3. Sonrisa de acuarela

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Ludwig tenía unos días sin conocer una noche apropiada de sueño; por una u otra razón, se le juntaron varias guardias seguidas, así que su mente aletargada no vio a una persona con una pila de cosas y pinturas en brazos, al menos hasta que estas cayeron al suelo en un estruendo.

— Ah, ¡lo siento! No estaba poniendo atención —Se agachó a ayudar a la otra persona a recoger sus cosas, entre las que había algunas pinturas de aceite, y partes de un par de caballetes. Aquéllo lo hizo detener sus movimientos, para ver a la única persona que traería esas cosas a un hospital.

— Ve, esta bien —quitó importancia al incidente, sonriente al ver al Alfa—. Traía muchas cosas, no estaba mirando, ¡pero gracias por ayudarme!

—No...no es nada —Aclaró su garganta.

—¡Me alegra toparnos! —dijo Feliciano, aceptando la ayuda de Ludwig de llevar las cosas al jardín, frente al edificio principal del hospital—, así puedo saber si te nos úniras hoy, ¡debes venir!

— Bueno, no estoy seguro, tengo algunos pendientes —contestó, molesto consigo mismo de ver triste al italiano.

—Entonces no hay remedio, ¡será para la próxima! —Se despidió agitando su mano mientras se alejaba el otro.

Ludwig sonrió con el gesto.

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Hacía un mes que aquel Omega de piel ligeramente bronceada y cabellos castaños, se había apareció los fines de semana, con un curso de pintura gratis para los pacientes.

El taller parecía ser muy beneficioso para los niños internados, o los pacientes graves; el joven mostraba disfrutar el compartir tiempo con otros, además de divertirse al enseñar algo tan alusivo a la creatividad como lo era pintar.

Las risas de las personas que rodeaban al Omega, siempre llamaban su atención. Aquel hombre, que descubrió era un Omega, tenía una de las formas más cálidas y naturales de sonreír que había visto. Ludwig tomó por costumbre, observar con cierta distancia al joven, en los ratos libres que tenía los fines de semana; el Alfa se sentía bastante curioso del Omega.

—No es muy cortés espiar —A pesar de lo suave, y tranquilidad siempre inherente de esa voz a su espalda, el Alemán no pudo evitar asustarse.

—Ah, Kiku —Respondió agitado por la sorpresa—. Pensé que estabas en consulta.

—He terminado hace unos minutos— respondió a su amigo. El traumatologo observó detenidamente a Ludwig con una mano en su barbilla—. Si me permites comentar; deberías aprovechar tu fin de turno, y hablarle —Sugirió el japonés, con esa elegante cortesía propia de él.

—Bueno, sólo pasaba por aquí.—Desvío la mirada.

—Se que puede sonar precipitado, pero con el tiempo que llevamos de conocernos; no parece que sólo estuviera pasando, o que tenga interés en la pintura.

Ludwig suspiró, no sabiendo como cambiar la conservación; Kiku era bastante inteligente, y terco con sus conclusiones.

—No es lo que piensas...nada más me preguntaba, si todos los Omegas son tan buenos con los niños.

Al Alfa le gustaba la esencia de feliciano, calida, recordandole a pasteles, a veces al mar. Ludwig le gustaría, poder actuar más agradable, calmado, cerca de Feliciano, y no estar tan tenso asustando al Omega en algunas ocasiones.

—Bueno, Ludwig-San- Reflexiona el Beta—. Supongo que si se pregunta si será una buena madre, me parece que es bastante probable.

El Alfa comenzó a toser por la sorpresa; el Beta japonés, se mostraba ajeno a ser el era la causa de que Ludwig estuviera casi ahogándose.

—¡Kiku! —pidió el Alfa, esperando que el japonés dejará el tema.

Entré que estaba tosiendo todavía, y el Beta le preguntaba si estaba bien; Feliciano ya estaba junto al Alfa, preocupado por escuchar a alguien toser de esa manera.

—Ah, esta bien, no tiene que preocuparse —afirmó el japonés a las preguntas del Italiano; Ludwig dejó de toser como pudo, y vio al Omega junto a él.

—¿Seguro que estas bien, Ludwig?— preguntó, con las manos sobre su pecho, luciendo asustado.

Ja, Ja —aseguró, ahora agitado por otras razones—. Estoy bien, sólo fue algo de momento.

—Entonces estoy más tranquilo, ¡me alegra que estés bien! —Su jovial sonrisa volvió, evocando una en el rostro del Alfa también.

Kiku confirmó unas cosas con el breve intercambio de esos dos: una, era que parecían ser un poco despistados con como se veían juntos, otra, es que se había convertido en un mal tercio en cuestión de minutos, sin darse cuenta.

—Los dejo para que disfruten su compañía; con medida, espero— interrumpió el japonés, con una pequeña reverencia.

Feliciano no entendió que quiso decir el Beta, pero se sentía un poco mal con el japonés, se había olvidado de que había otra persona con ellos. Ludwig, por su parte,estuvo a punto de ahogarse nuevamente con las indirectas de Kiku; el alemán vio preocupado al Omega, aliviado de que éste lucia ignorante de lo que aquel comentario indicaba.

—Um... —Ludwig volvió a hablar, buscando las palabras indicadas— En cuanto termines el taller de hoy, ¿te gustaría ir tomar un café?

—¡Por supuesto! —contestó inmediatamente el Omega—. Conozco uno muy bueno, cerca de la estación.

—Entonces vendré en una hora, para ayudarte a recoger.

—¡No es necesario! —respondió apenado, moviendo sus manos rápidamente—. Me han prestado la bodega de limpieza para guardar, así que solo tengo que cubrir las cosas.

—Me gustaría hacerlo —agregó Ludwig, tan amable como pudo ser.

Otra de las cosas que le gustaban de Feliciano, era esa sonrisa; si tenía que ser honesto, era la que más le gustaba, porque podía ver la gentileza del hombre en un gesto tan sencillo.

Ludwig no sabría, hasta mucho después, todo el significado e historia detrás de esa sonrisa, de la alegría que intentaba Feliciano traer a los demás.

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¡Feliz año nuevo! Y esperando no estén sufriendo los estragos de la fiesta jaja.

As the seasons go by [Hetalia] [Gerita]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora