Capítulo 28

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[Mori]

—¡Eres un traidor! Todo lo que le hiciste a Kasumi. No podrá perdonártelo.

—Tenía que buscar mi futuro. Y el reino de Nosaki era lo que deseaba. En cuanto acabe con el rey, todo esto será mío.

Se levantó y comenzó a caminar hacia donde me encontraba.

—Quédate quieto. Soy mucho más poderosa que antes.

—¿Qué vas a hacer? ¿Me matarás con tu daga?

Estiré mi brazo y lancé con mi mano un rayo de energía. No sabía cuál era mi verdadero poder, pero tenía que pararle.

—¿Magia? Pensaba que eso ya había desaparecido. Acabar contigo será aún más interesante.

Esta vez lancé un nuevo rayo con la esperanza de que fuese más potente. Efectivamente lo fue, ya que salió disparado hacia atrás.

No podía perder mi tiempo con él, así que le encerré en una esfera de energía de la que no pudiese salir. Tuve que concentrarme mucho, pero parecía que estaba controlando los poderes sin ninguna dificultad.

Salí del salón del trono sin saber muy bien dónde ir. Cerré los ojos y comencé a caminar. Podía ver el camino que tenía que seguir.

Terminé frente a una pequeña puerta. Era la puerta de otra de las torres del castillo.

Entré. Dejé la puerta cerrada desde dentro. Iba a ser un duelo uno contra uno, sin magia y sin terceras personas. El rey era mi objetivo, y acabaría con él. Subí hasta arriba. Allí estaba.

—Vaya, has conseguido llegar. Pensé que esos nuevos guerreros servirían para algo. Hace mucho tiempo que Nosaki entró en un nuevo periodo. La supervivencia pasa por una nueva guerra, de la que saldré vencedor. Necesitamos acabar con los reinos cercanos y dominarlos. Y tu poder puede sernos muy útil si te unes a nosotros.

—Acabaste con todo lo que tenía. El bosque era mi casa, y lo destruiste. ¡Y lo pagarás muy caro!

Saqué la espada. Traté de atacarle, pero él también sacó su espada y detuvo el golpe. Comenzó a lanzar ataques para intentar golpearme. Aunque en alguna ocasión perdí el equilibrio y estuve a punto de perder la espada pude mantenerme.

El rey demostraba ser un gran guerrero. Su control de la situación y su dominio con la espada confirmaban sus años de experiencia.

En un forcejeo ambos perdimos la espada. Cuando intentó acercarse a recogerla pude empujarle y alejar la espada aún más, hasta un lugar en el que no pudiera recogerla. Le había acorralado contra la pared.

—¡Espera! Yuki... No, no lo hagas.

—¿Yuki? Mi nombre es Mori.

—Yuki, heredera de las tierras de Nosaki. La que fue mi primera hija.

—Pero, entonces... ¡¿Por qué lo hicisteis?! ¡¿Por qué me abandonasteis?!

—Tu madre y yo éramos jóvenes. Yo estaba a punto de ser nombrado rey, y tu madre no era de la clase alta de la sociedad, nadie lo habría aceptado. Si alguien se enteraba de lo que estaba pasando, perdería mi puesto como heredero, y sería una deshonra para todo el reino, por lo que probablemente hubiera sido mandado al exilio. Tu madre era una joven de la que me enamoré en uno de mis primeros actos como príncipe. Era en la plaza, y quedé asombrado con su belleza cuando la vi.

—Mi madre...

—A los 4 meses de ser coronado, ella vino aquí en busca del reconocimiento que merecía. Traía en sus brazos una pequeña niña, con pocos días. Esos ojos verdes siguen igual que por aquel entonces. No sabía qué hacer, no podía hacerte daño, pero tampoco podía reconocerte como heredera. Y, entonces, uno de los guardias llegó. Me había visto con ella, y si ahora venía con un bebé debía ser mío, por lo que tuve que seguir sus órdenes.

—¡Mi madre no me habría abandonado! ¡Tú eres el culpable!

—Tu madre fue encarcelada, y a los pocos días murió al ser separada de ti, lo que más quería. Fuiste criada por una de las sirvientas del castillo, ambas vivíais encerradas en la torre hasta que cumpliste tres años. Ese día, yo mismo te llevé hasta el bosque. Esperé a que todo el mundo estuviese durmiendo, me vestí con una capa oscura, te cogí en brazos, y salí rápido del castillo. Traté de llegar al bosque lo más rápido posible —hizo una breve pausa en su discurso—. Pese a que no debía encariñarme, no pude evitar sentir mucha pena al tener que dejarte allí. Pero no tenía más opciones. Tú seguías dormida. Te dejé en un arbusto, arropada con una manta. Y no supe nada más de ti.

—¿Cómo fuiste tan cobarde? ¡Querías acabar conmigo!

—Aunque no quisiera imaginarlo, sí, y no esperaba que hubieses logrado sobrevivir, por lo que no volví a preocuparme por ti. Pero cuando te vi el día que anunciaba el nacimiento de mi nuevo bebé, comencé a preocuparme. Quizás eras sólo una imaginación, o quizás eras tú de verdad. Pero, no tenía ninguna duda de que realmente esa joven era mi hija.

—Todo el daño que me has hecho, y el que has hecho a todo el pueblo, no tiene perdón. ¡Eres un ser cruel y sin corazón!

Empuñé mi daga, y traté de amenazarle con ella. Puse el filo de esta sobre su cuello, y comencé a apretar lentamente. Pero, mientras hacía eso, un profundo sentimiento de dolor recorría mi cuerpo. No había tenido problemas para matar a otras personas, y pese a que él se merecía la muerte más que todos los demás, no era capaz de acabar con él.

Mi cuerpo temblaba. Hice un intento por atravesar su cuello con mi arma, pero me faltó el valor que había tenido tantas otras veces. Caí al suelo, de rodillas. La daga estaba a unos centímetros de mí. No había logrado conseguir lo que tanto tiempo había ansiado.

El rey Senji, mi padre, había logrado salir vivo de la revolución que había tenido lugar en Nosaki. El principal objetivo de tanta lucha, tanto esfuerzo por parte del pueblo y tanto daño recibido, había fracasado, y la única culpable de ello era yo.

Senji bajó la mirada para contemplarme en el suelo, y pese a que yo creía que había reconocido su error, se agachó a recoger la daga que había intentado utilizar contra él.

—Mori, no me has dejado otra opción.

Senji tenía ahora la daga en su mano. Parecía estar empuñándola fuertemente, pues se podía notar en su gesto la ira que estaba sufriendo. Me quedaba poco tiempo. Nadie sabía que estaba ahí, por lo que nadie podría evitarlo.

Senji puso la mano con la que estaba sujetando el arma sobre mi cuerpo, se inclinó con cuidado y cuando estaba cerca de mí, la lanzó. El sonido de una carcajada me hizo estremecer.

Pude notar como golpeaba mi pecho, y el dolor que sentía comenzaba a aumentar. Llevé mi mano a la zona de la herida y sólo pude sentir algo líquido. No necesité levantar la mano para ver si realmente era sangre, no había muchas más posibilidades.

Mi vista se comenzaba a nublar. Estaba perdiendo el conocimiento. Mi respiración también se hacía cada vez más difícil y dolorosa. Senji se dio la vuelta. Traté de estirar mi brazo para llegar a él, pero no pude.

Las carcajadas de Senji eran lo que menos me dolía en ese momento.

Un nuevo ruido alarmó a Senji. Otra figura apareció en la habitación. No podía distinguir bien quién era. Parecía tener el pelo de un color claro, y parecía vestir de negro. ¿Sería Haru? Vi como algo atravesaba el cuerpo de Senji, después salía de él, y finalmente el rey caía al suelo.

Mis ojos se cerraron. Noté a alguien tocándome, pero mis ojos no querían abrirse, y tampoco era capaz de escuchar lo que esa persona estuviese diciendo. Una gota cayó sobre mi frente. Eso fue lo último que pude sentir.


Guardián del bosque [GdB 1] || [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora