CAPÍTULO III. INDECISIÓN

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Me canso de leer y vuelvo a intentarlo. Me levanto de sofá algo más animado y salgo de allí en busca de la puerta que conozco tan bien.

-¿Rachel...?
No me molesto en tocar con los nudillos.  Espero mi respuesta con la cabeza apoyada en la puerta.

Suspiro.
-¿...Rachel...?

Nadie me responde.  Justo lo que temía...

-Escúchame, Rachel... No sé si no quieres abrirme... o simplemente no estás... - susurro abriéndome.
Espero unos segundos apretando los ojos,  pero nadie me abre.

Hace rato que ya ya se hizo de noche.  Me rindo y sin fuerzas,  empiezo a retirarme a mi habitación.  Triste.


No puedo creer que Damian me haya dicho eso.  Me quedé totalmente petrificada y sin voz,  esperando apoyada en la puerta.  En realidad lo unico que no me esperaba es que lo ha dicho él.  Damian Wayne.  El chico sin sentimientos.

Sin darme cuenta me quedé dormida en el suelo la noche anterior.  Me cambié de ropa.  Pero no curé las heridas.  Dolían demasiado.  Y ni tenía fuerzas,  no quería ver a nadie para que me ayudase.

Y aquí estoy.  Sentada junto a la puerta como una vagabunda llena de golper y heridas aún abiertas.

Suena un poco estúpido.

-Vamos Rachel.  Libérame.

-Cállate...

No puedo dormir.  He dado vueltas y vueltas en la cama.  Pero nada. 
Estoy cansado y quiero dormir.  Pero no puedo.  Tengo demasiadas cosas en qué pensar...

De pronto escucho algo.  Un gemido muy silencioso y escondido.

Deduzco que es un llanto.
Salgo de mi habitación despacio para que no me oigan y recorro el pasillo.
A cada paso que doy lo escucho más alto.

Me paro en seco cuando se escucha llorar disimuladamente a alguien tras la puerta de Raven.

Tomo aire y toco con los nudillos.  Nervioso.

OBSESIÓN DOLOROSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora