y nosotros dieciséis.

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Momo comía cereal en la barra de la cocina, sus piernas descubiertas colgaban y ella las movía, desde donde estaba sentada podía ver a la perfección la televisión,  había comenzado Los Simpsons, sonrió inconscientemente y reía por todo tontamente.

Comía alegremente, se sentía como cuando era pequeña y junto a Sana veían la tele hasta que se quedaban dormidas, y más grandes veían los mismos capítulos, sólo que ahora comprendían más los chistes.

—Mire cuando yo diga "Hola señor Thompson" y le pise el pie usted mueve la cabeza—dijo el hombre explicándole a Homero su nuevo nombre, escuchó unos pasos por las escaleras, cerró sus ojos para poder mentalizarse y prepararse para lo que venía.

—Ah...te levantaste temprano—era su madre, se dirigió al refrigerador buscando fruta.

—Siempre me levanto a esta hora para despedirme de Hana—habló sin despegar la mirada de la televisión. Tomó la leche que quedó al fondo del tazón, lo dejó en el fregadero dispuesta a irse a su cuarto.

—Hey, ¿tienes algo que hacer hoy?

—Debo ir a la escuela—murmuró, comenzó a subir las escaleras pero su madre la detuvo agarrando su brazo.

—¿Qué te parece si hoy llegas un poco tarde y vamos a desayunar juntas?

Momo ahogó una risa, no quería ser tan cruel tan temprano.—Así no es como funciona en donde estudio, no me dejarán llegar a la hora que quiera sólo porque mi mamá quiere arreglar nuestra relación llevándome a comer.

Su estómago rugió un poco al pensar en un buen desayuno y no sólo cereal, pero ignoró esa idea. No cedería, no cuando se veía más firme que nunca.

—Cierto, l-lo siento...—la soltó y Momo continuó, incluso había llegado al segundo piso cuando nuevamente fue detenida.—¿Y después de tus clases?

—Si tengo tiempo y ganas, te avisaré —cerró su puerta, ya no podría seguir insistiendo. Así era desde que habían regresado, tenían tiempo y no lograba acostumbrarse, y definitivamente no lo haría, ellos no habían regresado porque querían reparar sus errores, era porque se les había acabado el dinero. Ahora su padre trabajaba atendiendo llamadas telefónicas, salía desde temprano al igual que Hana, que se dirigía a la escuela y después a su trabajo de medio tiempo, quizás mejor pagado que el de su mayor; por eso se quedaba durante las mañanas con su madre. Evitaba encontrarla en la casa lo mayor posible, aunque no vivían en una mansión, siempre se topaba con ella y debía pensar rápidamente en una excusa nueva, razonable y creativa.

Arreglaba la corbata de su uniforme frente a su espejo, nunca entendió la necesidad de que todos tuvieran que usarla, a veces olvidaba que estaba y otras no podía respirar bien; aunque debía admitir que se veía bien en ella y era divertido jugar a ponerla en su cabeza o golpear a los demás con ella. Tantos años y seguía sin saber hacer el nudo, siempre era Jeongyeon la que le ayudaba.

Era más temprano de lo usual, si se iba a su escuela a esa hora no tendría nada que hacer, pensó en dormir un rato más, mirar su celular, ordenar su habitación, dormir un rato más mejor; hasta que vio por su ventana a lo lejos una chica que podría reconocer incluso en la oscuridad. Tomó su mochila y salió disparada por las escaleras, quizás se fracturó un pie pero por la velocidad no lo notó. Nayeon ya había cruzado su casa, pero Usain Momo podría alcanzarla fácilmente.—Hey Nabongs—respiró hondo, acomodó su cabello y ropa, para después adoptar una casual sonrisa, que no pareciera que casi se lanza por su ventana.—Buenos días.

La mayor volteó sorprendida.—Hirai, hola, creí que ya te habrías ido.

Momo caminó junto a ella, y ambas emprendieron la odisea hacia su colegio.—Me adelanté treinta minutos, creí que sería bueno llegar antes a la escuela sin razón alguna—rió con nerviosismo.

A dos cuadras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora