catorce.

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—Tzuyu, durante el baile, me invitó a salir.

Momo cubrió su boca, estaba sentada frente Sana, en la cama de ésta, después soltó una risa nasal. Le causaba gracia la expresión neutral en la menor.—Minatozaki va con todo.

—No entiendo lo que te parece divertido, me invitó, a una cita, ¿sabes lo que eso significa?

—¡Por supuesto que sé lo que eso significa! Pero eres como mi hermana, Sana-chan, no me gustaría imaginarte haciendo eso...—un puchero se formó en sus labios, después pasó a ser una mueca pues la menor la había golpeado en el brazo.—¡Uy! Ahora la señorita se avergüenza.

—Momoring, no seas imbécil. ¿Qué se supone que debo de hacer?—cerró sus ojos, recostándose nuevamente en la cama.

—Sana...es realmente sencillo, sólo debes hacerte una simple pregunta. ¿Sí o no? Si vas es porque realmente quieres y estás dispuesta a disfrutar ese momento con ella, si no quieres, bueno, no hay más que explicar.

—Lo sé, pero no entiendo porque quiere salir conmigo.

—Porque le gustas—murmuró la mayor.

—¿Tanto como para una cita? Pensé que sería como para ir al gimnasio un rato y ya, sólo eso—infló sus mejillas, haciéndolas ver aún más grandes, después soltó todo el aire.

—Sana...no todas las chicas quieren sólo eso. Quizás a ella le gustas en serio.

—¿Eso crees? Es raro, ¿no te parece?

Entre ellas dos, el historial de chicas que tenían registrado era infinito, conocían distintos sabores, palabras, todo era diferente, una belleza distinta. Las dos podían afirmar con completa seguridad lo hermosas que son todas las mujeres. Pero, ¿algo duradero?

La primera cita de Momo en toda su vida fue Mina, se sentía nerviosa, no tenía táctica alguna, era un campo totalmente ajeno, desconocido y peligroso. Ahora las cosas eran más naturales, y con ello agradables; pero Sana, algunos podrán decir que ella tiene un poco más de experiencia que Momo, ya que con su noviazgo se quedó con las ganas de sólo besar los dulces labios de Mina. Sana sabía que cuando una chica le hablaba era por una específica razón.

No sabía si sentirse segura, le gustaba a alguien, quería saber que era cierto, y que no fuera algo de una semana donde terminaría viendo como la chica agradecía la experiencia y se iba a contarlo a sus amigas.

—Le gustas a Tzuyu, de buena manera. Todos lo hemos notado.

—¿Qué nadie recuerda que intentó sobrepasarse con Jihyo?

—Bueno, entonces dile que no.

—¿Pero qué tal si ya nadie quiere salir conmigo?

—¡No sé! ¡Yo no sé!—Momo fingió llorar por desesperación, ahogando un grito en una almohada, Sana le siguió.

—¡Yo tampoco sé!—y así las dos comenzaron a llorar.

—Ya, ya basta—Momo ordenó, limpiando su nariz con un pañuelo que sacó de la nada.—Sana, creo que deberías decirle que sí saldrás con ella. Sólo es una cita, tampoco te casarás con ella, inténtalo, si no es lo que esperabas, no tendrá que haber segunda vez.

—Está bien—soltó un largo suspiró, acarició su cabello y lo llevó hacia atrás.—Pero hay otra cuestión...no puedo dejar a mi abuela sola, hoy no hay nadie más quien la cuide.

Momo rodó los ojos.—Yo puedo quedarme con ella, sabes que eso no es problema.

Se miraron fijamente, Sana comenzaba a dudar de nuevo, y Momo la observaba con aburridez.

A dos cuadras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora