cinco.

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—Dime que no hice nada ridículo frente a ella— Jihyo cubrió su cara con sus propias manos.

—No, creo que no. Digo, te sentaste en ella y terminaste vomitando, no sé si tú consideres eso como ridículo.

Ya era lunes, muchos deseaban no acordarse de todas las estupideces que hicieron en la fiesta de Tzuyu y otros se sienten orgullosos de lo mismo. La chica de la fiesta había ganado un odio hacia Jihyo, Jeongyeon y el resto que se metió en esa absurda pelea que la dejó en ridículo. Pero, no hay que negarlo, fue bastante épica.

Caminaron primero hacia el casillero de Nayeon, casualmente enfrente del de Momo, no era común encontrarlas separadas.

—¿Qué toca hoy?— sacó un libro cualquiera y lo devolvió cuando vio a Jihyo negar.

—Siempre te lo tengo que decir, ¿verdad? A ver, primero es mat-ay madre mía, no— la menor se escondió detrás de la puerta del casillero, aunque sólo cubría su cara.

—¿Qué ocurre?Ah, ya veo...—Nayeon rodó los ojos, preparada para el saludo matutino de Momo, el chiste malo de Jeongyeon, una Sana divagando y a Mina detrás de ellas procurando que ninguna de fuera hacia otro lado.—Llegaron temprano.

Nayeon ya iba a decir el clásico "No me molestes" de todos los lunes a su vecina, pero no hubo necesidad. Ni siquiera la miró.

—¿Me habrá visto?— Jihyo sacó su cabeza del casillero de Nayeon, quien miraba anonadada a la japonesa desde lejos.

"Que idiota, pero mejor para mí", pensó, mirando con furia sus libros, pero después acomodar su cabello frente a su pequeño espejo del casillero.

—¡Ahora vuelvo!se escuchó en alguna parte del extenso pasillo. Era Momo, corriendo de regreso a donde estaba Nayeon.—Buenos días Nabongs, buenos días Jihyo— sonrió, definitivamente aún tenía sueño.—Las veo luego— y corrió de regreso por donde se había ido anteriormente.

—Momoring es tan tierna— Jihyo salió de su escondite, ya estaba a salvo, y golpeó el hombro de Nayeon.

—Yo soy tierna— se cruzó de brazos, recargada en su casillero, pero su postura cambió a una más erguida  cuando la japonesa venía corriendo de regreso.—¿Ahora qué quieres?

—Jihyo, esto es para ti— le extendió un pedazo de papel arrugado.—Es el número de Jeong, pero— se acercó a susurrarle.—por favor no le digas que te lo dí.

—¿Por qué?— rió Jihyo, tomando el papelito, en el cual tenía una avestruz  y una carita sonriente dibujada con tinta rosa y obviamente, el número.

—Porque ella planeaba pedirte tu número de una manera "cool", pero le daba miedo.

—¡Momo!— gritaron Sana y Jeongyeon, y lo más que pudo Mina.

—Ahora si me voy~

—Esto es muy a la vieja escuela, ¿no crees?—dijo Nayeon, refiriéndose al papel, cerró su casillero, comenzando a caminar.

—Es algo muy bonito y te callas.

Nayeon se estaba preparando mentalmente para pasar toda una tarde sentada en el piso de su cuarto mirando como Jihyo no paraba de hablar sobre lo que podría pasar si le mandaba un mensaje.

Pero eso sería hasta en la tarde, ahora era momento de resistir las ocho horas de escuela.

—No llores cada que nos separemos de clases, entiendo que nadie puede vivir sin mí pero sólo serán cincuenta minutos.

—¡Más te vale no divertirte sin mí!— gritó Jihyo, limpiando sus falsas lágrimas, siendo empujada por el resto de alumnos para entrar a su aula, lo mismo con Nayeon. Parecía la escena del Titanic, casualmente alguien estaba tocando con su flauta afuera del salón.

A dos cuadras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora