7. Un partido para recordar.

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No quería hacer esto de nuevo. No quería relatar mi triste historia otra vez.

Ni siquiera sé la razón por la que acepté venir. Oh, sí, la coordinadora académica mandó a buscarme en medio de clases solo para que asistiera a esta cita con el psicólogo escolar, ¡Qué vergüenza! Y lo peor serían las preguntas en cuanto saliera de aquí.

—Phoebe Adams —llamó alguien en la puerta. El hombre era más joven de lo que pensaba. Yo esperaba alguien con pelo canoso y unos lentes, pero era todo lo contrario a eso—, puedes pasar.

Tomé mi mochila y entré en el despacho.

—Puedes sentarte donde te plazca. —Él hizo un gesto a los sofás.

Elegí sentarme en el mueble más alejado del escritorio.

—¿Por qué tan lejos? Juro que no muerdo —intentó bromear.

Silencio incómodo.

Él suspiró.

—Sé que no es fácil empezar con esto de nuevo, pero no tengo algún reporte de tu psicóloga y eso hace esto más difícil. ¿Prometes cooperar algo aquí?

—No hago promesas que sé que no puedo cumplir.

—¿Qué hacías en tus secciones con la doctora Drew?

—Ella hacía preguntas mientras rezaba a todos los dioses para que yo le diera una respuesta —confesé.

—¿Hace cuánto fue?

Miré hacia otro lado.

—¿Hace cuánto fue? —repitió—. Phoebe, ¿Por qué no quieres hablarme?

—No quiero hacer esto de nuevo. No quiero y no puedo.

Él comenzó a escribir algunas cosas en una hoja.

—Fue hace dos años. Para ese entonces tenía dieciséis —respondí finalmente.

—¿Y tú acompañante?

—Dieciocho. —Me levanté de mi asiento—. ¡Por Dios! Era joven, muy joven. Tenía mucho que vivir. Muchas metas que alcanzar, sueños que cumplir y... —Negué con la cabeza—. No puedo hacer esto.

—Cálmate, Phoebe.

—No puedo calmarme —dije alterada—. Entiéndalo, este tema es muy delicado para mí. No me gusta hablar de ello porque solo me hace sentir más culpable, ¿bien?

Él se pellizcó el puente de su nariz.

—Phoebe, no tienes la culpa de lo que pasó.

—Y usted qué sabe. ¡Él no quería ir conmigo a aquella estúpida fiesta! Pero yo lo obligué, y él solo quería complacerme y hacerme feliz. Ninguno de los dos imaginamos que sería nuestra última noche juntos.

Al principio el psicólogo parecía bastante confuso, él no entendía muy bien lo que le decía. Seguro que lo único que mencionaba mi reporte era el accidente, mi tiempo en coma y en rehabilitación.

—No puedo seguir hablando de esto. —Eché un vistazo a la puerta desesperada por salir.

Él se quedó un tiempo mirando el montón de hojas sobre su escritorio.

—Para la siguiente sesión escribirás cómo te sientes respecto a todo y lo leerás para mí. Suele ser más fácil expresarse escribiendo que hablando. ¿Te parece bien? —dijo finalmente algo resignado.

—¿Qué pasa si no lo hago?

—Entonces me veré obligado hablar con tus padres.

Oh no, él no podía hablar con mis padres porque ellos estaban en otro... ¿mundo? Y yo estaba... ¿atrapada en mi televisor? ¡Dios! Debía ponerme a investigar cómo había terminado aquí para poder estar más tranquila.

Fuera de realidad [Realidad I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora