uno.

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—¡Con cuidado!— le gritó su madre cuando intentó bajar una de las cajas que tenía escrito con marcador negro "Vasos"

—Deja a la conejita— dijo su padre cargando la caja con un brazo y tomando la pequeña mano de Nayeon—Sólo nos quiere ayudar.

—Quiere opacar— rió su madre— Aún falta mucho, Nabongs, ¿por qué no vas a jugar? Cenaremos dentro de un largo rato.

La pequeña sólo asintió, pues aún le dificultaba mucho pronunciar la "s" y no quería ser sermoneada por su madre al no saber hablar correctamente aún.

Decir "si" era complicado, era más fácil decir "di" o "chi".

Cómo anhelaba tener un gran jardín, con mucho espacio y flores. Podía poner su pequeña alberca inflable y pasar toda una tarde ahí con sus juguetes de la bañera.

Se sentó en el césped, acariciando algunas flores hasta qué—¡Paaapi! ¡Papi! ¡Mamá! ¡Ayuda!— salió corriendo de regreso al camión de mudanzas.

—¡Nayeon! ¿Qué ocurre?— la cargó su papá.

—Abeja, abeja— se escondió en su pecho, pues creía que aquella abeja tenía la intención de atacarla—¡Ahí está! ¡Mamá pégale!

Su madre, también asustada, movía sus brazos para alejarla—¡Ni se te ocurra picar a la familia Im!

—¡Hey, tranquilas, dejenla en paz! Si siente que la amenazan las picará, dejen que vuela, sólo es una abejita— sonrió el hombre, mirando con tranquilidad a la pequeña abeja.

Definitivamente su padre era el ser más bondadoso y amable de este planeta. Nayeon siempre lo querría, pues era el mejor y todos los niños se sentían celosos de no tener a un padre como el de ella. Todos estaban celosos. La vida misma estaba celosa.

Nayeon andaba en su triciclo color rosa, miraba las demás casas con alegría. Toda su corta vida la había vivido en un departamento gris, ya era hora de un cliché pero cálido vecindario.

—¡Woosh!— gritó una niña, sentada en el techo de una casa azul, aventaba globos con agua a la acera, y uno se reventó en el vestido de flores de la pequeña Im Nayeon.

—¡Ahh! ¡Mira que hicidte!— limpió las gotas que tenía en su cara y bajó del triciclo—¡Baja de ahí!

—Oh oh...— susurró la niña con dos coletas y calcetas de franjas de colores—¡Lo siento mucho!

—¡Baja a didculparte aquí midmo!— apuntaba con su pequeña mano.

—Es que— empezó a reír—n-no sé cómo.

—¡Cobarde! ¡Iré por mi papi!— tenía el ceño fruncido, y subió nuevamente a su triciclo, pero otro globo de agua estalló cerca de sus zapatillas—¡Badta ya!— Nayeon amenzaba con lloriquear.

—¡N-No te vayas! Yo... No se cómo bajar...— suspiró abrazando sus piernas.

Nayeon ladeó la cabeza. ¿Cómo subió en primer lugar? ¿Y cómo Es que ahora no sabe cómo bajar? Quizás sólo era una pequeña mentira para que se quedara un poco más. No, realmente Momo no sabía como bajar. La escalera por la que había subido se había caído, y era muy pesada para Nayeon.

A dos cuadras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora