Feliciano sonrió cálidamente, acariciando con suma delicadeza su estómago abultado; suspiró algo hambriento, deseando con ferviente algo dulce, a lo mejor podría experimentar con pasta.
Ludwig lo consentía bastante, debía admitirlo; siempre cuidando de traer sus caprichos. Su salud era monitoreada con mucha atención, aunque había logrado convencer al Alfa de dejarle eso a Lovino, y seguir asistiendo al doctor en otro Hospital; no podía dejar que Ludwig supiera nada.
El tiempo siempre le pareció insuficiente, resbalando en sus manos, como un caudal incontenible. Y sabiendo que los días eran finitos, era un período de sueños con finales visibles.
— ¿Por qué las cosas más bonitas se acaban tan pronto Fratello?
— Porque todo llega a su final, supongo— contestó encogiéndose de hombros, y llevando un poco de té al Omega.
Anhelaba decir lo que ocultaba a todos, y tal vez, esperar de manera egoísta, cuando se daba cuenta de su realidad, que alguien aliviará un poco su carga.
El esposo de su hermano, era alguien gentil, que le insistía en que tenía que ser honesto con las cosas que le inquietaban.
Feliciano nunca se sintió triste de su destino, uno al que todos llegaban; se esforzó en dejar un registro de cada memoria, el vestigio de un día en una vida de millones.
Era como le decía su abuelo: " Todos tienen su tiempo, y por eso no hay flores en invierno." Esas palabras no le serian de sentido hasta después, cuando el sentido de la muerte lo hizo; él tenía un secreto que ningún ser viviente debería saber: el día y forma de su muerte.
Mientras su cuerpo se transformaba, convirtiéndose en el hogar de una nueva vida, el refugio de una existencia más por un tiempo muy pequeño, sintió un poco de remordimiento de no decirle nada a Ludwig.
— Feli, no importa lo que me digas, estoy para ti. — El Alfa lo abrazó cuidadosamente, un día que vio al Omega con un deje de tristeza en su expresión.
— Lud, hablas como si te ocultará algo— Río como siempre—. Nunca te oculto nada.
Mintió, siempre lo hacía sobre eso. Ludwig no le creería, con lo objetivo que era el hombre; además, prefería no decirle que su tiempo juntos se volvía breve, e insuficiente con los días.
Todavía tenía tiempo; pero para él, le parecía apenas un segundo más.
— Estoy aquí, siempre— era con lo que terminaba Ludwig, pasando sus largos dedos por cabellos castaños, y luchando con la sensación de que Feliciano vivía con algo que deseaba poder decir.
— Ve, das un poco de miedo cuando estás tan serio— Bromeó, abrazando con más fuerza de la necesaria al otro.
No odiaba al hombre que le dijo su secreto, sabía que lo hizo para darle una oportunidad; para hacer posible que aprovechará su vida sin desperdiciar ningún momento.
Probablemente, el que supiera su muerte desde su niñez, lo encamino a conocer a Ludwig.
Feliciano, quería corresponder las palabras de la persona que amaba, pero eso sería una mentira.
Cuanto quería decirle que el también estaría para él, siempre.
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Todos lo consentía mucho; su hermano, por ejemplo, lo llenó de regalos— sin quitar su mala cara, claro—, y Ludwig parecía querer que se pusiera toda la ropa abrigadora al salir de cada.
Si vida era de lo más normal. Sus días, pasaban entre sentarse con su Alfa a conversar sobre su día, despedirse con un beso por la mañana, y platicar sobre sus planes para el futuro.
Sus días se basaban en pequeñas cosas.
Sus días se basaban en ser feliz.
—Si no permaneces sentado, me harás enojar— juntó sus cejas Lovino, viendo de mala manera como Feliciano estaba ayudándoles con la comida ahora que estaba de visita.
—Que solo son unos meses Fratello, el doctor me dijo que estoy perfectamente— respondió con ánimo el menor.
—Si fue Ludwig miente— se quejó empujando a su hermano a la sala—. Y si fue otro doctor, también miente.
—Y tú no tienes opinión aquí bastardo. — Habló a la persona que estaba a sus espaldas, tomando un vaso de jugo.
—Pero vivo contigo, Lovino— Enarcó una ceja Antonio, ya acostumbrado al temperamento de su pareja—. Y creo que Feli está bien, Ludwig es un buen hombre.
Feliciano no podía pedir más; su vida era normal, tenía todo lo que quería: una persona a que amar, personas que le querían tanto como él a ellas. Su vida quizá era aburrida a vista de otros, pero, para él, no había nada que quisiera hacer, se atrevía a decir que era la persona más feliz del mundo.
Cuando estaba solo, y posaba sus manos sobre su vientre, pensando en nombres para su futuro hijo, o hija, no podía evitar pensar en que muchos de esos anhelos se quedarían en ilusiones; y aun así, sabía que la vida de su bebé sería feliz.
Su vida era una rutina; su vida era dicha.
Una felicidad efímera, y quedaba un deseo que jamás podría ser satisfecho.
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Al fin, actualizacion :). Talvez se ponga triste...
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As the seasons go by [Hetalia] [Gerita]
Fanfiction[Omegaverse, Human AU] Feliciano Vargas es un Omega de carácter alegre, siempre siendo una persona que parece traer felicidad a los demás; pero, un secreto que tiene desde la niñez, le hizo prometerse jamás enamorarse, o dejar que alguien se enamora...