Epilogo. El secreto de nadie

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[Vimos los fuegos artificiales floreciendo en un destello de luz. Seguramente este verano esta lejos de acabar, y ha desenredado nuestros inciertos corazones, atándolos juntos. Queria que esta noche siguiera para siempre.

Me pregunto cuántas veces seré capaz de ver los mismos fuegos artificiales que tu. ¿Qué puedo hacer por el bien de tu sonrisa? Sentirse herido, sentirse feliz...olas repetitivas de regularidades. Incertidumbre y el sonido del último tren de la noche.

Otra vez y otra vez, lo pondré en palabras, y te llamare. Buscando la pausa entre olas, intentare nuevamente una vez más...Para que no tengas que sentirse triste otra vez.]

Uchiage Hanabi/Fireworks by Daoko feat Kenshi Yonezu.

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Otra de esas cosas que se guardan como secreto indecible, son aquellos detalles de la muerte, un hecho inevitable, pero celosamente guardado; ¿Por qué ocultar algo que pasará sin remedio? Eso es, quizá el misterio más grande de la vida.

¿Cómo sería saber desde casi el principio de tu vida que vas a morir?

Si, ese era un secreto, casi siempre lo era.

Sí la muerte tiene un rostro, ¿Cómo es ella...o él?

Con ojos, oscuros, un rostro sin rasgos, observaba a sus pies, desde el techo de un edificio, miles y millones de personas pasar, viendo el secreto, ese secreto del fin de cada vida. Rememoró una decisión que no tomaba desde hace siglos, un acto fuera de su eterna rutina.

Muchas veces fueron las que se arrepintió de decirle a esas almas nobles que iban a morir, que les esperaba al final de sus días, pero quería darles la oportunidad de elegir sus propias posibilidades, por eso, continuo con su decisión de decirle eso a Feliciano Vargas; alguien, que traería mucha felicidad eligiera, el destino que eligiera.

El día en que recordó su remordimiento, fue cuando Feliciano le dijo la cosa más maravillosa, como la más dolorosa que podía ocurrir en la vida: se había enamorado. La Muerte percibió una tristeza terrible, de alguien que no le alcanzaría ni siquiera la vida para vivir su amor.

Con siglos a su espalda, volvió a buscar a Feliciano, para mostrarle cada camino que se formaría según las decisiones que tomara; aquel joven dulce, y amable, podría elegir hasta la forma en que acabarían sus últimos días.

— ¿Sabes que es el destino?—La Muerte quería ver, que tan buena idea sería revelar ese nivel de información; una, que solo hablo con personas que cambiaron el curso de la historia humana.

El Omega se quedó pensando en silencio; esperando que los fuegos artificiales cubrieran los cielos de Venecia, como cada año.

— ¿Algo que ya está decidido que pasará?— preguntó dudoso.

—No; por decirlo de alguna manera, el destino es el punto final al que llegarás en tu vida, o el punto definitivo de alguna situación— explicó con su voz pausada—. El destino no es nada fijo, es simplemente la consecuencia de las decisiones; que ocurra un destino u otro, son probabilidades: a veces, algo en la vida de un humano puede tener un 90% de probabilidades...y jamás pasar, porque la probabilidad cambio.

Con dedos largos y milenarios sintió el viento de esa noche, desplegando como si de pintar se tratara extrañas manchas de cientos de colores sobre sus cabezas; los colores se combinaron, dando paso a imágenes, a las escenas probables, futuras, de una vida.

Docena de imágenes que parecían hechas al óleo, mostraban cosas de distintos destinos, y momentos de la vida de Feliciano; La Muerte, espero a que el Omega pudiera procesar lo que estaba sucediendo.

Con los ojos totalmente abiertos; veía momentos de lo que podía pasara en su vida, todas las probabilidades frente a sus ojos, combinándolos con los violetas y púrpuras de los fuegos artificiales de esa noche.

Feliciano, se da cuenta de que en varios de esos escenarios muere pocos años después de conocer a Ludwig, apenas embarazado; en otros, después de que su hijo naciera, o en los que más dolorosos eran, nunca teniendo siquiera el tiempo de formar una familia.

— ¿Y...tú decides?— preguntó con la voz ahogada, dándose cuenta que su felicidad, sería apenas un momento fugaz.

—No, todos los destinos son el resultado de la forma en que hagas tu vida.

— ¿Puedo pedir un deseo?— El Omega intento sonreír, pero tuvo que limpiarse lágrimas insistentes. Con sus ojos claros decididos, aprecio los escenarios de su vida, que eran como pequeños cristales de acuarelas, con muchos colores; imágenes que se expanden, que explotan cuando van acabando.

La Muerte escucho su primer deseo.

—Préstame tiempo, unos años, para poder asegurarse de que podrán ser felices; quiero tener una familia—Suplicó, hasta dejándose de caer de rodillas al suelo, temiendo que no se le escuchara.

El hombre sin expresión aceptó, y le mostró un nuevo escenario, uno diferente con los años adicionales que se le dieron.

— Tu muerte sería cuando hayas vivido diez mil días— Pasó su mano por el aire, y los otros destinos se disolvieron como acuarelas de hermosos colores en agua—. ¿Recuerdas que era un secreto tu muerte? Puedes decirlo, es tu elección.

El único escenario se hizo más grande. Y pudo ver el día que su corazón se detendría; el día, en que su muerte, salvaría al amor de su vida. El fin de su propia existencia, le daría una oportunidad más a Ludwig.

—Entonces eso pasara—Sus ojos admiraron brillantes la forma algo difusa de un nuevo camino formándose; se levantó del suelo y caminó un par de pasos hacia la escena de su nuevo destino, que iba disolviéndose con el viento—; no podría desear acabar mi vida de otra manera; mi vida será para ellos ese día.

El festival de fuegos artificiales estaba en el cielo, igual que el día en que su vida se la ofrecería a Ludwig; el hombre sin edad, que conoció bajo el árbol de naranjo de su abuelo, se acercó a él, y le mostró el dibujo que le regaló hacía muchos años.

—Creo que cuando llegue ese día, este dibujo se lo daré a tu hija; vas a tener una niña. — Sonrió, de forma transparente, Feliciano asintió.

—No me gusta no poder llamarte con un nombre— Fue lo que el joven dijo después de apreciar aquella pintura de un árbol con varios tonos azulados y púrpuras—. Las escenas que me mostraste, fueron como pinturas: ¿Si te llamo como un pintor famoso?

—Bueno, no creo que tenga importancia— Río el Omega con aquella respuesta.

Ese verano fue caluroso y largo, pero, fue el que con más cariño recordó tanto Feliciano, como Ludwig; aquella estación parecía eterna, lejos de terminar: sintieron, como si se les fuera otorgado más tiempo para estar juntos.

Aquella acuarela, hecha por un pequeño de ocho años, fue entregada a una pequeña que extrañaba a su madre; muchos años después, estaría enmarcado en el cuarto de esa misma niña, ya convirtiéndose en una mujer, mientras recordaba con una sonrisa a su madre.

Y cuido ese hermoso dibujo de un árbol de naranjo, que le fue entregado por un hombre sin expresión, como si fuera un tesoro.




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Entrego el epilogo, que es cortito, pero importante para explicar toda la situación.

La historia me surgio mientras veia la canción de "Always in my heart.", y en particular "Uchiage hanabi"; que me surgieron varias ideas con la ultima cancion (si conocen canciones que les encanten, a mi me fascina siempre escuchar cosas nuevas :) )

As the seasons go by [Hetalia] [Gerita]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora