8. Las cosas que no eran para mi

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Los fuegos artificiales cubrían los cielos, y se reflejaban en las aguas tranquilas de Venecia; Feliciano sonreía al cielo, y esperaba que el hombre le diera una respuesta a su petición. A veces quería preguntarle su nombre, pero seguramente, esa era una pregunta inadecuada, para alguien que podría tener muchos.

— Esto es algo que no debería hacer— le dijo ese extraño hombre que conocía desde niño—, pero, concederé tu petición; tendrás más tiempo. ¿Cuánto llevan saliendo?

— ¡Casi dos años! — contestó alegre, sonriendo tranquilo—. Muchas gracias por cumplir mi deseo, sé que es algo que no debería pedir, pero...

— Ella será una gran persona; una voz hermosa, y gran compositora. — El hombre se dio la media vuelta, en cuanto escucho al otro decirle un animado: "gracias".

Feliciano siguió viendo los fuegos artificiales, y dejó que sus ojos claros se fundieran en el mar de colores en que se convertía el cielo cada año.

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Su hermano no aprobaba nunca el tiempo que pasaba con Ludwig; bueno, en realidad, Lovino nunca estaba conforme con nada. Así, que el paso más natural para ambos a un año de su relación, era probar a vivir juntos, además, el Omega quería darle espacio a su hermano mayor en su casa.

Donde vivía Ludwig, contrario a lo que llegó a pensar, era una casa sencilla, con una arquitectura moderna, e interiores minimalistas, con algunos muebles oscuros desperdigados por las habitaciones.

— ¿No...?¿No era lo que esperabas? — Preguntó el Alfa, notando la expresión reflexiva del italiano—. Podemos hacer cambios.

— No, no— negó rápidamente—. Pensé que tendrías una casa enorme, eso es todo. — Sonrió tranquilo, apreciando lo espacioso que era con la decoración mínima que tenía.

Una cosa de la que no estaban seguros, era cuando sería correcto enlazarse, claro que preguntarle a Lovino su opinión, estaba fuera de discusión: la respuesta del hermano mayor, sería un rotundo no, y pegar la cabeza del Alfa al suelo durante alguna Acqua Alta.

— Podríamos intentarlo en nuestro aniversario— sugirió Feliciano, tras unos minutos en que ambos miraron la mesa durante un desayuno, con un fuerte rubor en sus rostros, mucho más notorio en la tez blanca del alemán.

El día en que eso ocurrió, no fue en una fecha especial, simplemente fue cuando se sintieron listos; dispuestos a entregar todo al otro, como unir sus vidas más allá de simples declaraciones, de las más profundas emociones.

— ¿Estás seguro? — preguntó el Alfa, no era la primera vez que lo hacían; ni la primera vez de Ludwig con alguien; pero, si era una ocasión en donde la persona con que compartía ese momento era tan importante para él.

— Yo...Eso creo, ¿pero tú lo estás? —volvió a cuestionar Feliciano, jugando con sus manos sobre sus piernas desnudas.

— Por supuesto— confirmó aclarándose la garganta, y pensando en que ese acto, era una de las decisiones más importantes para ambos en sus vidas.

Ludwig se acercó dudoso, tomo la mano del Omega, apreciando la calidez de esta; se inclinó lentamente, y besó el dorso, luego los dedos de la misma. Alzó sus ojos azules al jovial rostro del joven, que sonrió dándole un suave asentimiento.

Ambos entonces se abrazaron, envolviendose en la esencia natural, confortante, y tan propia del otro. Feliciano tomó la iniciativa, dándole un beso al más alto, que lo continuo, permitiendo que la pasión se abriera paso en sus acciones, que sus pensamientos instintivos le guiarán como otras veces, estremeciéndose en la intensidad de estos.

El rubio beso las mejillas, y los párpados del otro, siendo tan gentil como pudiera; paso sus manos por los cabellos del color de la madera, besando ahora los hombros de del Omega. Sus labios recordaban cada curva, volviéndola a memorizar como la primera vez. Los suspiros se fundieron en la noche, las manos delgadas del cuerpo bajo suyo, se aferraron a su cuello, recorrieron la piel de sus hombres, deteniéndose en su espalda.

Los ritmos que marcaban las necesidades de la piel, se volvieron su guía; las piernas del otro encerraron sus caderas, buscando acercarse más al calor del otro. La cadencia era marcada por Ludwig, que deseaba ahogarse en lo que era Feliciano, en su necesidad de él. Sus ojos cristalinos, exploraron los acuosos del Omega, que estaban nubosos en las sensaciones que lo inundaban, lo beso una vez, docenas más.

Sus labios recorrieron la curva de su cuello, sus caderas volvieron a un ritmo más acompasado, sintiendo la cúspide de los estremecimientos en sus pieles. Ludwig mordió el hombro del otro, abrazándolo cuando el dolor permeo en un gemido.

Cuando el acto había acabado, siguieron unidos; durmiendo con el arrullo de la respiración de la persona en sus brazos, con el murmullo de las estrellas nocturnas, del viento rozar las ventanas de la habitación. Entonces, el sueño los hizo sucumbir al mundo onírico.

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Si alguien le preguntaba a Feliciano, si podía decir que tan feliz era, él nunca podría responder eso; era muy dichoso con su vida, y a veces, hasta sentía que la palabra demasiado podía ser adecuada. El Omega tenía certeza, de que su pareja también vivía sus días con bastante de ese eterno deseo de los humanos, aquel nombrado a veces con miedo: felicidad.

Pero también vivía con una constantes angustia, porque sabía que tenía todo lo que deseaba, porque veía a Ludwig ser dichoso, esas cosas no serían eternas, esa era una realidad para todos; pero, su congoja venia de saber algo que ninguna persona, ningún ser viviente debía saber, ese secreto que se le confirió siendo un infante.

A veces quería revelarles a todos ese secreto, a su familia, a la persona que amaba; y no podía, no cuando era testigo de las sonrisas más auténticas que jamás le dieron, las que curvaban los labios de su compañero de vida.

Decidió nunca decir aquello, tal vez no supiera que era lo correcto en la vida, pero si sabía que era lo más precioso para él: la sonrisa de las personas que más quería.


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Bueno, ahora si ya saque todos los cap guardados, gracias por leer, nos acercamos al final, a 5 capitulos :)

As the seasons go by [Hetalia] [Gerita]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora