6. Evadiendo la felicidad

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Feliciano se sentía victorioso, podía decirse; Ludwig se mostraba cercano con él, hablando largas horas con él, esperando que el Alfa lo viera como un amigo al menos. Pensaba que el algo rígido alemán, le tenía desagrado, o se sentía molesto por su presencia.

Las cosas que hablaban, en realidad eran simples, cosas del día al día, que lograban compartir en aquellos talleres de pintura, que el Omega impartía los sábados y domingos en aquel hospital. El tiempo parece ser insuficiente, correr como la brisa que se enfría a finales de ese verano.

— Conversan mucho— Kiku mencionó, endulzando su café con un par de cucharadas; ¿debería ponerle más azúcar? pensó, viendo que aquella guardia nocturna le quedaban bastantes horas—. Enamorarse es maravilloso.

El alemán suspira, ya no sorprendiéndose mucho de los comentarios de japonés, aunque todavía intentara entender que quería, o porque ese tipo de bromas; las cuales, comenzaba a percibir como comentarios serios.

— Yo...nosotros quiero decir, nadamas somos amigos. — Ludwig se molestó consigo por ese comentario, sin mucha pista del porqué; no creía que el Omega sintiera algo así por él.

— Mejor dejar que los involucrados se den cuenta. —opinó el japonés, probando la bebida de su taza blanca.

El Alfa se aclaró la garganta, llamando la atención de su amigo. Suponía que el Beta, tenía mucho más experiencia en esas cosas.

— Supongo que debo reconocer— comenzó el rubio—, que quizás....he pensado en otras posibilidades.

El japonés no se inmuto, pero uso su café para ocultar una pequeña sonrisa—. ¿Y cuáles serían esas posibilidades?

— Si, solo como ejemplo, digamos...una persona que no tiene mucha idea de cómo cortejar a un Omega, o de cómo lidiar con alguien, digamos, proveniente de Italia— El de ojos de azul cristalino esperó que no tuviera el rostro rojo, y quiso desaparecer en ese instante: ¿que estaba diciendo?

Ludwig-san— La voz del Beta era serena, lo cual ofreció calma al ofuscado alemán.

— ¿Si? — Suspiró, percibiendo que estaba perdiendo un poco los nervios con toda esa situación; las relaciones y el romance, siempre le eran un terreno por demás inhóspito; a veces, teniendo que recurrir a libros sobre inteligencia emocional.

— Este no es un ejemplo muy hipotético, supongo— agregó el otro, viendo brevemente a su amigo, antes de volver a concentrarse en ponerle más azúcar a su café.

— No...— Reconoció el Alfa, decidiendo que seguir negándolo, no lo llevaría a ningún lugar.

— No tienes de que preocuparte— el japonés coloco su mano sobre el firme hombro del otro—. Las cosas llegaran a donde deben llegar, por lo que veo; pero, invitarlo a cenar es un buen consejo.

El alemán sonrió a su amigo, asintiendo suavemente. Aquel consejo, demostró ser el indicado, lo cual, le demostró que fue mejor pedir ayuda de Kiku, que se su hermano, quien molesto, le llamo después. Gilbert le reclamo, que no le pidiera ayuda a el— no le extrañaba que se enterara, Kiku ayudaba al albino con una lesión de su pierna—, lo escucho por cerca de veinte minutos, reprenderlo de no pedir consejo a su grandioso hermano.

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Su relación, tenía casi nulo progreso, viéndose más bien como algo ambiguo, entre amista, y algo más; Ludwig intentaba acercarse a ese algo más, claro está. Había dos simples razones: una, era que el Alfa no estaba seguro como dejar claras sus intenciones, viendo como un evento muy, pero muy complicado, el declararse; y por otra parte, el Omega, fingía no darse cuenta, a veces mirando la espalda de Ludwig cuando se separaban, deseando decir muchas cosas, odiando su promesa.

Pero ese secreto, ese que le revelaron en su niñez, era la guía de su vida.

Le dolía fingir que no sentía nada; mentirle a Ludwig era un martirio, y mentirse a sí mismo, era una tarea titánica, un tormento que tenía que imponerse a sí mismo; porque no quería alejar al Alfa, lo hacía sentirse seguro, y feliz.

Y si, se había enamorado, lo que se había dicho a sí mismo, que no debía hacer.

No quería lastimar a más personas de las que ya tendría que herir, la vida sin embargo, muchas de las cosas más importantes en la suya al menos, parecían no obedecer a su voluntad, ni si quiera a sus propios deseos.

Los accidentes, y las eventualidades, todas esas cosas fortuitas, deseo controlarlas, pero aprendió, que lo fortuito no estaba, y nunca estaría, en sus manos. Pintando cualquier cosa en su viejo cuaderno, pensó en lo que el Alfa le dijo hace unos días:

«—He escuchado que hay una celebración con fuegos artificiales— La voz grave de Ludwig siempre alejaba sus inquietudes, su remordimiento de romper esa promesa para no lastimar a nadie—. Me preguntaba...si, si podíamos salir ese día, y bueno, verlos juntos

No dudó en aceptar, a pesar de que sabía que no debía hacerlo. Dejó los pinceles sobre unas acuarelas, las cuales usaba cuando se sentía inquieto; se acercó a un calendario con temática de gatos que tenía cerca de su escritorio, y tacho el día. Disponiéndose a anotar en su diario, echó otro vistazo en las anotaciones de las fechas.

Y en ese día, escribió con una sonrisa: "Cita con Lud."

Las decisiones estaban tomada, y asumiría sus consecuencias, buscando la felicidad tanto como fuera posible, de las personas importantes para él.



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Aló, hoy toca doble de esta historia(ya tenia capitulos hechos, pero wattpad ha esta caido grr).

As the seasons go by [Hetalia] [Gerita]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora