Capitulo Veinticuatro.

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Sábado 18 de abril del 2015

—Esteban por favor basta.—reí con fuerzas.

—Steven.—me corrigió

Estaba en mi casa, con Sebastián. Decidí llamarle al fin de cuentas y conocerlo, digo, no tenia nada de malo, y mucho menos Esteban, era muy lindo a decir verdad.

—Lo que sea.—reí de nuevo.—pero, ¿de verdad la dejaste en pleno acto? Pobre chica.

Limpie una lagrima de la risa que tenía.

Sebastián asintió.

—Cuéntame Sebas, quiero saber más de ti.—lo mire

Y es que era verdad, este chico sin saber nada de el, ya me caía muy bien, entonces ¿qué pasaría si lo conozco de verdad?

—¿Que quieres saber?—pregunto sonriendo.

—Todo.

—Ammm, pues, me gustan los animales, y los niños, aveces le cuido sus niños a la vecina, son un amor, te agradarían si los conocieras.—sonrió.—vivo con mi abuelita, siempre estoy con ella, le debo todo a decir verdad, ella me crió todo el tiempo.

Las ganas de preguntarle por sus padres me carcomían por dentro, pero me reserve.

—Quiero ser Doctor en algún futuro, quiero ayudar a los demás, la vida me a tratado bastante bien a comparación de otros, y no se, de alguna manera quiero compensarle a la vida, ayudando a los demás, me gusta ayudar.—prosiguió

Lo mire. Era un ángel Esteban.

—Mis padres me abandonaron cuando tenía dos años, y desde ahí vivo con Amelia, mi abuelita, todos los fines de semana voy a la casa hogar de los niños fuertes y me la paso con ellos, creo que en vez de yo ayudarlos ellos me ayudan, antes yo era un mártir, todo el tiempo creía que no era nada y por eso me habían abandonado mis padres, pero cuando entré ahí, esos niños, sonreían muchísimo, y eran felices, a pesar de todo, ellos me ayudaron más a mi, quizá ellos igual te caigan bien Tasha.—sonrió

Asentí, si lo creo.

—Y creo que no hay nada más interesante en mi vida.—finalizó

—Eres un ángel caído del cielo Esteban.—sonreí

—Steven... pero no, no soy un ángel Tasha, eh cometido errores igual, ¿y tu, cuéntame de ti?—dijo

Lo mire, ¿algo interesante en mi? Nada.

—No hay nada interesante en mi Sebastián.—susurre

—No lo creo. Anda, dime lo que sea.—sonrió tomando mi mano.

Lo mire rápido y después vi nuestras manos. Por alguna razón quería que... sacudí mi cabeza y despojé la idea. El no era Dan.

—Yo... soy un poco deforme.—sonreí sin gracia

El frunció su ceño. Pero no hablo para que proseguirá

—Mi corazón no bombea normal, los doctores dijeron que cualquiera con este ritmo ya hubiera muerto, y si te lo preguntas, no, no se que tengo, tampoco hay cura para esto, no tomo medicamento, llevo mi vida normal.—digo

Espero su cara de pena y lastima pero nunca llega.

—¿Y cuáles son las cosas buenas?—sonríe

Entonces entiendo, quizá no me entiende, pero tampoco me tiene lastima. Sonrió

—Tengo muchos privilegios.—le guiño un ojo—la escuela me dejaba ir dos días a la semana, tengo mucho dinero, por mi madre y mi abuela que jamás conocí.—río.— a los dieciséis me vine a vivir a este hermoso apartamento con Dante, y no, no somos novios, mucho menos hermanos, aunque admitió que nacimos el mismo día. Ambos tenemos dieciocho. La razón por la cual vivo con él es rara, y poco creíble.

—Suéltalo.—sonríe

—El me da fuerzas, el hace que mi corazón bombé correctamente cada que me toca de alguna forma.

Su confusión era notoria.

—No lo se, yo tampoco lo entiendo, no se como eso es posible.—sonreí—pero lo tengo amarrado a mi de alguna manera.

Él se encogió de hombros.

—Pues tiene suerte el muchacho eh, dormir contigo no ah de ser ninguna tortura, ni tener esos privilegios que tú tienes, digo, obviamente el también los a de tener.—rio

Y mis mejillas tomaron más color del que me gustaría.

Mientras me sostengas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora