese preciso momento—. Como si mi alma flotara con el viento y no sólo mis pies—concluí. Ella asintió reflexiva.

—Sí... volar nos permite encontrarnos de lleno con nuestra esencia angelical. Nos permite sentir lo más recóndito de nuestra existencia; como dijiste, es nuestra alma en su mejor elemento, el aire.—comentó el ángel de rubia cabellera. Sus palabras provocaron un regocijo extraño y cálido a la vez en mi interior. Como si dentro de mi pecho se hubiera encendido una llama ardiente y reconfortante. Tan reconfortante como cuando al respirar, se sienten llenos mis pulmones. Me embriagué de aquel sentimiento que floreció estando en las alturas, con mis alas libres y en su plenitud unos minutos, hasta que Mel me hizo regresar a la realidad.

—¿Vamos ya?—ofreció. Yo asentí distraídamente, aún esforzándome en regresar mi atención al presente, lejos de esa increíble sensación que me provocaba volar.

La seguí a lo largo del trayecto que trazamos hacia casa. Era como si poseyera un GPS en su interior, porque no dudó en ningún momento hacia dónde dirigirse ni mucho menos detuvo la marcha. O en este caso, el vuelo. 

Transcurrieron varios minutos en los que la ciudad estaba muy por debajo de nosotras. Hasta que Mel decidió descender lentamente, llegando hasta mi barrio. Sólo entonces estuvimos cerca de los tejados de las casas. Y al poco tiempo, llegamos a la mía. Descendimos por completo hasta tocar el suelo justo frente a la puerta de mi casa, y sin que hubiera necesidad de decir nada, ambas replegamos nuestros pares de alas. 

—Excelente, Alicia. Estoy orgullosa de tí—comenzó a decir la gemela—. No sólo conseguiste seguir mi ritmo sin dificultad, sino que lograste descender controlando la situación y manteniendo el equilibrio en todo momento. Posees un auto control más que suficiente para volar grandes distancias. Eso era lo que necesitaba comprobar. Tu entrenamiento está completo, por ahora—sentenció Mel. Y yo me sentí realmente satisfecha; mis esfuerzos sí estaban dando frutos.

—Gracias, Menadel. No sabes cuánto me alegra oír eso—le sonreí. Ella me mantuvo la mirada unos instantes para luego decir—. Siento algo extraño en el ambiente, Alicia. Me preocupa dejarte sola en casa...—su rostro demostraba aquella preocupación. Sin embargo, su semblante arrugado se relajó unos momentos cuando le dije—. Estaré bien. Mi mamá vendrá dentro de poco y sé a quien llamar en caso dado—afirmé con tranquilidad. Ella al fin pudo devolverme la sonrisa.

La Decisión De Un Ángel© [[Actualiza lento]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora