CAPÍTULO VII. POESÍA DE DOLOR

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Al día siguiente me encuentro a Raven solo en la sala común. Me sorprendo al verla allí, yo suelo ser el único que se levanta a las cuatro y media de la mañana..

Me extraño al no sentirme incómodo, pero sí nervioso y colorado al verla ahí sentada en el sofá, dándome la espalda con un gordo libro en las manos. El pelo le tapa la cara.

-¿Desde cuando te levantas tan temprano? - le pregunto entrando en la sala y avanzando hacia ella.

-Tuve una pesadilla - responde tranquila y sin sorprenderse sin apartar la vista de las letras.

-¿Otra vez? - le pregunto algo sorprendido apoyándome en el respaldo del sofá con los brazos cruzados.

-Sí...-susurra pasando una página ya finalizada.

Debe ser duro estár en la piel de Rachel. Su vida ha sido realmente parecida a la mía...

-¿Estás bien? - pregunto en voz baja dándome la vuelta para mirarla.

-Vaya, se te ha vuelto una adicción preguntarme eso... - veo como esboza una sonrisilla aún sin mirarme.

-Pues sí. Y no voy a dejarla. - comentas con tono divertido para ocultar el nerviosismo.

Suelta un suspiro y me mira por el rabillo del ojo.

-Sí. Estoy bien.

Concluye volviendo la vista al libro de nuevo.

Entrecierro los ojos para ver si alcanzo a leer algo de este.

-¿Bécquer? - susurro algo sorprendido.

-Sí. - responde con un tono distraído.

Salto el sofá y me siento aunos veinte centímetros de ella.

Silencio.

-"Cuando me lo contaron sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas, me apoyé contra el muro, y un instante la conciencia perdí de donde estaba. Cayó sobre mi espíritu la noche, en ira y en piedad se anegó el alma, y entonces comprendí por qué se llora, entonces comprendí por qué se mata... " - recité en voz baja mirando hacia el ventanal de la sala para no mirarla y ponerme rojo.

Dejé a Rachel en silencio. Me callo al pensar lo que acabo de decir. Un silencio largo cae como una piedra sobre nosotros.

-Vaya, estás lleno de sorpresas, niño rico... - habla al fin con un tono de burla y una sonrisa dibujada en su rostro.

Ignoro su comentario.

-Era lo que leía en la mansión antes de venir aquí. Poesía. Supongo que lo echo de menos... - aclaro la confusión de mi amiga en un murmuro.

Me mira extrañada unos segundos al ver mi reacción y esbozo una sonrisa para tranquilizarla.

Se caya y vuelve a apoyar la espalda en el sofá.
Cierra el libro de golpe y me lo tiende. Lo tomo por inercia y la miro confundido frunciendo el ceño.

-Yo ya me lo he leído un montón de veces... Te toca a tí - me dice y pierde la mirada en el ventanal.

Lo acepto sin decir nada. No me vendría mal retomar la poesía por donde la dejé.

-¿De qué iba la pesadilla? - la pillo desprevenida.

Sacude la cabeza mirando el suelo.

-Lo de siempre... - susurra.

Aprieto los labios y vuelvo la mirada yo también hacia el ventanal.

-"Primero es un albor trémulo y vago, raya de inquieta luz que corta el mar, luego chispea y crece y se dilata en una ardiente explosión de claridad... "- susurra de repente como si fuese un mantra.

Empiezo a sudar y noto que estoy colorado. Bajo la mirada al instante al suelo.

Me sorprendo al ver que sabe de Bécquer. Aunque con este chico ya no sé con qué me puedo sorprenderme...

-La semana pasada observé tu entrenamiento cuerpo a cuerpo con Garfield. No perdiste pero por poco lo haces... - cambia de tema.

-¿A dónde quieres ir con esto, Damian? - pregunto molesta.

Me sonríe pícaro antes de seguir.

-Eres bastante mala en ese tema. - me suelta.

Veo en sus ojos esmeraldas un atisbo de inocencia y me callo.


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