Capítulo 31. Advertencia

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Damien Westermann

—Te traje el almuerzo, Katherine. Debes comer, te lo dijo la doctora.

Llevaba una semana en cama, yo estaba harto, a veces no quería comer y solo se la pasaba llorando sin censar, estaba cansando de tener que consolarla como imbécil, ya no quería tomar este papel asqueroso al preocuparme por ella, bien podría dejarla sin comer pero todo arruinaría mi plan si yo cambiaba de un momento a otro, yo tomaba mi tiempo aunque me dieran ganas de avanzar de un solo paso.

La examine, ella mantenía los ojos puestos en el piso, con las rodillas abrazadas, tenía suerte que lograra dirigirme la palabra, hoy no sabía si sería el día en que volviera a decirme algo.

—Kate, te he traído el almuerzo —le repetí, inclinándome para que supiera que estaba ahí. Estaba en un estado traumático, en shock, ausente. —¿Katherine? Por favor, mírame. Aquí estoy, debes superar esto, yo se que puedes, lo has hecho antes.

Fijó su mirada todavía en el suelo pero al inhalar aire sabía que iba a volver a hablar.

—No es lo mismo —musitó con poca fuerza, su voz estaba tan débil que apenas logre escucharla, hacía el esfuerzo de agudizar mi oído.—No es lo mismo, he perdido...todo.

—¿Qué? —exclamé más que sorprendido, indignado de que lo dijera, ¿Acaso le importaba ese estúpido bebé más que yo? —Katherine...yo soy tu todo, yo soy importante para ti. ¿Es que acaso no lo soy?

—Él...Él...—balbuceo, volviendo a su ausencia otra vez hasta que sus ojos se empaparon y su rostro se desfiguro en un llanto agudo —Él era de ambos, era nuestro hijo y lo perdí.

Cayó justo en mis rodillas, le acaricie la espalda y maldije muy bajo, estaba harto de esto y entonces supe que podría funcionar para que esta jodida idea suya de tener un hijo fuera una pérdida de tiempo para ella.

—Lo intentaremos de nuevo, no te preocupes, haremos lo posible para volver a concebir pero debes prometerme que ya dejaras esta etapa, se terminó, ya no puedes hacer esto, dejarme solo. No puedo seguir así.

Finalmente me dio la cara, se enjuago las lágrimas y una sonrisa temblorosa se iba dibujando en la comisura de sus labios, tenía una apariencia tan deprimente, me daba lastima cómo siempre.

—No quiero perderte a ti también, eres lo único que me queda ahora —se aferró a mi cuello, abrazándome hasta asfixiarme, con cuidado me la quite de encima fingiendo que le sonreía y que deseaba verla y tocarle el rostro.

—Ya me tienes pero debes seguir adelante, no puedes dejar que esto te derrumbe, hoy debes cambiar. Empieza conmigo, hazlo por un nuevo comienzo, ¿Sí?

—No es fácil...—susurró, todavía sin recobrarse del todo —Lo intentaré, debes estar conmigo para que pueda hacerlo, por favor.

Siempre me encantaba  hacer promesas que sin duda iba a romper, era lo más disfrutaba de todo esto porque era la parte del juego que más disfrutaba jugar.

—Claro, estaré aquí. Confía en mí —la bese en la frente, después me fui para dejarla comer el almuerzo en lo que yo planeaba la idea de romper tal promesa en cuanto me fuera posible.

 Confía en mí —la bese en la frente, después me fui para dejarla comer el almuerzo en lo que yo planeaba la idea de romper tal promesa en cuanto me fuera posible

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Katherine Weber.

Damien estaba dormido, pensé en que sería mejor dejarlo dormir por lo que decidí ir yo sola a preparar el desayuno, todavía era muy temprano y la luz del sol apenas y se posaba muy notoriamente por las colinas, decidí ir  a vagar por la casa porque no me había tomado el tiempo de indagar por los pasillos y las grandes habitaciones, sabía que se lo había pedido a Damien pero pensé que era mejor para mí ir y echarle un vistazo por mi cuenta.

Avancé por el segundo piso, no había más que habitaciones y una biblioteca grandísima donde era seguro que él se pasaba el tiempo leyendo, sin duda pensé en venir de vez en cuando para distraerme porque tenía una muy buena selección. Duré caminando alrededor de quince minutos en acabar por completo el segundo piso, luego fui hacia el tercero en donde noté un cambio rotundo, se veía casi a oscuras, solo dos pequeños focos daban luminosidad, sentí un escalofrío, todo se veía sombrío, callado, una sensación de incomodidad y pánico me quería obligar a bajar pero también mi alma curiosa me decía que necesitaba ver que era lo que se ocultaba ahí.

Camine con pasos cautelosos llegando a la primera puerta, estaba cerrada, después fui hacia la segunda, de igual forma estaba con llave así fue hasta la última que también permanecía bloqueada, ¿Por qué dejar las cuatro puertas cerradas? Me arrodille frente a la última para ver por el agujero del picaporte pero no se veía nada.

—Katherine.

Solté un grito que hizo eco en todo el pasillo, yo caí al suelo, sosteniendo los latidos de mi corazón sobre mi mano. Damien estaba parado a tres metros de mí sin expresión alguna.

—¡Maldita sea! Me sacaste un susto horrible —le reclamé con cara de pocos amigos, me seque el sudor frío y me levante —Pudiste haberme avisado que estabas aquí.

Todavía trataba de regularizar el ritmo de mi corazón cuando me habló.

—¿Qué estás haciendo aquí? —me preguntó con cierta molestia, noté que su mirada se endureció.

—Quería hacer un tour por la casa —le explique con un poco de nerviosismo, a este punto ya no me preocupe en que mi corazón latiera más de la cuenta porque su apariencia me estaba intimidando, ¿Qué causaba su molestia? —Ya sabes, quería ver que cosas podía encontrar, conocer la casa de todos los rincones.

—Me habías pedido que yo mismo te enseñara la casa —me recordó con la misma expresión fría y la voz irritándose poco a poco —¿Por qué no me lo pediste?

Tartamudee, desviando la mirada y es que el tan solo observarlo perdía control de mi misma, no podía pensar con rapidez y mi mentira perdía veracidad.

—Es que...No encontré problema...

—No vuelvas a hacer eso —se acercó a mí y yo instantáneamente me petrifique, esperando que de un momento a otro me tomara del brazo para alejarme de ahí —No quiero verte por aquí. ¿Me entendiste?

Asentí y entonces me tomó de ambos brazos y acercó sus labios a mi oído para que me quedará claro que su tono abrasivo no era para que me lo tomara a la ligera.

—¿Entendiste?—masculló, con los dientes apretados, contenido su furia.

—Sí...—contesté con la voz temblorosa, cerrando los ojos con fuerza para no encontrarme con la bestia desenfrenada en la que se había convertido.

Me soltó de un brazo y sosteniéndome del otro me guió para que saliéramos de ahí, cuando llegamos al borde de las escaleras me soltó y con una última mirada siniestra me advirtió de nueva cuenta.

—No quiero que vuelvas ahí a menos que yo mismo te lleve. No hagas esto más difícil de lo que ya es.

No sabía de qué se trataba esto, no entendía sus palabras y tampoco iba a averiguar que significaban, mucho menos que lo veía de una forma que nunca en mi vida le había conocido, tan atemorizante, peligroso, me llenaba de un terror que no debía ser normal, no quería ver hasta donde se convertiría si llegase a desobedecerlo, lo gritaba mi intuición. 

Oscuros Encantos©+18 [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora