5. Sonrisa de primavera

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Era bastante frecuente, que se terminase en una situación de la cual, no se tenía certeza, del cómo, porque, o quien fue la causa. En el caso de cierto Alfa alemán, llamado Ludwig Beilschmidt, si bien no tenía la respuesta a varias de las incógnitas que explicaran la situación en la que se encontraba, si podía establecer una cosa con claridad, el quien era responsable de su situación; no pudo evitar mirar molesto a su mejor amigo, Kiku Honda, pintando con un pincel de manera enérgica a su lado.

Aquella tarde de finales de primavera, la cual, le parecía en extremo calurosa a Ludwig— quien llevaba un par de años en Venecia, pero simplemente no lograba acostumbrarse al clima mediterráneo— , éste estaba caminando tranquilo, dirigiéndose a la cafetería del hospital, por alguna bebida fría.

Caminaba irritado por el calor; las estaciones cálidas de Alemania, también tenían sus periodos calurosos, pero, el calor húmedo siempre era más difícil de sobrellevar. A lo largo del pasillo, veía algunos tableros con avisos, uno con varios colores llamó su atención, un pequeño cartel con dos columnas, invitando a los doctores a unirse a un curso de pintura.

Estando solo en el pasillo, recordó lo dulce que era Feliciano con todos, con él, y más por impulso, que por otra cosa, sacó un bolígrafo para escribir su nombre, arrepintiéndose de aquello, cuando Kiku— quien comenzaba a ser bastante inoportuno— se apareció a sus espaldas.

— Oh— apreció el Beta la mano del Alfa, que estaba sobre un renglón, ahora bajando muy lentamente, separándose del tablero—, veo que te unirás. Parece una actividad muy estimulante.

— No, no...solo quitaba polvo— negó el Alfa, guardando la pluma rápidamente, y alejándose de Kiku, sin querer dar una explicación más creíble.

El japonés miró al rubio, y luego al cartel. Con una firme resolución, decidió poner su nombre, seguido del de su amigo, con tinta permanente, marcando perfectamente bien los trazos.

Y así fue, el cómo terminó Ludwig con pincel en mano, sin mucha idea de cómo utilizar las pinturas en su paleta. Agradece haberse quitado la bata, que si no, aquello sería definitivamente un desastre.

Feliciano se acercó al tensó Alfa, y al ver el lienzo en blanco, miró preocupado al médico, quien no se atrevía a mirarle al rostro, no cuando su parte instintiva, estaba regocijándose en la agradable esencia del Omega.

— No tienes que ver esto como algo en lo que ser bueno, o estresarte— dijo por fin Feliciano, después de unos minutos de pensar como animar al otro—. Sólo debes poner lo que quieras, o lo que te gusta. Si se te dificulta darle forma a tus ideas, puedes dibujarlas con un lápiz primero, y ver como toman forma.

Kiku no sonreía, pero estaba orgulloso del éxito de su plan; con inspiración en mano, se puso a pintar algunos árboles en su lienzo, esperando que el Alfa, reaccionara pronto. Cuando el Omega se fue a otro lado, a apoyar a algunos de los pacientes, observó cómo su amigo se giraba, con el ceño fruncido, molesto.

— Kiku, ¿Porque estas aquí?

— Estoy como apoyo— respondió tranquilo el japonés; disfrutando el como el Alfa, el siempre confiable y estoico Ludwig, no sabía dónde meterse al cruzar sus ojos con Feliciano, quien le sonreía genuinamente cada que lo veía.

— Kiku, en serio, a veces no te entiendo. — Ludwig pasó su mano por sus dorados cabellos, y dirigió sus ojos azules, disimulando con el lienzo, hacia donde estaba el Omega, riendo con algunos compañeros suyos, como pacientes cerca de donde estaba.

— No tienes que pensar sobre los detalles Ludwig-san— agregó el japonés, dando unas muy lentas pinceladas a algunos árboles de cerezo en su pintura—; Conozco los detalles, todo estará bajo control.

El Alfa iba a preguntar a qué se refería con aquello, sin embargo, decidió mejor terminar la actividad que le encomendó el Omega, ya discutirá con Kiku después.

Ludwig tenía muchas cosas que quería saber del joven: una de las principales, era que no podía entender que existiera alguien, tan capaz de hacer sonreír a otros, de verse auténticamente feliz.

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Feliciano era alguien despistado, con tendencia a ser impuntual por repentinas siestas que le gustaba tomar con, bastante, frecuencia. No obstante, existían ciertas cosas que hacia sin falta, como lo era tachar el día que transcurría en el calendario, sumando todos los días que tenía vividos hasta el momento.

Después de revisar el calendario, buscaba un pequeño diario que tenía bajo su cama; en aquel sencillo cuadernillo, escribía sin falta todos los días. En las páginas de sus memorias, anota lo que más le haya gustado del día, como sus metas del día siguiente; otra cosa con la que complementa, aquel peculiar registro de sus vivencias, eran sus sueños, o las cosas en que se seguirá esforzando.

A veces, le gustaba terminar lo que escribía con la cuenta de los días, y lo que más le gustaría ver al día siguiente. Esos pequeños deseos, eran en general simples, pero, significan cosas muy importantes para él; podían ser desde comer algo delicioso, no hacer enojar a su hermano, o pasar una tarde agradable.

Últimamente, entre las cosas que ponía como lo que le gustaría ver al día siguiente, estaba la sonrisa de aquel Alfa demasiado serio.

Feliciano entonces tuvo miedo, porque en esos días, le parecía que rompería su promesa, y sus sentimientos tomarían lo que pensaba de Ludwig, transformándolo en algo que se tenía prohibido.

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Más actualización, yay, cortitas, lo se :c

Gracias por leer :)

As the seasons go by [Hetalia] [Gerita]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora