CAPÍTULO IV. " MANOS HELADAS"

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Sin pensármelo dos veces,  abro la puerta despacio.
Y allí está.  Sentada en el suelo junto a la cama,  con la cabeza hundida en las rodillas.

Me obligo a callarme mordiendome la lengua.

No hace ningún gesto pero sé que siente que estoy aquí.
Tiene el pijama manchanchado de sangre sobretodo en la parte que le cubre el hombro derecho.
Aún tiene las heridas abiertas y un montón de moratones.  Me pongo triste nada más verla.
No digo nada.  Pienso que querrá silencio.
Ya no llora,  solo respira entre cortadamente.

-Rachel... -susurro inclinándome hacia delante para verla, pero nada.

No me responde,  ni siquiera se mueve.

-¿Estás bien...? - murmuro con un tono frío.

Nada.

Avanzo unos pasos hacia ella y me siento con sigilo en el espacio que hay entre ella y la mesilla de noche.

Apoyo la cabeza en la pared y me quedo mirando fijamente el techo.

Al cabo de unos minutos,  levanta la cabeza de las rodillas y hace lo mismo que yo.  No la puedo ver bien,  el pelo despeinado le cubre parte del rostro.

Tiene los ojos algo rojos y cansados de haber llorado.

-Rachel... ¿qué rayos te ha pasado...?- le pregunto serio girando la cabeza bruscamente para mirarla.

-Nada... - responde de pronto con una voz que parece qe está apunto de derrumbarse con los ojos cerrados.

-¿Ah, sí? Pues no es la impresión que me das... - le suelto levantando un poco la voz algo enfadado con una sonrisa amarga en los labios.

Separo la espalda de la pared para intentar verla.

-No me pasa nada... - me sorprende con un hilillo de voz.

- Ah, claro.  Que yo recuerde,  la otra noche volviste a la torre hecha un desastre y sin decir palabra.  Y hace poco estabas llorando,  y por Dios,  Rachel,  estás sangrando... - le suelto enfadado.

Puedo alcanzar a ver que una pequeña sonrisa de desesperacion aparece y desaparece enseguida de su rostro.

-Por favor... - susurro más calmado.

-¿Desde cuándo te preocupas tú por algo... o por alguien, Damian? - murmura sonriendo débilmente.

Me sorprende la pregunta,  aunque sea cierta,  y me defiendo para disimular.

-Desde que "eso" tiene que ver con mi equipo - digo seco.
No responde.

Me vuelvo a recostar en la pared y suelto un suspiro cerrando los ojos, sintiéndome un tonto por lo que acabo de decir.

Después de unos minutos de un silencio extrañamente cómodo,  me giro y con la mano le bajo la manga derecha de la camiseta para observar seriamente la herida ensangrentada que le recorre todo el hombro.

Me mira por el rabillo del ojo,  como si supiese lo que estoy pensando.

-Si no se cierra vas a morir desangrada - le digo preocupado sin apartar la vista de del hombro.

-Bueno,  no suena tan mal... - me responde débilmente.

Frunzo el ceño sin creerme lo que está diciendo.

-Rachel.

Veo como aparta despacio la cabeza para no mirarme y asiente levemente con la cabeza.
Entiendo al instante la respuesta, me levanto despacio y salgo de la habitación para volver con una carretilla de metal llena de hilo,  aguja,  algodón,  alcohol y agua oxigenada.

OBSESIÓN DOLOROSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora