A dos cuadras.

tal vez el diecinueve.

—Debemos regresar ya—murmuró Sana, aún aferrada al pecho de Momo, su cuerpo entero temblaba, al separarse torpemente comenzó a guardar las pocas cosas que sacó de la maleta, al parecer incluso comenzó a tener mareos, que nuevamente cayó sentada a la cama. Estaban ellas dos en la recámara principal solas, no había nadie mejor que Momo para consolar a Sana, pero ella no se encontraba en mejor estado. La noticia fue tan inesperada, aunque le hubiesen dado la oportunidad de retroceder el tiempo de igual manera no hubiera sabido de donde llegó tan horrible golpe.—Algo me decía que no debíamos venir aquí, lo presentía, pero lo ignoré—la menor comenzó a vestirse con ropa menos fresca, apresurada para regresar al pueblo, no sabía como hacerlo, pero definitivamente se iba de ahí. De un segundo a otro, el llanto volvió a empezar.

Afuera de la habitación, en el comedor, estaban Tzuyu, Nayeon y Jihyo, esperando a las dos japonesas, mientras que Mina, Dahyun, Chaeyoung y Jeongyeon seguían dormidas. Era un momento tenso, ¿cuál se suponía que era la reacción que tenían que tener ante eso? A pesar de ser tan famosa y conocida por todos, la muerte seguía estando un paso adelante de todos en cualquier aspecto. O justo detrás de nosotros en todo momento.—Yo las llevaré en el carro, y mañana temprano regresaré por ustedes, a menos que quieran quedarse—dijo Tzuyu, sujetando una taza de café que ya estaba fría.

—No nos quedaremos aquí sabiendo lo que acaba de pasar, estaremos con Sana también—respondió Jihyo, se paró del banco en el que estaba sentada y agarró una bolsa, comenzando a limpiar la sala.

—Bien, entonces regresaré por ustedes después—Tzuyu suspiró, dejó la tazas a un lado y ayudó a limpiar, pero se detuvo.—Nayeon, ¿estás bien?

Al escuchar su nombre reaccionó.—Sigo impresionada, sabía de su estado de salud pero jamás creí que fuera tan...De repente—opinó, sin despegar su mirada perdida de la mesa.

Las cosas podían cambian en cuestión de minutos, eso era bien sabido, y el hecho de que ninguno tenga la oportunidad de prepararse lo hace peor, o tal vez lo hace mejor. Mientras más rápido llega más rápido tendría que irse, no lo sabía, todo era confuso en ese momento. Se sentía inútil, bueno, aún más inútil. No por el hecho de haber tenido un momento bastante significativo y extraño con Momo antes de eso, sería egoísta lamentarse por eso, unas vacaciones que de cierta forma ya estaban arruinadas que sólo terminaron en un escenario lamentable y destrozado. Se sentía inútil por no poder reconfortar a Momo, y no necesariamente por ocupar ese lugar a su lado sujetando su mano y acariciando su espalda, no, no pensaba en ella y la posible envidia que antes tenía hacia Mina. No había visto a Momo y tenía la detallada imagen de la cara de la japonesa rojiza, ojos hinchados, labios abultados intentando contener la expresión.

Si tuviera la oportunidad, le regalaría unos momentos más a ella y a Sana con la famosa abuela Minatozaki, que tanto cuidó y aportó a un par de personas increíbles. Nayeon quería hacer algo en ese momento y no podía hacer nada.

Tzuyu subió a la habitación despacio, dejando nuevamente a Jihyo y ellas solas recogiendo la planta baja. El silencio era deprimente, pero no tanto como el que les esperaba, podía sentir el dolor que incluso a Jihyo le había causado la notícia. Una hora había pasado en la que sólo ordenaron el lugar y nadie habló, sentía que se quedaría dormida en el sillón en cualquier momento pero quería ver a las japonesas antes de regresar a su pequeña ciudad.

Escuchó una puerta abrirse, abriendo sus ojos nuevamente, de cualquier manera no podía descansar, sentía sus hombros tensos y el estómago revuelto. Se asomó hacia las escaleras, donde Sana sujetando la mano de Tzuyu con sus maletas iban bajando. Inmediatamente se levantó del sillón, acercándose un poco hacia ella.—Nayeonnie, Jihyo, deberemos regresar—murmuró, intentando contenerse sonando lo más calmada posible, apretando fuertemente su maleta y la mano de Tzuyu.