1. Los días siempre se cuentan

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¿Como es tener un secreto que nadie debe saber?

A veces, muchas veces, hay cosas que no querrías haber sabido, o que simplemente debían ser un secreto. El contar los días, y ver como algunos de sus sueños iban cumpliéndose, le hizo estar agradecido de los secretos que sabía, especialmente de uno.

Una fecha más en el calendario, una hora más que avanzaba la mañana, cosas sencillas, pero que eran pequeños milagros para él.

Sus sueños podrían haberse juzgados como infantiles, aspiraciones muy pequeñas; no obstante, la sonrisa en el rostro de alguien, la felicidad de su familia, y el poder capturar mundos en papel eran más de lo que podía pedir.

Feliciano Vargas quería cosas sencillas, y recibía con los brazos abiertos hasta las más pequeñas dichas. Había algunas cosas que no serían sus sueños, como era enamorarse, pero fue algo que eligió por elección propia, aun si quisiera hacerlo.

Siendo muy joven, y con su hermano mayor apenas pasando los veinte años, su abuelo, quien había tomado el papel de padre en su familia, murió. Los años posteriores fueron tiempos difíciles, sumamente duros; su hermano los encaro, haciéndose cargo de él.

Con dieciséis años, presentó su primer celo, y Lovino sintió el peso de la responsabilidad caer sobre sus hombros; debía proteger como pudiera a su hermano menor. A pesar de las dificultades en su vida, Feliciano siempre intentaba animar a su hermano.

Lovino entró a la universidad, manteniendolos a ambos con trabajos de tiempo parcial, llegando a veces a altas horas de la noche, tan cansado que apenas hablaba con Feliciano; por las circunstancias de Feliciano, le tenía estrictamente prohibido trabajar; no obstante, el Omega, trabajaba en pequeñas cosas a escondidas, buscando aliviar la carga de su hermano.

El joven, todavía siendo en cierta forma un niño, siempre intentaba soportar el dolor solo, aun cuando quería llorar por lo mucho que extrañaba a su abuelo: un momento que le confirió el entendimiento que la inocencia de una niñez feliz, no le habían dejado.

Sí, contar los días, era algo muy importante para él. Pero aun así, las cosas parecian demasiado aterradoras.

¿Cómo es saber un secreto que nadie debía saber? Dependía de que pudieras hacer con lo que sabias, Feliciano era consciente de que el tipo de secreto que se le confirió en su niñez, podía ser devastador.

— ¡Feliciano! —Le gritó su hermano una noche, cuando llegó de trabajar— ¡Has estado trabajando a escondidas! ¡Sabes que la presión no es buena para ti! Maldición, solo debes centrarte en la escuela...

Fratello...es mucho para ti, quiero ayudar, en verdad puedo— aseguró con las manos en sus piernas, y los ojos en la mesa—. Estoy bien, en verdad.

Su hermano, pareció querer llorar en ese momento, y el menor recordó, que Lovino nunca, ni siquiera en la muerte de su abuelo, lo había hecho; se lo había permitido.

Ve, en verdad puedo Fratello. — Se levantó, para abrazarlo por la espalda, Lovino se quedó inmóvil mirando al frente, y posó una de sus manos en las del menor; Feliciano siempre le sonreía—. Estaré bien.

Feliciano trabajaba jornadas cortas a petición de su hermano, nunca dejando que la sonrisa en su rostro se fuera; se sintió orgulloso de poder darle su paga a su hermano, y pagarse las cosas que necesitaba en la escuela. Lovino era alguien fuerte, pero, el menor no creía que por ser alguien fuerte, esa persona podía soportar todo solo.

Una de sus cosas favoritas, que su abuelo le regaló poco antes de morir, era una de esas cámara tipo polaroid; le gustaba el capturar el mundo, como si esa fuera una sorpresa; como poder sentir una parte de su día a día, aparecer en el papel.

Con esa vieja cámara, Feliciano tomó una foto de un cumpleaños de Lovino, con un pastel que él compró, y la expresión huraña de su hermano, entre avergonzada y confundida, e innegablemente Feliz. El menor quería darle algo a su hermano, demostrarle cuanto lo queria.

— ¡Para la próxima yo te haré el pastel Fratello!— anunció el Omega, esperando que la foto en su mano se llenará de los colores de la escena—. Por cierto, Antonio vendrá en un rato—agregó.

—Yo... ¡Yo que querría con ese idiota!— Se quejó su hermano mayor, que no pudo disimular su sonrisa—. De ninguna manera querría verlo, ¿Por qué lo haría?

—Pero tú si le gustas— comentó inocente, ignorante de como la sola mención de Antonio alteraba a su hermano.

— ¡Oh, cállate!— pidió el mayor, absolutamente ofuscado.

Después, cuando aquel Alfa llego esa noche, él se fue a su habitación para dejarlos solos, y decidió pintar la foto que tenía en sus manos; agregando más colores, resaltando como se iluminaba la habitación con el pastel.

Y se preguntó, si aquel extraño hombre, tendría también cumpleaños.

Sí, cada día más en la cuenta de los vividos, le hacía feliz; las estaciones pasaban, y Feliciano grababa cada detalle de como estas lo hacían: de los cambios de la que llegaba; como de las cosas que quedaban, de las que se iban.

¿Cómo fue saber un secreto que nadie debía saber? Si alguien le hubiera peguntado eso, definitivamente no sabría que responder, pero lo que el sabia, extraño era, que le permitió esforzarse por dar lo mejor de sí, por realmente entender como ser feliz.






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gracias por leer <3

As the seasons go by [Hetalia] [Gerita]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora