Capítulo 12

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[Haru]

Las palabras de Hana me habían puesto muy nervioso, por lo que quería saber ya qué era eso que tenía que decirme. El tiempo parecía haberse detenido y todo estaba sucediendo a un ritmo mucho más lento y pesado. ¿Sería todo mi imaginación? Finalmente, Hana abrió la boca y comenzó a hablar.

—Creo que ya has notado lo que está sucediendo —aseguró Hana algo nerviosa.

No sabía lo que me decía, así que negué con la cabeza. ¿Se refería a algo que me habían estado intentando ocultar?

—Esto lo hace todo aún más difícil. Yo —dijo mientras la voz comenzaba a temblarle. — te quiero.

Tras decir estas palabras, se acercó y me besó. Fue un beso muy delicado. Nunca había vivido una sensación igual, Hana me transmitía mucha confianza y este momento había sido algo que me había pillado por sorpresa. No sabía por qué, pero aunque no sintiese lo mismo no me aparté. Quizás esto era síntoma de que sí sentía lo que ella. Pero, a la vez, sabía lo que sentía por Mori. Hana se apartó, y tras quedarse mirándome un poco y sonrojarse, salió corriendo. Mis mejillas también se habían puesto rojas, sentía el calor recorrerlas. Quería ir detrás de ella, pero no me podía mover.

De nuevo, el olor de las flores me recordó a Mori. Tenía la cabeza con muchas ideas. Mori estaba en mi cabeza, más que nunca, pero lo que acababa de hacer Hana también estaba ahí. Esa sensación nunca antes sentida estaba haciendo que mi corazón latiese muy fuerte y rápido. Mi pecho estaba ardiendo, y algo cortaba mi respiración. Después de un rato de angustias, todo terminó y volvió a la normalidad.

Quería ir a buscar a Hana, pero no sabía cómo iba a reaccionar. Quizás ahora no quisiera hablarme, o no fuera capaz de encontrarla, así que simplemente salí de su tienda. Procuré aparentar que estaba cerrado para que nadie intentase entrar, y después me marché. No sabía hacia dónde quería ir. Quería estar solo y pensar en el plan, pero dudaba que en estos momentos pudiera concentrarme como quería o necesitaba.

Mi madre siempre me había dicho que el amor era bastante complicado. Cuando los sentimientos de varias personas entraban en acción, no todo era válido, y no se podía tomar la primera decisión que a uno se le ocurriese. Cualquier decisión afectaría a otra persona, y por eso, era una de las cosas más delicadas de la vida. Pero, eso lo hacía algo imprescindible en la vida de todas y cada una de las personas.

Necesitábamos amor para descubrir lo mejor y lo peor de la vida, para descubrir lo que en realidad es la vida. Por eso ahora para mi madre, el amor había cambiado. Ya no era lo mejor, le había tocado vivir la parte mala con la pérdida de mi padre, pero pese a ello seguía admitiendo que el amor era lo más bello que había en el mundo.

Estaba a punto de llegar a casa cuando una voz me sobresaltó.

—¡Es él! ¡Cogedle! —acusaba una voz grave que me aterrorizaba—. ¡Que no se escape!

Intenté girarme rápido para ver quién era, pero algo me golpeó fuertemente y me tiró contra el suelo. Sufrí un fuerte golpe y me quedé inconsciente, sin saber nada más.

Cuando me desperté estaba en una sala cerrada, con los pies atados. ¿Qué hacía ahí? El golpe en la cabeza me seguía doliendo, por lo que me llevé las manos a ella para ver qué me había llegado a hacer. Mi sorpresa fue sentir que mi cabeza estaba vendada. Ahora estaba también asustado por la herida que me debían haber hecho. No entraba nada de luz a la habitación, estaba en completa oscuridad. La puerta no tenía ningún lugar por el que mirar, y la única ventana que parecía haber, estaba cubierta con barrotes y daba a un callejón.

—Ese chico no saldrá de aquí con vida —decía alguien junto a la puerta entre carcajadas—. El general está demasiado furioso como para que se vaya de aquí vivo.

—Si el fuerte golpe no ha acabado con él, se encargará el general con sus propias manos —aseguraba otra voz desde el exterior.

Ambos rieron tras esto último. Estaba encerrado en el castillo de Ichi. Lo que aún no sabía era el motivo por el que estaba encerrado. Golpeé en la puerta, esperando que me diesen la oportunidad de hablar.

—Vaya, si se ha despertado... ¿Qué quieres?

—Quiero saber quién y por qué me ha encerrado. No he hecho nada para estar aquí.

—Eso dígaselo a la reina cuando tenga su audiencia, joven. Nadie puede agredir y robar, y menos al capitán.

¿Había sido tan tonto de robar al mismísimo capitán? Cada vez estaba más seguro de mi torpeza a la hora de tomar decisiones y actuar. Esto había sido un golpe de muy mala suerte, sobre todo si tenía en cuenta todas las dificultades que había tenido para quitarle la espada. Lo que más me sorprendía es que fuese la propia reina quien tuviese que decidir sobre mi futuro.

Unas llaves comenzaron a sonar. Después, la puerta se comenzó a abrir lentamente. Dos guardias entraron y me tomaron cada uno de un brazo. Iban arrastrándome por el suelo, ya que mis pies permanecieron atados todo el camino. Cuando llegamos ante una gran puerta, esperaron hasta escuchar un fuerte golpe. La puerta se comenzó a abrir desde el interior. Sentada en un lujoso trono estaba la reina. Al verme aparecer, indicó con la mano que me acercasen al lugar donde ella se encontraba.

Cuando me llevaron hasta allí, me tiraron al suelo cerca del trono. Me levanté lentamente mientras la reina se acercaba. Llevaba una gran espada en su mano. Cuando se acercó lo suficiente para poder golpearme y vi como levantaba la espada, cerré los ojos y agaché la cabeza. Esa había sido mi última mala decisión.

Poco después, escuché un fuerte ruido. Abrí los ojos lentamente y vi cómo la cuerda de mis pies había sido cortada.

—¿Acaso pensabas que te iba a matar? —La reina soltó una carcajada—. Ese no es mi trabajo.

Respiré aliviado, aunque todavía no sabía qué pasaría.

—No hay ninguna prueba de que hayas sido tú el que haya robado esa espada, por lo que muy a mi pesar, he de dejarte en libertad.

La tensión acumulada en mi cuerpo se liberó en ese instante, y sentí como todos mis músculos se relajaban. Uno de los guardias soltó un suspiro, mientras que yo tan solo pude esbozar una pequeña sonrisa.

Me fui de ahí lo más rápido que pude, acompañado por varios guardias. Mi respiración ahora se había calmado, hasta que vi a quien tanto tiempo llevaba esperando, a mi madre. Pude ver la emoción en su rostro, aunque iba entre las demás, custodiadas por varios guardas, por lo que tan solo pudimos cruzar la mirada.

Fue suficiente con una mirada, no necesité más para que nuestra conexión se estableciera y supiese que estaba bien y no debía preocuparme por ella en exceso. Tenía que venir a rescatarla, pero no corría tanta prisa como yo había imaginado. Su cara no demostraba ninguna tristeza, tan solo se veían unas grandes ojeras, aunque no me preocupaban demasiado.

Al quedarme parado, uno de los guardias me golpeó para que siguiese avanzando. Seguí caminando siguiendo sus indicaciones hasta que finalmente, la parte de todos esos pasillos entrelazados terminó y llegamos al salón principal. Desde allí hasta la salida había un único camino. Un largo y amplio pasillo me separaba de mi libertad nuevamente. Intenté acelerar el paso lo más que pude hasta que finalmente justo delante de la puerta me vi obligado a parar en seco. Los guardias abrieron las puertas y de un empujón me echaron del castillo. En ese instante cerraron las puertas, quedando finalmente libre y preparado para volver a casa.

Guardián del bosque [GdB 1] || [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora